BARCELONEANDO

Sombras coreanas

La compañía Arario Marionette Opera Ensemble se ha pasado tres días en Barcelona a lo largo de su gira europea

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Javier Pérez Andújar

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El otro día aprendí una palabra mágica en una representación de marionetas y sombras coreanas. Viene a ser como nuestro abracadabra pero sin palíndromo, pues se lee en una sola dirección. (Acordarse de los palíndromos se ha quedado tan antiguo como sacar un billete de ida y vuelta.) La palabra mágica, bueno, es más bien una expresión, dice así: 'Sung Gury Dang Dang, Sung Dang Dang'. La exclamaban los titiriteros de la compañía Arario Marionette Opera Ensemble, que se han pasado tres días en Barcelona a lo largo de su gira europea. Primero actuaron en Conca de Barberà, luego en la sala Fènix de la calle Riereta y al día siguiente fueron a visitar la casa taller de marionetas del desaparecido y legendario Pepe Otal.

Fue en la sala Fènix donde vi el espectáculo. Solo aquel día, este pasado lunes, solo a aquella hora, a las siete. Única sesión. Lo habían anunciado poco, pero salió en la cuenta de Twitter del colectivo Korea en Barcelona. La sala Fènix es un local pequeño en el corazón del Raval. En esa misma acera están el teatro Llantiol y el local semiclandestino que a veces pone en marcha Ramón Tornasol con su compañía familiar. La escena profunda, el derecho a soñar sin deberse a nadie, en unas calles donde la marginación y la injusticia se convierten en moneda política cada vez que se recrudecen. Unos ponen el dolor y otros ponen los gritos.

Mungyeong es una región popular por sus valles,  sus muchas cumbres llenas de escarpaduras y desgalgaderos, y sus bosques

A la entrada de la sala habían colgado una gran pancarta como las que se atan a las furgonetas, a los carromatos de las compañías ambulantes, en la que se anunciaba esta gira de los marionetistas coreanos (también han ido a Berlín, a Varsovia y a Praga, donde visitaron a un maestro de los títeres checos). La pancarta tenía dibujados los personajes, los duendes (los llaman 'dokebis'), el viejo dios, los leñadores, que protagonizan el cuento tradicional en que consiste la obra. Todo ocurre en las montañas de Mungyeong, en el interior del país. Es una región popular por sus valles, sus muchas cumbres llenas de escarpaduras y desgalgaderos, y sus bosques. En todo el mundo los cuentos vienen del bosque. Los hermanos Grimm fueron a lo más frondoso de los bosques mágicos en busca de la historia de Pulgarcito, de Caperucita, de Hänsel y Gretel... En África, en el Amazonas, este tipo de leyendas transcurren en el interior de la selva.

Vasos de té omija

De vez en cuando Felipe Cabezas salía del interior de la sala para asomarse a la acera y saludar al público que iba llegando. Felipe Cabezas es chileno pero lleva ya veinte años en Barcelona. Montó el teatro Fènix hace seis años junto con la italiana Isabella Pintani y los niños Gata y León. La niña Gata se llama Ágata, pero protesta y dice que no, que su verdadero nombre es Gata. El contacto con la Arario Marionette Opera Ensemble se lo proporcionó Ángel, de la compañía Saco de Huesos, que estuvo actuando en Corea y fue allí donde conoció a esta farándula que ahora ha ocupado la sala y que agasaja a quienes vamos llegando con vasos de té omija (té coreano). Es de color rojo, está hecho con bayas y tiene un sabor delicado. También regalaban chapas con los dibujos de los personajes que aparecen en la obra y en la pancarta. A mí me tocó el malo de la historia. Un leñador gordinflón que llora a lágrima viva porque no tiene la misma suerte que su vecino, el leñador bueno.

La función está hecha de sombras, marionetas, efectos especiales, canciones tradicionales y también música disco

En la función, hecha de sombras, marionetas, efectos especiales (¡explosiones!) y canciones tradicionales, y también música disco, se cuenta la desesperación de un dios de la montaña que no ha sido dotado de voz para el canto y que oye cantar muy bien a un leñador que tiene un bulto en la cara. Como se piensa que la música la lleva guardada ese hombre en la bolsa que le sale de la mejilla, se la compra por un saco de oro y encima le libera de esa excrecencia que le hacía tan feo. Pero entonces, el dios se da cuenta de que se ha equivocado, y que en la bolsa no hay nada. “Todas las canciones están en nuestra mente”, dice un personaje. Y otro sentencia “¿Cómo alguien tan tonto puede ser dios de la montaña?”.

Acto seguido, aparece el malo llorón, que envidioso de su vecino pretende engañar al dios, pero éste ya no pica, así que el leñador malo acaba llevando en su rostro su bulto y también el de su vecino. Una bolsa en cada moflete. Bueno, al final todo esto se arregla. Pero no sigo porque es mejor verlo.

Al inicio de la función, el director de la compañía, que llevaba el bigote y la barba a la manera del leñador malo, dijo que se llamaba Sang Kyun Choi, pero que podíamos decirle Sang (lo mismo que hay niñas que prefieren ser Gata antes que Ágata). Habían traído un kayagum. Es un instrumento milenario, una especie de cítara con cuerdas de seda, y la artista Mina arpegió en él músicas folclóricas de su país. Sang cantó con Mina el Arirang, es una pieza muy popular en Corea, acaso el himno del pueblo. Al final, la compañía se fotografió con los asistentes que quisieron, y posaba haciendo un gesto con los dedos que en occidente significa dinero (money, money), pero que en Corea quiere decir amor.