CONFLICTOS DE CONVIVENCIA

El Paral·lel también lanza un SOS contra la degradación del espacio público

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Patricia Castán

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No quiere fotos, pero la imagen de Elvira Vázquez, alma mater de El Molino, agarrando una manguera y tratando de devolver la dignidad -efímera- a la plaza de la Bella Dorita (frente a su local) dice más que mil palabras. Lanza chorros de agua desde el hastío, tratando de compensar con implicación personal los excesos que sufre esta carismática plaza y que simbolizan la presunta "degradación" del Paral·lel, especialmente en el lado que corresponde al Poble Sec (Sants-Montjuïc).

Los afectados consideran que el otro lado de la acera, que corresponde a Ciutat Vella o el Eixample, según el tramo, está algo más cuidado y controlado. Por contra, la parte que da a Montjuïc encadena espacios públicos de los que el vecindario se siente expulsado, sobre todo desde el Parc de les Tres Xemeneies hasta la zona de El Molino. Al contrario que en la Barceloneta, que vive un verano muy complicado por la saturación y el incivismo, aquí no culpan al turismo -poco presente- sino a la actitud de algunos grupos, a los deficitarios recursos de mantenimiento y limpieza municipal, al abandono de espacios como la residencia -por estrenar y sin uso- del número 63...

A mediodía de este jueves, una docena de personas ya han tomado la plaza más conflictiva del momento en el barrio. Son difíciles de catalogar porque la mayoría no son sintecho, aunque hacen vida (y parte de la noche) allí. Ni llevan consigo equipaje ni trastos. Al contrario, su aspecto es normal -buena parte son españoles-, con la particularidad de pasar el día consumiendo alcohol en la calle, "ensuciando todo, haciendo sus necesidades, dejando basura, gritando y montando broncas entre ellos", resume Vázquez. En momentos álgidos, relatan los vecinos, los diversos grupúsculos pueden sumar una treintena de personas.

Su presencia -de compleja gestión porque conviven perfiles con problemáticas sociales con grupos muy incívicos- viene a ser la gota que colma el vaso en la zona, pendiente del plan del Paral·lel que lleva años de retraso.

Reubicados y problemáticos

El ayuntamiento asegura haber redoblado sus esfuerzos para afrontar esta situación. Este colectivo ya se hizo tristemente célebre a unos cientos de metros, en la plaza de Josep M. Folch i Torres (Ciutat Vella), hasta que fue reurbanizada recientemente. Durante su reforma, el año pasado cruzaron la ronda de Sant Pau y empezaron a darse cita en las amplias aceras de la calle del Marquès de Campo Sagrado (Eixample), para desesperación de sus vecinos. Desde hace unos meses, aún frecuentan este punto pero sobre todo cruzan el Paral·lel y se instalan en la plaza de la Bella Dorita. El rechazo a su presencia es unánime, como atestiguan la propia Vázquez, presidenta de FEM, la Fundació El Molino; Javier Mayoral, de la Federació de Cultura Popular i Tradició del Poble Sec, o varios empresarios paquistanís integrados en la entidad Pak United Federation Es, preocupados por lo que sucede en el entorno. 

Todos ellos citan a este diario para dar cuenta de su día a día en los últimos meses. "Ayer a los gritos y peleas se sumó un concierto de música a las cuatro de la madrugada", se lamenta Zakar Abbas, del mismo colectivo paquistaní y con 17 años de trayectoria en el barrio. Creen que hay cosas que han mejorado en el Paral·lel y su entorno durante la última década, pero que ahora confluyen un mix de incivismo, con falta de limpieza y seguridad. Aunque puntualizan que en las últimas semanas Guardia Urbana y Mossos hacen lo que pueden, en cuanto los agentes desaparecen la conflictiviad repunta. Con la policía catalana al lado "uno de ellos robó el móvil a un turista el otro día", relatan. Los hurtos son comunes en este ámbito.

Al comercio le preocupa la imagen que da el barrio y, obviamente, su repercusión en la clientela. "Si hay peleas y suciedad la gente no se quiere sentar a comer al lado", argumenta Mohammad Jhangar. El polémico grupo ocupa bancos de la plaza y también de la calle de Vila i Vilà, por donde se pasean con descaro y cervezas de litro de buena mañana.

Este asunto es el que más desvela a los residentes de la zona. "Tenemos muchos problemas para conseguir permisos para actividades culturales en la vía pública, el ayuntamiento siempre pone pegas, y en cambio aquí hay una ocupación continua del espacio que expulsa a los vecinos", se queja Javier Mayoral. A unos metros, un grupito de jubilados ocupa un banco. Pero son los únicos, ya que el botellón matutino impone a los vecinos, que no se atreven a acercarse mucho. 

Ciertamente y aunque Vázquez acabe de regar buena parte de la plaza, a la una de la tarde ya hay botellas y latas por el suelo. Y decenas de palomas atraídas por el pan mojado que alguien tira por el suelo, embadurnado de migas y caca de las aves. Los respiraderos de la instalación eléctrica bajo tierra están rellenos de basura y meadas; como los alcorques de los árboles, y un cajón de servicios está corroído de soportar tantos pises. Aunque la zona se reurbanizó hace menos de una década, el perímetro del pavimento está agrietado.

Mal paseo

Esa falta de mantenimiento molesta a los residentes, que ven las aceras del Paral·lel llenas de socavones peligrosos para el paseo. En Les Tres Xemeneies, paraíso del grafiti y el skate, puede haber botellón a cualquier hora, pero de noche es un cuadro. "No hay vecino que se acerque", apunta Mayoral. 

También tiene un aspecto desolador el enorme edificio levantado en el número 63 como residencia de mayores cuyo promotor trató de reconvertir en residencia de estudiantes y que a falta de uso luce todo su perímetro cubierto de pintadas y un espacio vallado lleno de basura. Muy cerca, en el 71, la cristalera de un edificio de la Generalitat cerrado por vacaciones fue reventada hace un par de días, su interior luce cristales rotos y otros restos y aún da más sensación de tierra de nadie.

Curiosamente, al alicaído tejido comercial del Poble Sec le ilusionaría la idea de ver llegar a un turismo de calidad. Pero de momento el viajero que allí recala se aloja en grupo en pisos turísticos ilegales, donde entra y sale "cargado de bolsas del súper y sin consumir en la zona", apunta Jhangar.

En horario nocturno, para garantizar cierto orden en las concurridas calles, una treintena de empresarios desde Nou de la Rambla hasta los locales de ocio del final del paseo o de Blai pagan de su bolsillo a agentes cívicos que recorren la zona hasta las siete de la mañana.

Vázquez ya se cansa de retirar colchones y limpiar los desechos de quienes se instalan en el portal de El Molino cuando está cerrado. Lanza un SOS antes de que sea demasiado tarde.

El ayuntamiento dice haber reforzado limpieza y asistencia social

Los grupos que se reunían primero en Folch i Torres y ahora junto al Paral·lel están perfectamente identificados por el ayuntamiento. Fuentes municipales aseguran que se trabaja con este colectivo desde hace tiempo, en un enfoque eminentemente social, pero también desde otros ámbitos. El <strong>Servei d'Inserció Socia</strong>l se ha activado en numerosas ocasiones para asistirlos. El colectivo es algo desigual, pero en general se define por su alcoholismo y degradación física.