PROBLEMA DE LIMPIEZA

La Barcelona que huele a pis

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Patricia Castán

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Ni a flores, ni a limpio. Ni siquiera a humo del tráfico. El aroma que acompaña estos días muchos trayectos a pie de barceloneses y visitantes es más indigesto y rancio. Y se acompaña de pruebas visuales para que la exposición sensorial sea completa. Hay una Barcelona (cada vez más amplia) que huele a pis, canino y humano. Miles de cuadros abstractos pintados a golpe de orín en paredes de edificios, suelos, esquinas, portales, buzones, papeleras, postes, farolas o bancos testimonian el uso incívico en algunos casos, y el déficit de limpieza. Los manguerazos se quedan cortos este verano, a falta de lluvia que de momento lo remedie.

No es precisa la prueba del algodón, ni buscar el rastro de meadas y otras manchas. Cubren por doquier las aceras de la ciudad, con especial gravedad en el centro. Cabe decir que Ciutat Vella ha reforzado este año la limpieza del distrito fichando a 27 vecinos y vecinas del barrio en paro de larga duración. Hay 17 distribuidos en cuatro brigadas que se encargan de limpiar la vía pública, recoger elementos abandonados, mantener las condiciones higiénicas de los parques infantiles y limpiar el arbolado en distintas zonas. Y otras 10 personas que trabajan para mantener los equipamientos públicos y demás tareas. También hay operativos específicos de playas, y para sacar brillo a Gràcia y Sants tras sus inminentes fiestas mayores o en zonas de gran afluencia como paseo de Gràcia, la Sagrada Família o el parque Güell, apuntan fuentes municipales. Pero en otros muchos ámbitos la prestación es la misma que el resto del año (barrido, recogida de basuras y trastos, baldeo...), pese a que hay un uso más intensivo del espacio público y a que las altas temperaturas multiplican los efluvios.

Vecinos de distintos barrios se han dirigido a este diario en las últimas semanas para alertar de la presunta mayor suciedad que aprecian en la calle. El criterio puede ser subjetivo porque en según qué momentos del día y antes de las horas de limpieza, algunas calles pueden parecer especialmente castigadas, como sucede en el Raval, el Gòtic, el Born o la Barceloneta tras noches de latas y botellón. A algunas horas, los contenedores pueden verse desbordados, o las papeleras. Pero el asunto de las manchas de orines, tan visible y maloliente, es una constante en muchas calles en los últimos días. 

Ruta sucia

Un experimento poco científico pero revelador constata suciedad de pis -y tal vez de alcohol- no solo en las sufridas calles oscuras de Ciutat Vella (donde a un callejón se lo conoce como la calle de la orina), sino en pleno Eixample, Sants o Gràcia. Se cuentan por cientos los rastros acumulados en un paseo de un par de horas, en dos días consecutivos. Por el camino, una vecina de Sant Antoni de toda la vida explica que solo se salva su tramo de vía coincidente con su fachada, "donde el portero pasa a diario escoba y agua". El resto es un desparrame de manchurrones: restos de meadas humanas nocturnas (se adivinan por la altura), un sinfín de orines caninos -los de siempre pero sin riego que evite el asentamiento-, restos de bebidas o latas... Y aceras sedientas de agua.

Ascendiendo hacia el Eixample izquierdo la cosa no mejora. Aribau es un cuadro; Mallorca o València solo se salvan en los tramos con hoteles o con fincas con portero/a; en la rambla Catalunya la superficie bajo las papeleras, utilizadas como dianas por los canes y por la filtración de los pringosos restos de su interior, dan miedo. Igual que buena parte del mobiliario urbano. Idéntica situación hacia las calles más nobles de la derecha del Eixample, por Consell de Cent cada cruce corrobora el repertorio, con la suerte de que la amplitud de sus calles ayuda a ventilar y evita que huelan a tigre como otras callecitas de barrio.  

Un domingo por la mañana, el paseo se nutre también de basuras de los noctámbulos o de los que no conocen las papeleras. Y la continua presencia de hojas caídas por doquier, contra la que cualquier barrido siempre parece quedarse corto. Viales clave como el paseo de Gràcia (con refuerzo de limpieza) lucen mejor aspecto, aunque su renovado pavimento está invadido por miles de chicles pegados al suelo.

Cartografía singular

Hace un par de años un estudio de Cambridge cartografió el mapa de olores de la ciudad y los comparó con Londres. Los buenos aquí iban del pan recién hecho a la lavanda...; los malos, de la basura a los vómitos, en los puntos negros. Ahora el hedor y la estampa de los orines dictaría muchos más itinerarios amarillos. A los casi 150.000 canes censados por el Colegio de Veterinarios en la capital catalana no se les puede acusar de no usar un váter; pero sí a los bípedos que se alivian entre coches o en portales. Un ejemplo revelador del incivismo es que incluso en La Pedrera han sido sorprendidos visitantes orinando en una botella vacía en un rincón, por no tener que buscar el lavabo.