BARCELONEANDO

El 'making of' de la esquela

Oriol Querol

Oriol Querol / .44980705

Olga Merino

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Aunque todavía no han puesto las calles, la mañana ya huele a churros de mercadillo. Es muy temprano en los Encants, la hora nebulosa en que los subasteros se pelean por lotes enteros de pisos vaciados tras el fallecimiento de sus propietarios. Un lugar de sorpresas, el mercadillo, que visita a menudo el periodista Oriol Querol. Fue así, curioseando por los pasillos del rastro, cómo el reportero del programa 'Salvados', de la Sexta, se tropezó la mañana de un sábado cualquiera con las pertenencias de Emilio Miró Paniello. ¿Que quién era? Pues el señor de la esquela que se ha hecho famoso, un caballero que invitaba a su funeral en Sancho de Ávila con un escrito muy sugerente en los periódicos: "Ha dejado este mundo sin haber aportado nada de interés. Creyendo en un Dios que espero que exista".

Rebuscando entre el montón de enseres —había cuadros, aparatos de radio antiguos, una chistera, bibelots inservibles—, Querol (@OriolQF) dio con el diario personal de Emilio, regateó y acabó comprándoselo al mercader por 10 euros. Lo leyó de cabo a rabo y en sus páginas descubrió que el caballero de la esquela había estado secretamente enamorado de su prima Mari, que vivía en Monzón (Huesca). ¡Un amor imposible! ¡Un historión! Resumiendo mucho, abrió un hilo en Twitter contando las pesquisas, y lo petó: ya lleva 18.000 retuits.

Dicen que Twitter es un lugar lleno de gente enfadada, un patio de Monipodio con navajas, pero de vez en cuando, entre col y col podrida, asoma una lechuga fresca como las que planta Querol, historias mínimas que enganchan, contadas en píldoras de 140 caracteres y espaciadas en el tiempo, como los folletines y novelas por entregas. Tolstói ya lo hacía en el siglo XIX. Solo que, como cobraba por página y andaba siempre entrampado, a veces se pasaba de frenada y colaba, en medio 'Guerra y Paz' o 'Ana Karénina', sermones insufribles con sus ideas acerca de Napoleón, el matrimonio o la economía agrícola. Nabokov se aburría terriblemente con el predicador.  

Pero, en fin, a lo que íbamos. A los relatos de Querol y al hecho de que la red de microblog se haya convertido en una nueva forma de narrar ficción o de encauzar historias que no caben en el periodismo más ortodoxo. El medio es el mensaje. Dosis pequeñas, síntesis, ritmo y casi casi contadas en tiempo real.  El periodista se puso a experimentar con este formato el pasado mes de abril, y desde entonces ha abierto cuatro hilos en Twitter con bastante éxito. El primero, en torno a un negativo, muy maltrecho, que se encontró en la plaza de Letamendi (7.000 retuits). A los tuiteros les entusiasmó la idea de jugar a los detectives y averiguar quién era la familia que aparecía en las cuatro fotografías y situarla en el tiempo mediante pistas insignificantes como los interruptores de la pared o la marca de la trona en que aparece sentado un bebé.

Luego siguieron otros dos hilos, el de un misterio en torno a los planos originales de Gaudí y la Sagrada Família (7.000 retuits) y el de la mujer tapada con un niqab de la cabeza a los pies que posan para un pintor callejero, en una imagen que se había hecho viral. ¿Qué sentido tenía hacerse un retrato si solo se le veían los ojos? Pues bien, Querol se plantó al final de la Rambla, frente a la escuela Elisava, y descubrió que la verdadera historia se escondía en el artista, el pintor colombiano Galo Ariel Vega, y en el sueño de construirse una casita de madera en un pueblo costero del Caribe llamado Capurganá. Palmeras, selva, arena blanca. El relato ya suma 15.000 retuits.

Querol tiene muy clara cuál es la estructura de los mejores hilos: un arranque con gancho, giros jugosos para que el lector se quede porque quiere saber más y un buen final para que los tuiteros compartan la historia. O sea, nada nuevo bajo el sol, sino volver a las esencias. La vieja Poética de Aristóteles (planteamiento, nudo, desenlace). Somos seres ávidos de historias. El amor, los sueños, la muerte… En el fondo, no hemos salido de la caverna, del corro alrededor de la hoguera, donde el más viejo de la tribu contaba a la audiencia fascinada cómo cazó a aquel bisonte rojo, enorme y diabólico.