El 'overbooking' turístico en el transporte público castiga al barcelonés

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Patricia Castán

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Hace ya tiempo que muchos barceloneses desistieron de visitar la Rambla, el Gòtic o la Sagrada Família con tal de sortear la saturación turística de los puntos calientes de Barcelona. Incluso dejaron de comprar en el Portal de l’Àngel, o de comerse una paella en la Barceloneta por la misma razón. Hay barrios, comercios, servicios… que uno puede evitar en una ciudad con tanta oferta como la capital catalana. Pero no hay elección cuando se trata de una necesidad básica como coger el metro, el bus o Rodalies para la movilidad cotidiana. Es uno de los aspectos más indigestos de la convivencia entre residentes y turistas, con auténticos ‘overbookings’ estivales en los tramos que coinciden con los puntos de interés turísticos. Y es que los visitantes –entre quienes pernoctan y los excursionistas de un día- suman más de 800.000 desplazamientos diarios en verano, hiperconcentrados espacialmente.

Lo sufren desde un trabajador de vuelta en metro a su casa en el barrio marinero (luchando contracorriente contra la marea guiri hambrienta de playa que sale y entra de la estación de Barceloneta de la línea amarilla); a uno que viva en el Maresme y deba comerse 45 minutos de trayecto en la R1 de pie, rodeado por turistas con pulsera de todo incluido en hoteles de playa que van a asomar la nariz a Barcelona; incluso una abuela que coja el bus 24 y 92 para ir al médico, entre un millón de ejemplos.

El ayuntamiento tiene perfectamente diagnosticada la situación, como se constata en la Estrategia de Movilidad Turística de Barcelona presentada a finales del año pasado –en base a datos del 2016-, donde se diagnostican los problemas de compatibilización de usos y se plantean interesantes estrategias y propuestas a desarrollar a corto plazo, aunque esa implantación esté todavía bastante verde, y vinculada a la tarjeta inteligente y los cambios que la Autoritat del Transport Metropolità planea para el 2019, si no hay más retrasos.

Las cifras que se manejan actualmente parten de que Barcelona recibe 28,1 millones de visitantes anuales, aunque 5,1 millones son población de fuera de la región metropolitana y que visita Barcelona por ocio (desde ir de compras a ir al teatro). La radiografía de la movilidad turística con la que trabajan las áreas de Turismo y de Movilidad municipales aluden pues de 23 millones de turistas, de los que 17,4 millones se alojan en la ciudad, mientras que la friolera de 4,3 pernoctan en puntos de Catalunya y vienen a pasar el día. Otros 1,3 millones son cruceristas en escalas de unas horas.

El verano del año pasado, singular por la repercusión del atentado de agosto, hizo que esta cuestión quedara fuera del debate público. Pero este 2018, con algunos barrios sufriendo de pleno los efectos del turismo 'low cost', ha vuelto a dar protagonismo al tema. Entre las peticiones urgentes de los vecinos de la Barceloneta para pacificar su barrio está repensar la movilidad y frecuencias y accesos al transporte público, del que se sienten expulsados. 

Ciudad en movimiento

Se calcula que, en promedio, Barcelona absorbe los movimientos de unos 154.641 visitantes diarios, que en verano suelen ser bastantes más. A cada uno se le calculan casi cuatro desplazamientos diarios, lo que supone unos 600.000. El informe, no obstante, recalcaba que en temporada alta llegan a ser 220.000 turistas y alcanzar más de 800.000 movimientos. Es decir, que durante el año representan entre un 10 y 15% de la movilidad total de la ciudad. 

La llegada a Barcelona de los que pernoctan en localidades de costa y vienen a pasar el día ya pone a prueba la paciencia de los usuarios de esas líneas. En en el conjunto de la R1, por ejemplo, a falta de los últimos datos, Renfe destaca que en mayo del año pasado hubo 1,45 millones de viajeros, mientras que en julio -cuando los traslados de trabajadores caen en picado- fueron 1,55 millones. En las localidades con más componente vacacional los datos son más rotundos: aumentos del 37% de usuarios en Blanes, del 35% en Santa Susanna, de 53% en Sant Pol, del 43% en Caldes d'Estrac o del 25% en Calella. Hacia el sur, otro tanto sucede con el trasvase de excursionistas desde Sitges.

Es obvio que sus movimientos pueden no afectar en absoluto a vecinos de barrios periféricos y que no se desplacen fuera de su zona, mientras que chocan de pleno con quienes usan el transporte para dirigirse al centro o simplemente para atravesarlo. El tramo central de las líneas verde, roja o –en especial- amarilla, o el próximo a la Sagrada Família en la azul o la morada pueden ser un infierno, sobre todo en horas punta -como de 7.00 a 9.00 o de 18.00 a 20.00, subrayaba el análisis-. Tanto durante el trayecto como para acceder a las estaciones. Cabe recordar que 15 estaciones de metro absorben dos terceras partes de esta movilidad turística. 

El caso del suburbano

Los momentos de vagones abarrotados son diarios. De hecho, la ciudad cada vez es más activa en verano, y más viva en agosto. Y se calcula que los turistas realizan una media de 196.000 viajes en metro diarios, que representa de un 14% a un 17% del total de usarios del suburbano. Un porcentaje aún mayor en plena temporada alta, cuando sube la media turística y baja la presencia de población local.

Dentro de la ciudad, los visitantes se mueven sobre todo a pie (45%) –por la proximidad entre iconos turísticos- o en metro (33%), mientras que bus, taxis o bus turísticos rondan el 5% cada uno.  Pese a la escasa cuota del bus, su presencia es tan manifiesta en las mencionadas líneas o cualquiera de las paradas de las playas, el parque Güell, la Sagrada Família, la plaza de Catalunya o Montjuïc, que la sensación de ir como sardinas se multiplica. Y la indignación sube cuando muchos de los usuarios foráneos no pagan su billete.

Eso sí, cuando pagan, el 63% elige la T10 (el título más subvencionado en la red de transporte), lo que ya hizo al ayuntamiento el año pasado poner sobre la mesa la idea de que la futura T-Mobilitat premie a los usuarios fieles y penalice a los esporádicos, como sería el caso de los turistas, que podrían pasar a pagar el doble. No obstante, fuentes municipales apuntan que en la primera fase de implantación de la tarjeta -centrada en la parte más técnica- posiblemente no se podrán afrontar aún los cambios tarifarios. Curiosamente solo usan su tarjeta específica Hola BCN! en un 12% de los casos.

Pero la indigestión turística en materia de movilidad se cocina con otros muchos más ingredientes: como la proliferación de vehículos de movilidad personal (del patinete eléctrico al segway) que no cumplen la normativa al circular; los 9 millones de validaciones anuales en los buses turísticos (con paso de hasta 40 en horas punta en zonas centrales) o llegada de hasta 250 autocares turísticos diarios en verano.     

Refuerzos de temporada alta que se quedan cortos

Como viene siendo habitual, el ayuntamiento ha reforzado este verano líneas de bus con alta demanda como la 39 y la 45, y en el caso de la Barcelona, específicamente las D20, 59 y V15. Se aumenta la capacidad con buses articulados y se incrementan las frecuencias según los días y acorde a la movilidad hacia las playas y el centro, cada 6-10 minutos. Como esta coyuntura es fruto de la alta afluencia turística, el teórico despliegue bebe presupuestariamente de la tasa turística: 1,88 millones en esta ocasión.