BARCELONEANDO

La pestaña, la pestañita

La atmósfera de cambio de principios de año propicia la multiplicación de publicidad callejera sobre cursos y talleres, normalmente a través de anuncios de pestañas

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Mauricio Bernal

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La pestaña, la pestañita. Si algo hay en el mundo de la publicidad que pueda llevar con orgullo el rótulo de artesano, los anuncios terminados en una falda de pestañas ‘prêt à porter’ parapetados en un rincón de los portales deberían ser el paradigma: representan la democratización de un universo –el de la publicidad– tendiente a emparentar con el elitismo. En su versión más elemental se reducen a una hoja de papel con un texto escrito en grandes letras –cuanto más grandes mejor, es imperativo llamar la atención– y los imprescindibles apéndices en la parte inferior, donde figura el teléfono del anunciante. Está al alcance de cualquiera. En este soporte que todo lo que precisa es una impresora, papel, tinta y buena disposición para caminar la ciudad se ofrecen básicamente clases: de canto, de baile, de guitarra, de ukelele, de trompeta, de idiomas, de yoga. Hay una categoría aparte donde se agrupan los anuncios de psicólogos, y una más que copan los paseadores de perros.

"Es lógico que en enero la gente que se apunta a talleres esté mentalizada para hacer cosas", dice un maestro de guitarra y ukelele

Es un mundo, y su principal habitante es la pestaña. Quién sabe si nadie se ha tomado la molestia de redactar un decálogo para la confección de una buena pestaña, o si el mundo de los anunciantes es susceptible de ser dividido en escuelas según la información que cada uno –además del teléfono– incluye en las suyas, pero en cualquier caso hay diferencias. Desde –en la cima de la escalera informativa– las pestañas con amor por lo total, que incluyen el quién y el qué, la dirección, el correo electrónico y la página web, hasta las que son en sí mismas un homenaje al minimalismo: las hay diminutas, portadoras de un solitario número de teléfono. Por razones que nadie conoce, es raro sorprender a alguien arrancando una, pero las arrancan. En las postrimerías de cada anuncio es habitual encontrar dos o tres flagrantes agujeros.

Otra vuelta al sol

Todo lo cual viene a cuento porque cada comienzo de año los anuncios de pestañas conocen un repunte que trasciende lo llamativo. En cierto modo, son una señal de que es esta época del año. Empieza otra vuelta al sol y todo el mundo quiere empezar algo nuevo, merecer si es posible el título de hombre nuevo o de nueva mujer. El gimnasio es el cliché, pero hay formas de estrenar piel que no pasan por el cansancio de hinchar los músculos, y los maestros de yoga, de trompeta, de ukelele, de bailes africanos o de ritmos latinoamericanos están al tanto. Si es o no el momento del año en que pululan con más alegría los anuncios de pestañas por las calles de Barcelona, es imposible saberlo. Pero es uno de esos momentos.

Hay anuncios dirigidos a los mayores, que ofrecen enseñar a usar el móvil o la televisión

"Yo coloco estos letreros todo el año, pero hay momentos en los que claramente no vale la pena hacerlo, por ejemplo en diciembre, cuando mucha gente, en lugar de comenzar clases, más bien tiene tendencia a dejarlas". Francisco es una especie de especialista en anuncios de pestañas. Lleva cinco años colgándolos por la ciudad. Dicta clases de guitarra y ukelele y pertenece a la escuela minimalista: el teléfono y nada más. "Tampoco en verano. En verano la gente no se apunta a cosas. Pero enero es un buen momento. Es lógico que en enero toda la gente que se apunta a clases o talleres esté mentalizada para empezar cosas". Francisco hace música hace 20 años, y sus clases de guitarra y ukelele también las anuncia por internet. Con más o menos entusiasmo, con más o menos conciencia de la coyuntura –pero siempre con conciencia de ella–, maestros de baile, canto y lenguas coinciden en que es una de las mejores épocas del año. Es, hay que consignarlo, el momento de la pestaña.

Para personas mayores

Si la publicidad por pestañas se orienta, aunque sea vagamente, por la ley de la oferta y la demanda, no es un ejercicio pueril leerlas en clave de ciudad. Visto así, el barcelonés del 2019 sentirá recompensado su deseo de novedad si aprende a cantar, a coser, a hacer calzado, a tocar la trompeta (y la guitarra y el ukelele), a bailar salsa, a bailar swing, a bailar tango, a hablar francés, a hablar inglés, a cocinar como en Marruecos o como en Grecia, o si se apunta a clases de yoga o de fotografía. Lo sentirá igualmente si aprende a usar el móvil, la tablet, el ordenador e incluso la televisión, pero esta clase de anuncios están expresamente dirigidos a gente mayor: "A los mayores –explica un maestro del uso del teléfono– les encantan las nuevas tecnologías, y a final de año dicen: ‘El próximo año tengo que aprender a usar esto’. En enero se apuntan mucho".

Pero eso es otro tema.