IMPACTO SOCIOSANITARIO

Objetivo: sacar las jeringuillas de la calle tras golpear a los 'narcopisos'

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Beatriz Pérez

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Aún es pronto para extraer conclusiones firmes acerca del impacto social que traerá consigo la macrorredada policial contra los 'narcopisos' (la llamada 'operación Bacar') que tuvo lugar el lunes pasado. Esta se saldó con 55 detenidos y logró el cierre de 26 locales dedicados a la venta y consumo de droga, espacios donde los adictos podían inyectarse chutes heroína por entre 12 y 5 euros.

Para el Ayuntamiento de Barcelona, esta intervención es una buena noticia también desde el punto de vista de la salud pública, pues los 'narcopisos' se caracterizan, entre otras cosas, por carecer de condiciones higiénicas y de la inexistencia de un control de los toxicómanos. Todo lo contrario de lo que se puede encontrar en los centros de atención sociosanitaria (CAS) municipales, como es el caso de Baluard, en la avenida de las Drassanes.

En 'narcosalas' como esta los usuarios pueden inyectarse heroína de manera segura, además de contar con acompañamiento emocional y un equipo de profesionales que los intentan derivar a otros servicios. Las jeringuillas ahí utilizadas no acaban tiradas en las calles. De hecho, una de las pruebas más evidentes del funcionamiento de los 'narcopisos' en el Raval en el último año y medio era la cantidad de jeringuillas que se veían en la vía pública.

Normalidad en la sala Baluard

El consistorio espera que la intervención policial del lunes contribuya a paliar daños como este. Pero todavía no se pueden sacar conclusiones, como recordó el martes por la tarde la comisionada de Salut, Gemma Tarafa. Las dos primeras noches tras la macrorredada (las del lunes y el martes) hubo en la sala Baluard unos 77 consumos, una cifra ligeramente superior a la de días anteriores pero que se engloba dentro de la horquilla de los entre 30 y 88 consumos por noche del pasado verano. 

Uno de los motivos por los que los servicios municipales no están ni mucho menos colapsados tras la 'operación Bacar' es que la gran mayoría de adictos a la droga han fluctuado siempre entre lugares reglados (como la sala Baluard) y lugares no reglados, como los 'narcopisos'. Otro, también, que los toxicómanos se mueven siempre de manera itinerante siguiendo los puntos de venta de droga. En el Raval, según la asociación vecinal Acció Raval, hay 17 'narcopisos' aún activos.

Mayor presencia de los educadores

El ayuntamiento asegura haber reforzado estas zonas en las que aún se venden drogas con una mayor presencia de educadores. Si en el 2017 había 10 en el Raval, ahora hay 23, que se mueven más por los alrededores de los 'narcopisos' cerrados para acompañar a los toxicómanos a la sala Baluard. "Este acompañamiento es por seguridad: en una 'narcosala' tienen un control y así no se pinchan en la vía pública", dijo ayer Tarafa. La 'narcosala' Baluard, además, funciona desde este verano las 24 horas del día, una medida (inicialmente solo estival pero que después se mantuvo en el tiempo) que forma parte del plan municipal de choque específico e integral para combatir la problemática de las drogas en el Raval.

Según datos municipales, el número de usuarios de Baluard prácticamente se duplicó con respecto al año pasado: en agosto de este 2018 hubo 12.473 personas que hicieron uso de sus servicios, frente a las 7.487 de agosto del 2017. Desde el 2016, el ayuntamiento abrió el Centre d'Atenció i Seguiment (CAS) Lluís Companys, el CAS Les Corts, el CAS Horta y aumentó de dos a cuatro las plazas de la sala de consumo del CAS Fòrum. No fueron medidas muy populares porque ningún vecino desea tener en su barrio una sala de venopunción, pero evita que siempre sean los mismos quienes viven este tipo de realidades.

La media de edad de los heroinómanos usuarios de los servicios municipales es de 42 años. Y la de cocainómanos, de 39. La gran mayoría son usuarios habituales y de larga duración y un 10% de los que entran en un CAS piden seguir un tratamiento de desintoxicación.