BARCELONEANDO

Los venenos cotidianos

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Javier Pérez Andújar

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Hay que reconocer que Vox ha venido a fomentar la pluralidad, en concreto la de la derecha. En la vida existen formas muy diversas de ser facha (es como los derechos humanos, está por encima de la ideología, la nacionalidad, la religión, el sexo, la raza...); pero la manera de Vox resulta acaso la más ortodoxa. Se echaba de menos a una derecha que a la vez tuviese a su derecha a otra derecha, como Dios manda. El Partido Popular ha hecho durante este tiempo lo que ha podido por mantener la bandera bien alta, pero su gaviota, o el pájaro que sea, tenía también un ala izquierda. Ya se entiende que la izquierda del PP viene a ser un carril bici. En Vox todo es autovía. Las procesiones con teja y mantilla de los populares no van a parecer más que perejil (en todos los sentidos), al lado de lo que se nos ha venido encima. De la conquista de los derechos sociales hemos pasado a la conquista de Granada. La máquina del tiempo tenía forma de urna. Hemos ido de la eternidad de los Reyes Magos a la eternidad de los reyes Católicos, y aquí es evidente que también salimos perdiendo, pues donde teníamos tres ahora solo nos quedan dos. Si se pone uno a hacer cuentas, sale que ese mundo cuya expulsión se conmemoró en Granada el otro día con banderitas españolas llevaba 800 años en la península, y lo que se reivindica como momento fundacional tan solo ha cumplido el 527 aniversario. Así que, como decía el sabio a la hora del recreo, a la cola, Pepsicola.

Empezar el año pensando en Vox no deja de ser un buen propósito. Cuando ya hace tiempo que se ha dejado de fumar, uno necesita otro veneno cotidiano al que enfrentarse. Desde Barcelona, tendemos a ver este arranque de la extrema derecha igual que contemplamos los tifones del océano Pacífico o los huracanes del Caribe o los terremotos de Managua. Dramas que les pasan a los países pobres. En este sentido, Barcelona es Fukushima. Porque lo nuestro puede petar, ponerse a supurar radiaciones por todas las grietas. ¿Por dónde se resquebraja una ciudad? En donde nadie mira, y en donde luego la gente se sorprende de lo que ve. Por la misma razón que las convulsiones sísmicas les suceden siempre a los pobres, estos las devuelven con tanta intensidad como las sufren. No se vota por la letra, se vota por la música. Lo que pasa con Vox lo explicaba muy bien Paquita la del Barrio en aquella ranchera llena de laca y de noches sin huella. Tres veces te voté, la primera por coraje, la segunda por capricho, la tercera por placer. Ella decía “engañar”, pero tratándose de campañas electorales si se sustituye engañar por votar se es perfectamente paradigmático.

Lo que pasa con Vox lo explicaba muy bien Paquita la del Barrio en aquella ranchera llena de laca y de noches sin huella: "Tres veces te voté..."

Como esta nochevieja me quedé hasta las tantas haciendo zaping con la tele, ahora no recuerdo en qué cadena salió Paquita la del Barrio cantando sus “tres veces”. Pero sí que me queda la impresión de que cada año que pasa estoy más lejos del mundo real. Entonces me agarro al turrón del súper como si fuera un ancla donde aferrar mi biografía. No deja de ser un gesto desesperado como en las canciones de Triana. Lo cierto es que pasé la mayor parte del tiempo con la UHF (la llamo así a modo de elogio) viendo Cachitos como todo el mundo, o quizá como todo Twitter; pero también anduve husmeando en la programación especial de la primera cadena. La diferencia entre 'Cachitos Nochevieja' y la gala de La 1 era la misma que hay entre lo que voto siempre y lo que sale luego.

No sé cómo pude hacerlo, pero me sucedió de chaval. Me tomé la música como un cisma. En esos días nuestra secta se llamaba rock and roll. Dentro se albergaban otras mil sectas, unas eran enemigas, otras hermanas, y como nunca he tenido convicciones particulares, si no dos o tres ideas generales, iba cambiándome de una corriente a otra. Con la política me ha sucedido lo mismo. Todo lo que pienso, todo lo que siento... (una ininterrumpida serie de frases que empiezan por “todo”, como cantan en 'Eclipse', de Pink Floyd), no es más que un montón de pegatinas y de discos. Habíamos disfrazado el eclipse de clarividencia. Pero la verdad está ahí fuera, eso es lo que vinieron a explicarnos los agentes Mulder y Scully. Utilizaban el más allá como metáfora, pero nos hablaban de la vida real. Fuera de mi tocadiscos está el Spotify. La pantalla negra de los listados. El gran sarcasmo del mundo ante las listas que desde adolescente lleva uno en el bolsillo. Estos días, la radio ha dado la relación de las 10 canciones más escuchadas en Catalunya a través de Spotify en el 2018. Todo es música latina, reguetón y trap. El número uno lo ocupa Becky G. Ni idea. ¿Se pueden utilizar los gustos musicales como indicadores sociológicos? ¿Es la misma la Catalunya de TV3 que la de Spotify? ¿Está mi mundo en Catalunya? Ni idea.

Hubo un año nuevo en que me hice el propósito de seguir la liga. Detesto el fútbol. Me hice del Rayo Vallecano, pero siempre se me olvidaba mirar cómo había quedado. Eran los míos, pero no era mi realidad. Como en política. Todos los años me prometo salir ahí fuera y se me olvida.