la presión del barómetro

Crece la inseguridad en Barcelona, hablemos del tranvía

El equipo de Colau propone reabrir el debate ferroviario a la vista de los resultados de la última encuesta municipal

Un convoy del tranvía.

Un convoy del tranvía. / periodico

Carles Cols

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Según la oposición, esto es gobernar a golpe de encuesta, y nunca tan bien dicho. El equipo de gobierno del Ayuntamiento de Barcelona propone llevar de nuevo al pleno municipal este mes de enero una votación (el formato, moción o declaración institucional, está por decidir) sobre la unión del TramBaix y el TramBesòs a través de la Diagonal. Sí, han leído bien, otra vez el tranvía. Si el ‘procés’ les pareció una serie con más temporadas que Perdidos, lo del tranvía es Cuéntame… en versión extendida. Comenzó allá por 1871, con vagones tirados por caballos, tuvo un pico de audiencia inolvidable con la muerte de Antoni Gaudí, otro de traca con motivo de la huelga de pasajeros de 1951 y, desde la consulta del 2010, que dejó a Jordi Hereu tiritando en la alcaldía, es el Guadiana político local. Ha vuelto a manar a la superficie.

Colau propone votar de nuevo la conexión por la Diagonal y la oposición le recuerda que la urgencia es otra, la inseguridad

Lo ha anunciado casi por sorpresa la teniente de alcalde Janet Sanz. El barómetro semestral presentado el pasado jueves, o sea, una encuesta, revelaba que el 62,9% de los barceloneses están a favor de esta unión ferroviaria. (Pepito Grillo abriría aquí un paréntesis para recordar que en la consulta del 2010, el 79,8% de quienes votaron prefirieron dejar la Diagonal tal y como estaba). Así que, ni 24 horas después, la teniente de alcalde ha anunciado que la cuestión regresará al pleno. Faltarán cuatro meses para las elecciones municipales y el debate volverá a estar sobre la mesa, eso sí, con opciones más remotas que el asteroide Ultima Thule de que un resultado favorable en la votación comporte el inicio de las obras. Como mucho, subrayará las contradicciones de cada candidato. En esa competición, la de las contradicciones, a Esquerra no hay quien le tosa. Lo llevaba en el programa electoral, lo rechazó en un pleno celebrado el pasado abril, lo defendió después en el Parlament y, ahora, cara al pleno de enero, parece que no estará por la labor, al contrario que su exconcejal Juanjo Puigcorbé, al que echó del grupo municipal en junio. Eso sí que fue una desunión y no la del tranvía, que todavía tiene remedio.

El nuevo candidato de ERC, Ernest Maragall, es un declarado protranvía. Lo ha reconocido sin más cuando se le ha preguntado por la propuesta presentada por Sanz. Pero no ha mordido el anzuelo. Ha recordado lo evidente, que lo del tranvía era una anécdota al lado de la gran sorpresa del barómetro semestral, que la inseguridad ciudadana vuelve a ser la principal preocupación de los barceloneses. Que haya superado como inquietud incluso a la carestía de la vivienda dice mucho y nada bueno sobre los biorritmos de la ciudad. Así que, después de que la teniente de alcalde levantara (en opinión de la oposición) la cortina de humo del tranvía, PDECat y Esquerra han unido sus votos para solicitar un pleno extraordinario sobre la cuestión. Valls, como no es concejal, no puede, pero se ha frotado las manos. Es su tema. “Colau ya no puede ocultar la inseguridad”. El resultado de las próximas elecciones municipales en Barcelona es tan incierto que no se desdeña ni un solo frente de batalla. El de la seguridad es inapelable. Que el tranvía sea también de nuevo uno de esos frentes de lucha no puede más que aceptarse como parte del adn veleta de la ciudad.

Mató a Gaudí y dio pie a en 1951 una huelga de pasajeros. La vida local del tranvía da para un libro, alguno gracioso, como el de la concejala Mayol

El rechazo a que el tranvía circule por el tramo central de la Diagonal tiene, si se desea, argumentos urbanísticos sólidos. En una ciudad tan densa como esta, hipoteca espacio público. El tranvía no comparte la calzada con ningún otro medio de transporte. Tan obvio es ello que, cuando se inauguró el primer tramo del TramBaix, la entonces concejala de Medio Ambiente, Imma Mayol, tuvo la ocurrencia de computar como nueva zona verde de la ciudad el césped plantado entre las vías. Lo dicho, las historias del tranvía son muchas y a veces desopilantes.

Infernal

Pero el rechazo del 2010 no fue por razones técnicas o de ingeniería. Xavier Trias dinamitó la consulta de Hereu y ofreció la cabeza del alcalde al lobi de los botiguers, visceralmente contrarios al tranvía, tanto o más (esta anécdota es de propina) que Gregorio XVI, papa decimonónico y paradigma del rechazo al progreso, que ante la perspectiva de que el ferrocarril francés, le chemin de fer, cruzara la frontera y llegara a tierras de la actual Italia no dudó en calificarlo de chemin d’enfer. Ingenioso era, eso sí lo tenía.

La conexión no se ejecutó, pero la Diagonal sí que se reurbanizó, al gusto de los comerciantes, con amplias aceras frente a los escaparates, pero con un diseño general a todas luces deficiente. Las calzadas laterales son un embudo, el carril bici no cumple con los estándares exigidos y las paradas del autobús son de penoso acceso. Eso también hubiera merecido un pleno extraordinario. Jamás se celebró. Lástima.