BARCELONEANDO

La gente normal de Sant Ildefons

Àlex Raventós ha dibujado un conmovedor retrato colectivo de los habitantes de este barrio de Cornellà

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Javier Pérez Andújar

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La galería tiene forma de ele y fue al principio una carpintería. Entonces Gràcia era un barrio rebosante de artesanos que estallaba candorosamente en sus fiestas populares. Ya no. A la entrada del local hay una vitrina con maderas de deriva, pero no son restos de la carpintería, sino que las ha ido recogiendo el dueño, Carles Roig, porque además de ser fotógrafo le gusta la escultura, y le gusta cómo son las cosas, y por eso las fotografía y las guarda. Luego el sitio se convirtió en una tienda de segunda mano que se llamaba Zoo, pero ya hace diez años que la Retrateria está instalada en esta casa de la calle Mozart, 14, y en ella tiene Carles Roig su estudio fotográfico, donde también celebra presentaciones de libros y exposiciones. Sus paredes son blancas como las casas de los pueblos y las cuevas andaluzas, y el techo es un mar invertido, sumergido sobre el oleaje de apretadas bóvedas que se suceden, y que nuestros arquitectos llaman la 'volta catalana'. Dentro de la ele surge una vida distinta lo mismo que ocurre con las mayúsculas, las capitulares, de aquellos manuscritos medievales. Aquí se trata de un patio al aire libre lleno de plantas, que cultiva la compañera del fotógrafo, y con una caseta para los pájaros.

A Àlex Raventós le gusta la gente, y por eso la fotografía, la dibuja y la guarda

Hasta el 31 de octubre, expone sus pinturas Àlex Raventós en esta galería. No he contado cuantas pinturas hay. Muchas. Están las paredes llenas, y además sobre las mesas se muestran más dibujos y fotos. Lo que le gusta a Àlex Raventós es la gente, y también por eso la fotografía, la dibuja y la guarda. Esta vez se ha pasado tres o cuatro años yendo al barrio de Sant Ildefons, en Cornellà, y así ha dibujado un conmovedor retrato colectivo de sus habitantes (la mayoría gente mayor, clase trabajadora fuera de juego), y de sus bloques (medianeras de cemento, uralita en las paredes, celosías de ladrillo). Àlex Raventós tiene su estudio en la zona de Lesseps, salió de Bellas Artes y se gana la vida como profesor técnico de artes gráficas en la FP. Vamos, que se parece como un huevo a una castaña a la gente que ama y ha pintado.

Bolsas del súper y muletas

-¿Quién va a colgar un cuadro así en su casa? -dice el artista señalando cada una de las pinturas que recorremos. Lo que se ve en ellas son mujeres con bolsas del súper que llevan vestidos con estampados de mercadillo, gente que anda con una muleta del médico, que lleva la garrafa de plástico del agua y la ha puesto en el suelo para descansar, y que por el bolso de la compra le asoma el pack con los rollos de papel higiénico, que nunca hay manera de meter en ninguna parte; hombres que posan con el carrito de la compra, aún vacío, ante la portería de su bloque (carpintería de aluminio, cristal esmerilado, paredes recubiertas de terrazo), señores que pasan junto a un locutorio con el abrigo acolchado abierto, el jersey verde debajo y las gafas para ver bien, que es para lo único que se necesitan unas gafas.

Àlex Raventós vive en la contradicción de que el tema que ha elegido para su pintura, el lenguaje en el que cree como artista, no le gusta al público del arte porque no obedece a ninguno de los cánones estéticos, ni acaso morales, que se esperan de un pintor de Barcelona de 57 años, y que no pretende ser 'underground', ni sociológico, ni quiere nada más que hacer retratos mirando de cerca, comprendiendo los rostros y lo que los rodea como pasaba en los cuadros de aquellos flamencos y holandeses que retrataron a la primera burguesía. ¿Se acuerdan de Van Eyck, del matrimonio Arnolfini en su casa con el perrito, la cama, la lámpara dorada, el espejo redondo, los zuecos, todo lo que era suyo y les hacía ser ellos? Pues lo mismo.

El artista humaniza hasta la médula los retratos de este barrio sobre el que han pasado todos los ciclones

Otra vez, antes de trabajar en esta serie, Àlex Raventós puso un anuncio en la revista 'Segona Mà' pidiendo "gente corriente" para que le hiciese de modelo. Pagaba a 300 pesetas la hora y se presentó un montón de personas normales. Algunos de aquellos retratos forman parte de esta exposición. Como pagaba por horas, pintaba muy rápido para ahorrarse pasta. La gente, en general, se reconocía, pero tampoco se iba convencida de gustarse. Quizá sea porque el artista muestra el lado de la vida que menos soportamos, en el que más normales y corrientes somos, es decir, más reales y frágiles.

Àlex Raventós explica que busca pintar a la manera de Giotto, de los hermanos Lorenzetti, de los primitivos italianos. En gran medida se refiere a que no tiene en cuenta las reglas de la perspectiva y de las proporciones que se implantaron después, en el Renacimiento. Pero esa naturalidad, esa emoción, ese hacer grande lo que más se valora independientemente de lo grande que sea todo lo que lo envuelve, es lo que humaniza hasta la médula los retratos de este barrio sobre el que han pasado todos los ciclones (el del la emigración, el de la explotación, el del paro, el de droga, el de las ilusiones, el de la crisis, el de hacerse viejos...). Antes de exponer en la Retrateria, quiso presentar la serie en Cornellà para devolver a la gente lo que les había robado, pero no le hicieron caso.