El problema del narcotráfico en Ciutat Vella

'Atractivo' narcopiso 'en traspaso' en el Raval

Vecinos de una vivienda de la calle del Peu de la Creu recurren a un original anuncio para denunciar la venta de droga

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zentauroepp45527868 narcopiso181019203121 / Àngel Garcia

Óscar Hernández

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"Se traspasa narcopiso. Gran oportunidad. Negocio en pleno rendimiento: entre 100 y 200 clientes a diario. Clientela fija: adictos a la heroína, al crack y a mucho más". Este es el anuncio con el que los vecinos de la escalera de  la calle Peu de la Creu, 21 bis han decidido plantar cara a la venta de droga en un piso después de no conseguir que Mossos d’Esquadra ni  Guardia Urbana les hagan caso. El cierre de otro narcopiso a pocos metros provocó la apertura de este nuevo punto de venta de drogas del Raval en un piso ocupado ilegalmente.

"Tenemos una vecina, de 90 años, que vive con su hija. Recoge todas las jeringuillas que encuentra en la escalera. Y el otro día llamó al narcopiso y le dijo a los que le abrieron: ‘Creo que esto es vuestro’. Es una mujer que lleva muchos años en el barrio. Sabe que la droga era un problema hace muchos años y que ahora ha vuelto con fuerza", denuncia Bernard Schmid, ciudadano francés propietario de uno de los pisos de la escalera y presidente de la comunidad de vecinos.

Trasiego continuo de gente

Junto a él se encuentran el italiano Carlo Maestri, recepcionista, de 36 años, y Eun Mi Purk, su pareja surcoreana, de 34. "Hemos llamado al 112, lo hemos dicho en la comisaria de los Mossos y en la de la Guardia Urbana de las Ramblas. Y siempre me preguntan si tengo pruebas o se encogen de hombros diciéndome que no pueden hacer nada", explica Maestri, indignado, en el rellano de  la portería mientras baja un yonki tapándose la cara con la visera de su gorra. Basta quedarse en la calle Peu de la Creu no más de media hora para comprobar el trasiego de gente en el inmueble 21 bis.

"No hacen nada malo. Nos ayudan. Porque además nos dan jeringuillas limpias. Cumplen una buena función social. También nos dejan lavarnos. Es mejor que vendan aquí la droga a que lo hagan en la calle", explica el drogadicto que acaba de salir en un marcado acento italiano, mientras alcanza la calle y pide no salir en las fotografías. También se niega a facilitar su nombre y a contar cuánto ha pagado por la droga.

De familia con niños a traficantes

Esa excusa de la supuesta función social del narcopiso no convence a los vecinos. Cada cinco minutos -comprobado entre las cinco y las seis de la tarde- aparece un nuevo comprador que sube al primer rellano. Los inquilinos del narcopiso miran por la mirilla antes de abrir. "Empezaron a finales mayo, cuando se fue el anterior inquilino. Primero vino una mujer con dos niños y ocuparon ilegalmente el piso. Los del juzgado y la policía comprobaron que había niños viviendo y ya no les pudieron echar. Luego, la familia se fue y aparecieron los vendedores de drogas", explica Schmid, que como presidente de la comunidad no ha parado de hacer gestiones para solventar el problema.

En una rápida visita al edificio, en el que no paran de entrar y salir clientes, con un aspecto la mayoria de las veces que denota su peculiar estado de dependencia, se pueden ver varios síntomas de la actividad. La cerradura de la puerta de la fachada ha sido bloqueada para que los yonkis puedan abrirla sin picar al timbre. El cable del portero automático está cortado. En la escalera van apareciendo jeringuillas. Se oyen gritos y peleas a cualquier hora. También desaparecen las cartas de los buzones de los vecinos. “Hace tiempo que ya no me llegan facturas ni las tarjetas del banco”, cuenta Mi Purk. Pero lo más impresionante es el continuo entrar y salir del personas. Todos suben al entresuelo y desaparecen tras la primera puerta.

También chicas jóvenes

“A veces vienen chicas muy jóvenes, extranjeras, que llevan tiempo viviendo en el barrio. Seguramente vinieron un día a Barcelona y se han enganchado a las drogas. Es posible que ofrezcan sexo si no tienen dinero. Me dan mucha pena. Quiero ayudarlas pero no sé cómo hacerlo. Si viniera gente del ayuntamiento les podrían informar y ofrecerles ayuda”, cuenta Schmid, justo en el momento en que la surcoreana Mi Purk abre su buzón y encuentra un folleto titulado Pla de xoc per abordar la venda i el consum de drogues al Raval 2017-2020.. ¡’Qué casualidad! Al rato, dos hombres, que aparentan ser paquistanís o indios, bien vestidos, salen del narcopiso. Se alejan calle abajo. No parecen drogadictos “Creemos que no solo vienen yonkis. También otras personas que compran la droga para venderla en otros sitios”, precisa Schmid.

La idea de hacer un anuncio y distribuirlo en papeles con la oferta del traspaso del narcopiso fue suya, pero con el apoyo del resto de la comunidad, que también ha aprobado instalar de forma inmediata una cámara de videovigilancia para ponerla en el portal. «Quisimos contratar un vigilante en la escalera pero las empresas de seguridad no quieren venir cuando hay un narcopiso porque dicen que la policía no les hacen caso si hay problemas», afirma Schmid. 

"La mayoría de los propietarios está en el extranjero. Y varios inquilinos se han ido para no volver. Pero todos estamos unidos, dueños e inquilinos. Nadie quiere un narcopiso en la escalera y ya no sabemos qué hacer para llamar la atención y que lo cierren”, relata este ciudadano francés. “Por la gente que viene calculo que deben ganar 5.000 euros al día. No me extraña que sigan haciéndolo si además nadie viene a impedirlo”, se lamenta el presidente de  la comunidad.