contracrónica desde el altillo

Pasen y vean, el hombre bala de la política

Valls convierte la presentación de su candidatura en el CCCB en una opa en toda regla sobre el legado del maragallismo

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Carles Cols

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La elección del altillo del Centre de Cultura Contemporània de Barcelona (coquetón, ideal parejas, o algo así se diría si estuviera en venta) para presentar la candidatura de Manuel Valls a la alcaldía de Barcelona ha sido un error. O no. La expectación era tan alta y el espacio disponible tan poco que se han quedado fuera buena parte de los medios de comunicación que habían acudido a la cita. También parte del público. Ha sido un contratiempo no previsto, o quizá sí, a ver qué candidato consigue un llenazo similar, como si esta fuera la noticia más importante desde la resurrección de Jesucristo (¡así tituló un diario de Nueva York la hazaña de Charles Lindbergh en 1927!). Las estrategias de comunicación a veces son muy raras. El propio Valls lo es. Su trayectoria da un juego infinito. “Un electrón libre”, tituló ayer el diario francés Liberation“Un Sarkozy de izquierdas”, apuntó en una ocasión The Economist, no queda claro si como elogio o como demérito. Un diputado británico dijo tiempo atrás que es lo más parecido a Tony Blair que tienen en Francia. ¡Glups! En Barcelona pretende ser el nuevo Pasqual Maragall. De ahí, tal vez, la elección del CCCB como escenario. Toca viajar en el tiempo. Suban a la máquina.

La historia se puede contar más o menos así. En los años 80, aquel punto geográfico de la ciudad no era recomendable de madrugada. Eran los años de la heroína, que entonces no era barata como ahora. Fueron años violentos. Los vecinos decían que incluso de hambre. Maragall le hizo caso a Oriol Bohigas y puso en marcha un zipizape urbanístico que no siempre fue bien comprendido. Se empeñaron ambos en abrir una plaza donde no la había y en plantar en una de sus aceras un colosal edificio blanco, el Macba, Detrás, el CCCB. Luego vendría la Universitat de Barcelona. El resultado de todo aquello es conocido. El final de la conferencia de Valls (sirva esto como ejemplo) coincidió con la hora de salida de clase de los universitarios. Eran las ocho de la tarde. La calle de Montalegre lucía estupenda.

Si Rivera y Arrimadas esperaba que Valls fuera como Victor Laszlo en 'Casablanca', se llevaron un chasco

Desde el altillo del CCCB se divisa el corazón del Raval. Allí se llevó a cabo una operación similar para combatir la creciente degradación del barrio. Así nació la Rambla del Raval. La Filmoteca de Catalunya, otra vez un equipamiento cultural, fue la guinda de aquella intervención de emergencia. El problema es que, como ya pronosticó Bohigas en su día, ese centro de Barcelona, a la izquierda de la Rambla según se sube, requiere de permanente inversión económica y política, mucho más que buenas palabras, para evitar lo que él llamó una indeseada “metástasis urbanística”. Valls, he aquí el final del viaje en el tiempo, subrayó en su intervención que la elección del CCCB no era gratuita. A su manera, hizo una opa sobre un pasado de Barcelona en el que, por cierto, nada tiene que ver el único partido que le da respaldo, Ciudadanos, al que a la hora de la verdad orilló mucho más de lo previsto. Si Albert Rivera o Inés Arrimadas (que delegaron su presencia en el diputado Ignacio Martín Blanco) esperaban que en la presentación de la candidatura Valls fuera el Victor Laszlo que en Casablanca. “Soy un hombre de izquierdas”, llegó a decir orgulloso.

Reacción en cadena

Menudo encantador de serpientes. Menudo acróbata. Blair francés, Sarkozy de izquierdas, todo se le queda corto. Por seguir con los equivalentes circenses, es el hombre bala de la política, una disciplina del mundo del espectáculo muy singular a poco que se repare en ella, porque, a diferencia de la munición real, el hombre bala puede ser disparado más de una vez, ora como primer ministro francés, ora como alcaldable por Barcelona. El reto, claro, es caer en la red, no romperse la crisma. La expectación, lo dicho al principio, era mayúscula. Había tanta prensa local como francesa. Los del Liberation andarían por ahí. Es un acierto eso del electrón libre. Cualquier estudiante de física, preferentemente de la rama atómica, sabe que son capaces de desencadenar reacciones cadena, y resulta obvio que eso es lo que está sucediendo en la política municipal de Barcelona.