un mapa inédito

Las 1.463 reencarnaciones de Barcelona

Un atlas censa y elogia los edificios que han cambiado de uso sin alterar su arquitectura

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Carles Cols

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Tras recorrer a pie todas las aceras de la ciudad y detenerse frente a cada uno de los 70.717 edificios de la ciudad, que se dice pronto, el grupo de investigación Habitar de la Universitat Politècnica de Catalunya ha completado el primer atlas de edificios reutilizados de Barcelona, un exhaustivo catálogo de construcciones arquitectónicas que un día fueron concebidas para un uso concreto (residencial, religioso, administrativo, militar…) y que otro día, pasado el tiempo, se reencarnaron en algo distinto. Los hay que han renacido hasta en más de cuatro ocasiones. En total, son 1.463 edificios, eso el día que cesó el trabajo de campo, o sea, que ahora puede que ya sean más. Es una atlas único, que ofrece una mirada de la ciudad sin precedentes y, como obra de Xavier Monteys, catedrático de la ETSAB, miembro del grupo Habitar y algo así como el Karl Kraus de la arquitectura barcelonesa, es un proyecto no solo estadístico, sino que incluye una llamada a las autoridades a mover ficha, a entender el reuso de los edificios como una oportunidad y no ponerle, como ocurre ahora, trabas administrativas.

La normativas de la ciudad es muy amiga de la piqueta y muy poco de reusar la obra existente, lamentan los autores del atlas

En el atlas no todos los edificios han sido bienvenidos. Las condiciones de acceso eran varias. El cambio de uso, por ejemplo, tiene que ser completo. Entre los 1.463 no está la Pedrera, porque aún quedan pisos particulares en el edificio, el propósito inicial cuando Pedro Milà le encargó la obra a Antoni Gaudí. Tampoco caben en el atlas los inmuebles abandonados, como esas 24 centrales que Telefónica construyó entre 1926 y 1978 y que yacen semiabandonadas dentro de los límites del término municipal. Un tercer grupo excluido del atlas son los casos de fachadismo, ese palimpsesto arquitectónico que fomentó una norma municipal aprobada en el año 2000 y que propició que, de repente, algunos promotores inmobiliarios conservaran la fachada del inmueble y demolieran el resto, no porque en su corazón tuvieran un rincón reservado para los muros con valor patrimonial, sino porque así aumentaban la edificabilidad de las fincas.

En definitiva, que un inmueble reencarnado es, por ejemplo, el número 17 de la avenida del Tibidabo, una mansión residencial levantada por Enric Sagnier por encargo del doctor Salvador Andreu en 1915, renacida en 1936 como consulado de la Unión Soviética y actualmente sede de la Mutua Universal. O lo que hoy es el Institut Verdaguer de la Ciutadella, que en 1932 era un parque de bomberos y, antes, el palacio del gobernador militar de la ciudad. O la residencia del marqués de Comillas en el 109 de la Rambla, que en 1929 fue la sede de la Compañía General de Tabacos de Filipinas y ahora es un hotel.

La plusmarca del atlas la ostenta el Parlament, que ha tenido hasta ocho vidas, aunque algunas repetidas

El Palau Mornau, un casoplón de la calle Ample, escenario de una heroica conspiración contra la ocupación francesa, sigue en pie en parte gracias a que ha renacido como museo consagrado al hachís. Aunque para plusmarca de reencarnaciones, la de la actual sede del Parlament, que nació como arsenal, mutó a cuartel, resucitó como palacio real, se recicló en museo de arte moderno, fue Parlament durante la República, volvió a ser cuartel, de nuevo museo y, por fin hoy, otra vez cámara política catalana. Y así, uno tras otro, el atlas censa hasta 1.463 casos. No todos son inmuebles conocidos. A lo mejor los vecinos de la finca del 245 de Diputación no saben que sus pisos originalmente fueron concebidos como oficinas. El atlas es, en este sentido, un manantial apabullante de datos.

Como explica la arquitecta Magda Mària, miembro del equipo de investigación Habitar, los edificios censados en el atlas puede que hayan sufrido alguna modificación, “a lo mejor les han hecho un baipás o se les ha añadido una prótesis o un implante”, pero siguen siendo reconocibles y originales. Lo que ocurre es que las necesidades de la ciudad caducan y los nuevos usos colonizan a veces los espacios preexistentes. Es más, sostienen los miembros de Habitar que en ocasiones es el segundo o tercer uso que se da a un edificio el que mejor se ajusta a su arquitectura. El paradigma mayúsculo de esa tesis puede que sea la Biblioteca de Catalunya, inicialmente un hospital medieval. Esas naves góticas, vistas con perspectiva, son la mejor cubierta imaginable para la lectura.

Hasta 36 edificios de Ciutat Vella han renacido como hoteles. A saber qué serán en el futuro

El atlas (resulta obvio ya a esta alturas) no es una lectura una crítica de la ciudad. No condena el reuso. Es más, sin que sirva de precedente, por favor, hasta brinda una mirada positiva sobre la galopante hotelización del centro histórico de la ciudad. Este vademécum arquitectónico recién salido de la UPC revela que 36 edificios de Ciutat Vella han renacido como hoteles u hostales. En el Eixample son 14 los casos. Una cuestión es que el sobreturismo que padece la ciudad haya causado un enorme daño en el tejido vecinal del centro, pero desde el punto de vista patrimonial, esos 36 hoteles de Ciutat Vella son una suerte desde la perspectiva de la memoria colectiva. A saber qué serán en el futuro.

El problema, concluye el conjunto de autores de Habitar, no son los edificios incluidos en el atlas, sino los que deberían estar ahí y ya es imposible que estén porque las normas urbanísticas son a veces absurdamente rígidas y los inmuebles cayeron a golpe de piqueta. El llamado código técnico de edificación, por ejemplo, permite que un edificio reformado o rehabilitado no tenga que adaptarse a todas las exigencias de construcción que se le demandarían si fuera de nueva planta, pero esa bula solo se les concede en caso de que no cambie de uso. Si así es, si hay cambio, el celo administrativo es máximo. La solución de los promotores inmobiliarios pasa entonces por la demolición. Una lástima.

La recomendación de los autores es clara: son los usos los que tienen que adaptarse al edificio y no al revés

El atlas ofrece otras miradas. Agrupa los datos estadísticamente de forma relevantes y, a veces, sorprendentes. Por ejemplo, más de la mitad de los edificios reusados (55,52%) fueron en el momento de su concepción viviendas. Entre los usos sobrevenidos destaca el hotelero (22,69%), en sus múltiples formas, pero también, y eso es bien curioso, el educativo, en 16,52% de los casos. A este último dato contribuye de un modo especial lo ocurrido en Sarrià-Sant Gervasi. Es el tercer distrito de la ciudad con más peso en el atlas, pues es allí donde muchas antiguas viviendas unifamiliares han sido reconvertidas en clínicas privadas, residencias geriátricas y, he aquí el dato, colegios.

La publicación del atlas coincide en el tiempo con un debate enquistado y enconado, el del futuro de la capilla de la Misericòrdia, que tiene dos pretendientes, el Macba y el CAP sanitario del Raval norte. La disputa no hace más que reforzar tesis central de los autores del atlas, que es la necesidad de que el Ayuntamiento de Barcelona se dote de un protocolo sobre cómo actuar cada vez que un edificio pierde su uso original. Según Núria Salvadó, una de las autoras, la norma básica debería ser “adaptar el uso al edificio y no el edificio al uso”. La tozudez municipal por situar un equipamiento en un espacio arquitectónicamente inadecuado ha propiciado en ocasiones contratiempos que se podrían haber evitado simplemente con sentido común.