BARCELONEANDO

La vuelta a Glòries en 80 semáforos

Las obras perpetuas en la plaza la han convertido en el mayor festival urbano de luces de paso

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Mauricio Bernal

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Uno puede, para dar la vuelta a Glòries en 80 semáforos, empezar por el cruce de la Diagonal con Badajoz, decidir que este es el comienzo, que la Torre Agbar con su vertical orgullo marca un punto de partida, y decidir también que el hombrecito para peatones mudando a verde es ¡bang! un pistoletazo de salida, y cruzar, y empezar la vuelta a Glòries en 80 semáforos. Uno puede aprovechar que el verde para peatones aquí es generoso, de 75 segundos de generosidad exactamente, lo cual debe ser un récord mundial de generosidad para peatones habida cuenta de que el cruce es minúsculo, y se precisan, ¿a ver?, tres segundos de paso veloz, cinco de paso normal, seis de paso tropical para salvarlo. Cuando la vida no ofrezca más incentivos uno puede cruzar 15 veces de ida y vuelta el paso de peatones de la Diagonal con Badajoz, a la sombra de la Torre Agbar, para olvidar que todo es mentira y nada es amor.

Cuando la vida no ofrezca más incentivos uno puede cruzar 15 veces de ida y vuelta el paso peatonal de Diagonal con Badajoz

Uno puede, para dar la vuelta a Glòries en 80 semáforos, sinuosamente surcar la acera frente al Museu del Disseny, después frente a la plaza adjunta –sinuosamente también–, y entonces uno, dando la vuelta a Glòries en 80 semáforos, verá brotar en el horizonte urbano otro signo de puntuación, el segundo árbol de luces del periplo, la puerta que arroja al desorden de espejos de los Encants. El rojo para peatones dura 46 segundos, el verde, ¡bang!, 49: esto no es generosidad sino equilibrio. Claro que, para dar la vuelta a Glòries en 80 semáforos, uno habría podido entrar en la plaza (es un decir, entrar adónde, se dirá) por el paso situado frente al museo: rojo para peatones, 50 segundos, verde, ¡bang!, 24, y contemplar, porque se pone de frente, el espectáculo de las grúas, el poema volador de una caseta sanitaria mientras la transportan enganchada por el aire; y volver después a la acera sinuosa por otro cruce, otro semáforo: rojo para peatones, 62 segundos, verde, ¡bang!, ¡bang!, ¡bang!, 29. Uno habría podido. Pero uno ha preferido el atajo.

Churros para lo peor

Uno, para dar la vuelta a Glòries en 80 semáforos, puede descender por la rampa que bordea el mercado mientras lo arropa el bla bla bla del intercambio comercial, ese murmullo, uno diría que multiplicado por los espejos. Uno llega entonces a la esquina con Castillejos y el destino lo enfrenta con un desafío, algo mayúsculo, dos semáforos seguidos, una cumbre del viaje en 80 semáforos por Glòries; quizá no un premio de montaña de primera pero sí de tercera categoría. Primer semáforo: rojo para peatones, 68 segundos, verde, ¡bang!, 27. Segundo semáforo: rojo, 64, verde, 31, bang. Y qué premio, señoras, señores, para el viajero encumbrado por el esfuerzo, la churrería J. Alpuente en la siguiente esquina se ofrece con qué naturalidad como punto de avituallamiento, un chocolate, unos churros, unas patatas. Que ahora viene lo peor. La vuelta a Glòries en 80 semáforos llega, no es por asustar, a la Gran Via.

Y qué premio, señoras, señores, para el viajero encumbrado, la churrería J. Alpuente en la siguiente esquina

Rojo para peatones, 68 segundos, verde, 27, ¡bang! Uno, dando la vuelta a Glòries en 80 semáforos, se encuentra en este punto con una estampa de futuro, los letreros que decoran las vallas de las obras, un efebo en actitud distendida tumbado sobre el césped, por ejemplo, ¿qué césped?, se pregunta uno. El que habrá en el porvenir donde ahora hay obras, grúas, polvo, todo menos un pastito. La vuelta a Glòries en 80 semáforos atraviesa la Gran Via en dos tiempos, un semáforo para cruzar al centro, uno del centro a la otra acera. Rojo para peatones, 72 segundos, verde para peatones, 23, y bang de nuevo: la conquista del lado montaña. El bucólico futuro acaso le depare a la terraza del Portal dels Encants, aquí, en Gran Via y Castillejos, unas vistas de pradera suiza con cerveza de verano, pero de momento todo es dureza, cemento, polvo. Pero quién ha dicho que una cerveza sabe peor mirando grúas.

Uno debe, para dar la vuelta a Glòries en 80 semáforos, subir una rampa que transcurre por tierra de nadie y bajar otra rampa ídem hasta Badajoz (Badajoz de nuevo), rojo para peatones, 75 segundos, verde para peatones, 21. Uno debe bordear La Farinera, el instituto Salvador Espriu, otro semáforo, rojo para peatones, 29, verde para peatones, 66. Uno debe cruzar de nuevo la Gran Via por el centro comercial, rojo para peatones, verde para peatones, bang, luego la Gran Via, ahora de vuelta, y ya está, uno le ha dado la vuelta a Glòries en 80 semáforos. No son 80, pero Verne es Verne. ¿Y para qué sirve todo esto? Para nada.