delito en auge

"Antes de que me diera cuenta ya me habían robado el reloj en Barcelona"

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Patricia Castán

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En Barcelona existen ya casi 40 hoteles de cinco estrellas o gran lujo, que suman unas 12.000 plazas. Son el hábitat natural de los viajeros más adinerados que visitan la ciudad, que pagan entre 250 y 10.000 euros al día por alojarse en una habitación o una supersuite y cuando se mueven por Barcelona exhiben con naturalidad signos de su alta capacidad adquisitiva, donde no falta un reloj caro. Una coyuntura que convierte a este segmento en las víctimas más buscadas por los ladrones de relojes de lujo, que muchas veces inician los seguimientos a la salida de hoteles, de comercios de lujo, de restaurantes caros o de clubes nocturnos.

"Hace un par de años buscaban robarles la cartera o el móvil, ahora tienen fijación por los relojes", señala el conserje de un céntrico hotel de lujo. "Nos vienen clientes a los que han robado día sí y día no, aunque les advirtamos de que intenten llevar tapada la muñeca o vayan con cuidado". Cita robos a estadounidenses, británicos, rusos, japoneses... "La imagen que se llevan de la ciudad es terrible", agrega, y pide preservar el anonimato. 

El paseo de Gràcia es uno de los epicentros de esta actividad delictiva, al igual que el Gòtic y el Eixample central, pero tampoco se escapan la zona alta o el litoral, allá donde haya alojamiento o comercio de lujo. En un conocido establecimiento del paseo explican el caso de un turista londinense al que robaron un Rolex de unos 15.000 euros en su primer día en Barcelona. "Acababa de hacer una compra aquí y le robaron a unos pocos metros de la tienda por lo que volvió a pedir ayuda. Nos dijo: 'Antes de que me diera cuenta ya me lo habían quitado'. No daba crédito, se lo arrancaron y salieron corriendo".

Nocturnidad y alevosía

Los porteros de hoteles y de discotecas se han convertido en testigos del fenómeno y aliados de la policía. Los ven venir al vuelo y tratan de alertar a sus clientes, que no siempre son extranjeros. En la franja nocturna, lo que aprovechan los delincuentes es la salida de público de las zonas de ocio, que si ha consumido alguna copa puede tener menos reflejos para ver venir el peligro.

En la calle de Tuset, donde conviven varios locales de moda, la vigilancia de los controladores de acceso en las puertas es disuasoria, como sus llamadas a los Mossos. Pero quien pase a las cinco de la mañana por Enric Granados puede ver como estos individuos suelen acechar al otro lado de la Diagonal, "a la espera de coger desprevenido" a algún noctámbulo que se dirija a su casa o su hotel, dice un empleado de una discoteca, que prefiere dar un rodeo. También se les puede ver agazapados en la entrada de algunos párkings. Cuentan que son de origen magrebí y resultan "violentos" si encuentran resistencia.

Otro tanto sucede en la zona del Front Marítim de la Barceloneta. Como en el paseo Marítim hay vigilancia privada discontinua (recorre la zona preventivamente) y agentes cívicos -sufragados por los locales-, y una patrulla de Mossos, los maleantes guardan las distancias. Pero pobre del que lleve un reloj caro a la vista y se aleje para coger un taxi o pasear.

Un importante empresario relata a este diario cómo en una reciente visita a la zona sufrió un intento de robo. Los porteros del local le advirtieron al salir de un grupo de tres jóvenes que desfilaba por la otra acera, a la caza. Intentó evitarlos pero fue abordado. "Me di cuenta de que se me echaban encima y me enfrenté a ellos. Hubo una pelea, alguien me ayudó y conseguí que no se llevaran mi Rolex", explica. Tuvo suerte, porque lo habitual es que la historia acabe mal y en comisaría.