EL PERFIL

Valls o la habilidad del camaleón

Manuel Valls, en un acto de Societat Civil Catalana

Manuel Valls, en un acto de Societat Civil Catalana / FERRAN NADEU

Eva Cantón

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“Siempre pensé que tenía las capacidades para asumir las más altas responsabilidades de mi país”, le decía Manuel Valls en 2014 al semanario satírico 'Canard Enchainé'. Entonces era el primer ministro del Gobierno socialista de François Hollande pero su ambición ya apuntaba hacia el Elíseo.

Ni su escasa popularidad ni el modesto 5,6% de los votos que había logrado tres años antes en las primarias del Partido Socialista le hicieron desistir y cuando Hollande anunció por sorpresa en diciembre del 2016 que no optaría a la reelección, Valls dio el salto. Pero tropezó con el partido.

El candidato del ala izquierda, Benoît Hamon, le apeó de la carrera un mes más tarde. Pero Valls encontró un resquicio en las filas del nuevo presidente y se unió a la fiebre macronista presentándose a las elecciones legislativas de 2017 bajo la bandera de ‘La República en Marcha’.

Fue el penúltimo capítulo de la guerra entre las dos izquierdas irreconciliables que Valls fustigó durante años levantando el acta de defunción de un partido que abandonaría meses más tarde tras 37 años de militancia. "Este Partido  Socialista está muerto. Es pasado", dijo.

Valls entró muy joven en la arena política. Fue asistente parlamentario a los 23 años. De 1988 a 1991 trabajó en el Gabinete del primer ministro reformista Michel Rocard y luego trabajaría con Lionel Jospin de 1997 al 2001.

A los 16 años fue consciente de que no era ciudadano francés cuando fue interrogado para renovar su tarjeta de residencia

Sucesivamente rocardiano, jospinista, ségolénista y hollandista para acabar orillado por el macronismo en una Asamblea Nacional de la que está a punto de desaparecer, Valls ha confesado que una de las decisiones que más le han marcado en la vida fue la de enrolarse en el Partido Socialista. Entonces sus referentes eran Willy Brandt, Olof Palme y Felipe González. “Sigo siendo coherente con mis primeros compromisos”, ha llegado a decir.

La otra decisión clave fue convertirse en ciudadano francés. A los 16 años se dio cuenta de que no lo era cuando acudió a una comisaría de París a renovar su tarjeta de residencia. Tuvo que responder a numerosas preguntas durante una entrevista con aires de interrogatorio. 

Nacionalidad francesa

“Fue sin duda en ese momento cuando me planteé la cuestión de la nacionalidad francesa”, recordaba hace unos años en ‘Le Parisien’. Hasta entonces, Manuel Valls (Barcelona, 1962), de padre catalán -el pintor Xavier Valls- y madre italo-suiza, vivió plenamente su triple cultura española (y catalana, dice), italiana y francesa.

En la casa parisina de sus padres, frecuentada por intelectuales y exilados españoles, se hablaba catalán. En el colegio, francés. “Me sentía al mismo tiempo español y francés”, relataba. Reputado culé, en los once años que pasó al frente de la alcaldía de Evry, en la periferia parisina (2001-2012), se empleó a fondo para reforzar la seguridad.

De esa época, y del respaldo que le dio al entonces presidente francés durante las revueltas en las ‘banlieues’ le viene la etiqueta de ‘Sarkozy de izquierdas’ que el también ministro del Interior arrastró durante mucho tiempo.

Su firmeza, su estricta concepción del laicismo y su lucha sin cuartel contra la ultraderechista Marine Le Pen fueron señas de identidad de un mandato que estuvo cruelmente marcado por los peores atentados terroristas de la historia reciente de Francia.

Una antigua ministra de Nicolas Sarkozy dijo de él que tenia más enemigos en su propio campo que en la derecha. Y Valls admitía en abril del 2016 en la revista ‘Society’ que “es más difícil ser de izquierdas que de derechas”.

“Es más difícil gobernar cuando se está en la izquierda porque hay un cuestionamiento moral permanente. El ejercicio del poder no está exento de contradicciones entre los compromisos y la realidad”, decía este fan de Mozart, que tiene ‘La insoportable levedad del ser’ de Milan Kundera como uno de sus libros de referencia y que, según sus antiguos colaboradores, derrocha sangre fría y serenidad cuando la situación es adversa.