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Los móviles logran potenciar las relaciones vecinales en Barcelona

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Patricia Castán

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Cuando parecía que móviles, tablets y ordenadores iban sustituyendo con acelerados mensajes de texto a las relaciones humanas, resulta que son las nuevas tecnologías las que están reactivando ahora las relaciones vecinales en una ciudad tan mutante como Barcelona en los últimos años. Varias aplicaciones han aterrizado en los últimos meses con el propósito de recuperar la confianza de antaño (cuando los alquileres eran indefinidos y las mudanzas mínimas) entre vecinos de barrio, favoreciendo la solidaridad y las cadenas de favores entre ellos. Son la versión 2.0 del Banc del Temps que impulsa desde 1998 el ayuntamiento, bajo cuyo paraguas también se han ramificado una treintena de iniciativas diferentes a lo largo y ancho de la ciudad, donde el tiempo es la única moneda de cambio.

¿Sabían que el uso medio de un taladro doméstico es de 12 minutos a lo largo de toda su vida útil? Esta reflexión y otras similares, como que el 80% de las cosas que hay en un hogar se usan una vez al mes o menos, alienta la plataforma Lendiapp que Javier Velasco y otras cinco personas han convertido en vehículo para prestarse cualquier objeto desinteresadamente. Tras recorrer mundo, este emprendedor se dio cuenta de lo prescindible que es gran parte de lo que atesoramos y de "las ganas de ayudar que tiene la mayoría de la gente".

El Banc del Temps fue pionero en la interacción vecinal, pero las nuevas tecnologías multiplican su difusión y contactos

Esa hambre de colaboración quedó clara desde el origen del Banc del Temps municipal, que este enero abrirá nueva sucursal en el barrio de Sant Antoni, "un espacio donde regar las plantas y aprender a cantar serán intercambiables", anuncia el consistorio. El asunto es sencillo y acordado: por ejemplo, tú me enseñas informática y yo te hago de canguro un día a la semana.

Pero los modelos de gestión han ido avanzando. Los hay con formato de banco clásico con espacio físico y vinculados al ayuntamiento desde los distritos, mientras que otros son virtuales o por iniciativas  de distintas entidades o particulares, que pueden contar con subveciones municipales y apoyo, según su objetivo, explica Sergi Alonso, miembro de Asociación para Desarrollo de los Bancos de Tiempo. También facilita el desarrollo de sus aplicaciones. Algunas veces son específicos para el ámbito de la ayuda social o para vincular a padres y madres de una misma escuela, entre otros planteamientos.

Otras ideas surgieron en paralelo, como el minuts.cat, para promover la participación ciudadana, donde desde hace dos años a cambio de colaborar con entidades se obtienen minutos que uno puede intercambiar con otros usuarios por servicios, e incluso entre bancos del tiempo, o bien convertirlos en entradas a espectáculos u otras actividades de empresas colaboradoras, relata Eduard Folch.

Más interrelación

Desde el pasado septiembre, las posibilidades se han multiplicado con la irrupción de un par de aplicaciones desde el ámbito privado del que miles de vecinos se han hecho partícipes a través de octavillas o cartas en su buzón, personalizando las zonas. "Hola vecino, únete a nosotros en el vecindario de Tetuan", "podemos intercambiar fácilmente ideas, planes, servicio, regalar o vender objetos y organizar actividades entre nosotros", rezaba un reclamo para animar las adscripciones de la app ¿Tienes sal?. Su cofundadora en España, Sonia Alonso (en alianza con la matriz original de la idea, en Alemania) cuenta que ya tienen unas 16.000 personas registradas (12.000 activas), con tres conceptos clave "proximidad, local y social". Van "abriendo" vecindarios por toda la ciudad (a partir de 20 participantes hasta cientos), a falta de cubrir parte de la zona alta. En enero darán el salto a L'Hospitalet. En un mismo barrio puede haber varios focos, que se aglutinan por densidades de 3.000 a 6.000 residentes. Así, en el Poble Sec conviven el de Tres Xemeneies y el de Blai, entre otros. 

"Hay todo tipo de demandas, desde vecinos de zona que quieren conocerse y quedar para hablar o hacer deporte, gente que pide que le cuiden el gato o el perro los días que se marcha por Navidad...", dice la emprendedora. Está planteado como una start-up social, de la mano de inversores de la rama alemana, pero con el tiempo esperan poder generar ingresos propios introduciendo al comercio de barrio para que dé a conocer productos u ofertas, por una cuota muy asequible. 

Menos consumismo

Velasco insiste en que su prioridad es "cambiar el modelo de consumo", combatiendo ese exceso de adquisiciones caprichosas y poco sostenibles, además de "crear barrios y ciudades más conectadas, felices y humanas, donde los vecinos se conozcan, ayuden y conecten entre sí".  Detalla que el taladro es posiblemente el objeto de préstamo más solicitado entre eventuales manitas, así como mesas o sillas plegables, artículos de deporte de alguien que quiere probar antes de equiparse... infinidad de cosas de uso puntual. "Descubres que tienes acceso a cualquier objeto en minutos y que a la gente le gusta ser parte activa de la ayuda". La aplicación funciona desde la demanda. Alguien pide y alguien tiende una mano. Entre más de 4.000 usuarios, hasta el momento no han sufrido ningún robo, se congratula, aunque planean crear algún tipo de seguro. Convertirlo en rentable es un objetivo posterior, que podría ir de la mano de desarrollar 'vecindarios' para empresas o grupos cerrados, nunca a partir de los usuarios particulares.

En Nextdoor, Joana Caminal estuvo preparando el despegue durante muchos meses, al constatar que la relación entre vecinos es muy distinta en España que en otros países, en general más afable. Según un estudio que realizaron, el 36% de la gente querría tener más confianza con sus vecinos y alguien con quien contar. En Barcelona cubren ya casi el 98% del territorio con 232 "'barrios' activos". "Ha sido todo muy rápido porque los residentes lo han recibido con mucha energía", explica. El usuario puede elegir entre vincularse solo a su vecindario más inmediato o también a otros. Y también se establecen categorías, como recomendaciones (una peluquería cercana, un restaurante...), actividades conjuntas y eventos (quedar para hacer yoga o montar una barbacoa vecinal), proyectos (buscar dar uso a algún espacio, limpiar un jardín de la zona...) o hasta cuestiones de seguridad (si en la zona ha habido robos, ruidos, incivismo o cualquier problema y se intenta una movilización o queja conjunta). 

Salvando las distancias, el uso viene a ser como una suerte de facebook aunque uno puede desvincularse de determinados usuarios y no se indexan las conversaciones. Como en otras apps de este tipo, es necesario facilitar los datos para acreditar la residencia en un determinado vecindario, que se verifica luego por vía postal. Sin pretenderlo, se ha convertido también en una herramienta de primera contra la soledad, como constataron con su campaña 'Mi puerta está abierta', gracias  a la cual muchos vecinos se sienten ahora más acompañados.