BARCELONEANDO

A la greña por el arte

Una crisis de gobierno en la Acadèmia de Belles Arts hace peligrar el museo de la entidad, el decano de la ciudad

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Natàlia Farré

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El edificio de La Llotja no necesita mucha presentación. Ya saben, ejemplo del gótico civil catalán, fue sede del Consolat de Mar primero y cuartel militar después, durante la ocupación de la ciudad por las tropas de Felipe V. Fue, también, cuna de la Reial Junta Particular de Comerç de Barcelona, y es, desde 1886, sitio de la Cambra Oficial de Comerç, Indústria i Navegació. Pero, además, fue y es sede de otra importante institución, quizá menos conocida pero no por ello menos importante: la Reial Acadèmia de Belles Arts Sant Jordi. Para los que no sepan muy bien qué significa eso, ahí van unos cuantos datos: allí se enseñaban las normas del arte antes de que los creadores modernos acabaran con el academicismo; allí hizo sus primeros pinitos con el pincel Pablo Picasso, también Joan Miró y Marià Fortuny, entre muchos otros; y allí se creó el primer museo de arte de la ciudad.

Tras 25 años, la conservadora deja el el puesto y genera un conflicto entre el presidente y un grupo de socios

El centro, pese a ser un gran olvidado del público, sigue en activo. Pero corre peligro. Más según unos, menos según otros. Veamos, la Reial Acadèmia Catalana de Belles Arts Sant Jordi custodia 700 óleos, casi 400 esculturas y miles de dibujos (solo de Lluís Rigalt hay 700). Y su cometido, desaparecida su función normativa y de formación, es mantener y dar a conocer dicha colección. Un fondo que empezó en 1775 y que se fue acumulando para que los alumnos pudieran aprender. Las obras de arte eran para los potenciales artistas como los cadáveres para los médicos en formación: piezas para tocar, restaurar, mirar, diseccionar... Los artistas ya no acuden a la Llotja pero las obras siguen ahí y de su mantenimiento se ha ocupado durante 25 años la misma conservadora.

Matar el museo es matar a la academia, dicen algunos de los académicos. ¿Por qué? Porque su responsable desde hace tres semanas ha dejado su puesto de trabajo. Ha marchado porque la junta no quiere mantenerle la jornada laboral. O porque la junta no puede, por motivos económicos, mantenerle la ampliación horaría que tenía desde hace tiempo. El porqué, ya se ve, depende de la parte que lo explique. Sea como sea, el caso es que la conservadora se ha ido, y el museo ha quedado desatendido. Por poco tiempo, afirma Joan Antoni Solans, el presidente, porque la idea es convocar concurso para cubrir el puesto. Con horario reducido, eso sí.

De Roma al MNAC

La colección recorre todo el canon del arte catalán, aunque su principal joya ni es catalana ni está en el edificio de la Llotja. Son los murales que Annibale Carracci realizó en una de las capillas de la iglesia de Santiago de los Españoles de Roma, la dedicada al santo franciscano Diego de Alcalá, también conocida como capilla Herrera porque la encargó y pagó Juan Enríquez de Herrera. Los murales llegaron a la Academia porque allí los mandó Isabel II. No todos, la mitad. La otra mitad está en el Prado. Y la unión está prevista para el 2020, con una exposición que itinerará por Madrid, Roma y Barcelona. El porqué están en Montjuïc y no en La Llotja es una cuestión de altruismo. La Academia los cedió en depósito cuando a principios del siglo XX la Junta de Museus hizo un llamamiento para crear el embrión de lo que ahora es el Museu Nacional.

Se sustituya o no a la conservadora, lo cierto es que el conflicto ha generado una crisis en la academia sin precedentes. El pasado 21 de noviembre, 13 académicos descontentos con la actuación de Solans intentaron forzar su marcha. Convocaron una sesión plenaria extraordinaria y ganaron la votación. Pero no la razón. Los estatutos no prevén que el presidente pueda ser destituido. Así que Solans dice que no se va. De momento. No quiere dejar el puesto sin sanear económicamente antes la entidad, cuyas subvenciones no están garantizadas.

Pero la parte contraria no afloja. Para ellos el museo es vital. Y no entienden como se puede prescindir de la conservadora que ha ordenado el museo decano de Catalunya (su nombre está en los tres catálogos de la colección: dibujo, pintura y escultura) y ha cuidado sus piezas durante un cuarto de siglo. No solo eso, hasta hace dos décadas, el centro solo abría una vez por semana para atender a los académicos; ahora acoge a los investigadores y a todo aquel interesado en el arte. Lo dicho: matar el museo es matar la academia.