DESEMBARCO REAL
Cabalgata con monarca emérito
Los Reyes Magos llegan a Barcelona acompañados del 'Open Arms' y con un debutante Baltasar que toma el relevo tras medio siglo de reinado
Natàlia Farré
Periodista
Natàlia Farré
Puntualidad británica. Precisión suiza. Y Oriente como origen. A las cuatro de la tarde, ni un minuto más ni un minuto menos, han arribado a Barcelona los tres Reyes Magos. Venían de lejos, muy lejos, tan lejos que nadie sabe exactamente dónde ha empezado su singladura. Han amarrado finamente, por algo el pailebote 'Santa Eulàlia' tiene un patrón de aúpa, Francisco Pacheco. Aunque han hecho el último tramo del puerto solos. Una pena. La seguridad obliga. Y la merecida comitiva que escolta a todo barco con solera y con regio pasaje cuando vislumbra refugio seguro se ha quedado a cierta distancia. La alerta cuatro sobre cinco no da pie a procesiones marítimas. Ni siquiera el día de la Epifanía. Así que pesqueros, guirnaldas y bocinas de bienvenida han sonado y se han visto en la bocana, donde también se ha acercado a recibir a Melchor, Gaspar y Baltasar el 'Open Arms', pues el barco de la oenegé badalonesa hace escala en Barcelona hasta el lunes.
De manera que en el Moll de la Fusta no ha habido el ruido de sirenas, ni falta que hacía. La alegría la ha puesto la algarabía de los más pequeños cuando han visto la embarcación a lo lejos. Y en ruido ensordecedor se han transformado los gritos cuando sus majestades han descendido del buque. Les esperaba la máxima autoridad de la ciudad, la alcaldesa Ada Colau, para empezar el ritual de cada año, que no por visto deja de ser emocionante: la entrega del pan y la sal, símbolo de hospitalidad. Y lo más importante: la llave que abre todas las casas de la ciudad. Así que todos tranquilos: La entrada real estaba garantizada.
Los mejores valores de la humanidad
Pero antes de que los más afortunados, los niños apostados en el primer tramo -la cabalgata ha reunido a 900.000 personas durante todo su recorrido, según la Guardia Urbana-, el único que sus majestades hacen a pie y por lo tanto el único en el que es posible entregar la carta personalmente a los mismísimos Melchor, Gaspar y Baltasar, ha habido parlamentos. Colau ha saludado a sus majestades y ha pedido un reconocimiento para el 'Open Arms': "La gente que salva vidas en medio del mar, igual que los Reyes de Oriente, representan los mejores valores de la humanidad: los valores de la vida, de la paz y los buenos deseos de la Navidad". Y ahí estaba Melchor para responder con otro discurso. Se ha acordado de los niños menos afortunados: los refugiados y los enfermos. Y ha abrazado con sus palabras a todos: "Sean cuales sean vuestros dioses y vuestras creencias, sea cual sea la lengua con la que os expresáis, sea cual sea la forma que hayáis escogido de amar". Altura y porte. Tablas y dicción. Muchas. Pues ha declamado como solo los grandes artistas, como Lluís Homar, pongamos por caso, saben hacerlo.
A partir de ahí, lo de cada año. Aunque este, un poco más futurista. Y con un rey de más. Que nadie se asuste. Los magos siguen siendo tres pero Baltasar ha mudado de fisonomía. El que llevaba más de medio siglo visitando Barcelona ha conseguido el título de emérito. Bien lo merece. Ha dado paso a un nuevo reinado. Al Baltasar debutante se lo ha visto relajado, pero es lo que tiene la realeza que nace ya con la distinción y la prestancia a cuestas. Aunque los niños no son tan inocentes como parecen: "Baltasar ha cambiado mucho de cara", ha podido oír la que suscribe saliendo de la boca de un pequeño. Más exámenes reales: "¿Cómo me llamó?" y "¿Cuándo es mi cumpleaños?". Ahí es nada. Pero los Reyes lo saben todo, así que no hay pregunta que los ponga en un brete. Lo dicho, las tablas ayudan mucho.
El futurismo lo ha puesto la nueva carroza de Gaspar: colores glaciares, luces a mansalva (leds, por supuesto) y una forma con líneas de fuga que pretendía recordar una cobra, no en vano el carruaje se inspira en los encantadores de serpientes. Y de la leyenda del dios Morfeo bebía otro de los estrenos del séquito: la carroza de Dormir. De acuerdo, la mitología griega no peca precisamente de futurista pero la coreografía y la escena que han acompañado el carruaje, sí.
Escaleras y paraguas por doquier
Y lo de cada año son las artimañas de los mayores, que no de los pequeños, para tener campo de visión privilegiado y para recoger tantos caramelos como caben en un paraguas cabeza abajo. Tal cual. Hoy los paraguas no lucían para la lluvia meteorológica, que ni estaba ni se le esperaba, sino para la de dulces. Aunque lo suyo hubiera sido no voltearlos y utilizarlos como coraza. Un caramelo tirado con fuerza ejerce el mismo resultado sobre el cuerpo que una pedrada. Duele.
En cuanto a las atalayas, lo mismo vale una escalera para cambiar bombillas que un taburete ‘king size’, la cuestión es coger altura. No importa que la cabalgata ocurra a nivel de suelo y a dos metros para que sea visible para todo el mundo. Lo suyo es no perderse detalle. Así que escaleras, taburetes y mobiliario urbano. Todo vale. El fenómeno no es nuevo pero hoy ha cogido proporciones considerables, hasta el punto de provocar alguna fricción por aquello de tapar las vistas o no dejar que los más pequeños pudieran acercarse a primera fila. Aunque visto que muchos prefieren grabar la rúa que vivirla, bastaba con clavar la vista en uno de los tropecientos móviles alzados para ver qué ocurría en la calzada. A todo esto, los niños a lo suyo, que no es otra cosa que dar la bienvenida a los Magos y otear si en la comitiva luce todo aquello que han pedido.
Los más rezagados en cuestiones epistolares tenían otro objetivo: asegurarse que los recogedores reales pescaban con sus redes la misiva por entregar. Los carteros han tenido trabajo, pero no consta que ningún sobre se haya quedado por el camino. Ya se sabe: los Reyes son magos. Ha habido alegría, mucha, y también, un punto de valentía. El coraje lo han puesto los más pequeños, aquellos que han hecho acopio de valor para entregar, no sin dudas, su tesoro más preciado: ¡el chupete! Los Reyes Magos son conscientes de lo difícil que es deshacerse de tan preciado objeto, así que en cada cabalgata ayudan a los pequeños (y sobre todo a los padres) a dar tan inmenso paso.
El resto, una inmensa rúa de música, luz, color y alegría que da paso a la noche más mágica del año.
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