CONFLICTO ESTIVAL

La Barceloneta clama contra los excesos incívicos

Patricia Castán

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Distintos protagonistas, pero un mismo guión, convertido en pesadilla de tan repetitivo. Algunos vecinos tiran la toalla y eligen marcharse de la Barceloneta. Otros pierden la motivación para seguir denunciando. Pero los que no se rinden se han movilizado esta tarde de jueves para repartir folletos a pie de calle clamando contra el incivismo. Unos dibujos impresos simbolizan universalmente lo que queda feo pronunciar y reclaman: que nadie grite, que nadie se orine o cague en la calle, que dejen de dormir las borracheras en sus parques y calles, que dejen de hacer botellón, de tirar basuras y latas… de agredir, en resumen, a un barrio histórico donde demasiada gente cree que todo está permitido. Porque la súplica vecinal no se dirige solo al guiri (en francés, italiano, inglés y alemán), sino también al barcelonés que ha perdido el respeto a la Barceloneta.

Veinticuatro horas en el barrio marinero arrojan esas escenas y muchas más: sexo en la calle, vehículos de dos y tres ruedas invadiendo sus callejones e ignorando la regulación al respecto, venta ambulante a destajo (copando en dos niveles todo el paseo de Joan de Borbó y el Marítim, así como la arena), trasiego sin tregua de jóvenes cargados de alcohol para consumir en la playa o en los cientos de pisos ilegales detectados en el barrio… Nada nuevo, pero tan reincidente que ha vuelto a movilizar a un sector de los vecinos, tras un 2017 agitado que cuando peores maneras apuntaba, se deshizo por obra y desgracia del atentado terrorista.

La concejala de Ciutat Vella, Gala Pin, asume que la convivencia en verano es compleja y que hay muchos aspectos por domar, pero defiende que los recursos aportados funcionan y suavizan la situación sobre lo que podría suceder a tenor de la masificación de la zona en verano. A sabiendas de que por vía policial no pueden llegar a todo, han optado por más recursos técnicos, preventivos o normativos. Pero lo cierto es que cuesta percibir su presencia en las calles.

La Barceloneta estalló el verano del 2014 cuando los vecinos se organizaron (la Barceloneta diu Prou) para poner fin a la degradación e incivismo desatado con el auge turístico y la invasión de alojamiento ilegal. Con la entrada en escena del equipo de Ada Colau los ánimos se apaciguaron porque la propia Pin procedía del activismo del barrio, y las esperanzas de mejora se multiplicaron. Tres años después, nadie dice que no se haya intentado (hay una comisaría en el barrio, más recursos inspectores, normativas para regular la locura de las bicis y artilugios de alquiler…), pero para muchos residentes el esfuerzo está muy por debajo de la necesidad real del barrio. Tanto, que la propia Associació de Veïns de la Barceloneta ha impreso los 2.000 folletos que hoy jueves han empezado a repartir entre los peatones. No quieren ser alarmistas y han usado imágenes positivas del barrio, llamando al respeto y simbolizando con iconos lo que no se puede hacer.

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Jornadas bajo presión

Pero se hace. Un retrato costumbrista en plena canícula, certificado por este diario: A las ocho de la mañana varios jóvenes duermen la mona en el parque de la Catalana, tanto en el césped como incluso en hamacas entre dos árboles. Incluso roncan en zonas transitadas, como en un portal de la calle de la Atlàntida donde descansa un individuo –va en bermudas y claramente no es un sintecho- tan frito que los vecinos se llegan a inquietar por si es cadáver. Pero no.

En las siguientes horas, pareos, mantas y bambas toman cientos de metros cuadrados de la vía pública, mientras los transeúntes tratan de sortearlos; grupos de vendedores preparan insalubres mojitos entre coches o entre las rocas. Es cierto que hay decomisos policiales, pero todavía hay más relevos de botellas de ron. El consumo de latas y alcohol por la calles es constante, en especial al atardecer. Incluso en las paradas de autobús, donde estos circulan a reventar, como la salida de la línea amarilla de metro.

El mayor riesgo, no obstante, es ser atropellado por bicis en grandes grupos o trixis en contra dirección y por el interior del barrio (la normativa lo prohíbe). No siempre por turistas, ya que una anciana fue arrollada el mes pasado por una ciclista local que iba en sentido contrario, y acabó ingresada en el Hospital del Mar. Carme Piera, vicepresidenta de la entidad, relata también que el sexo a la vista en el parque de la Barceloneta no es patrimonio de los turistas, como le quedó claro tras increpar a una pareja en plena actividad el otro día, a las 18.00 horas. También el botellón que se adueña de las playas al anochecer es universal, no solo ligado al tramo con locales de ocio, con el resultado de que los menos incívicos recogen sus basuras, y resto lo dejan a las brigadas de limpieza.

En su tour de regreso de la playa y en concreto de un par de discotecas para público muy joven y bebedor, los que están bajo los efectos del alcohol o las drogas suelen dejar su pista genética: pipís (pobres maceteros de diseño) y caca humana lo atestiguan. La jornada se nutre también de ruidosa banda sonora, sea en forma de gritos en la calle o en algún piso turístico ilegal. El barrio tiene 68 con licencia, pero en una búsqueda 'on line' el pasado mes, la asociación encontró disponibilidad en 370 viviendas por días para finales de agosto, más los muchos que ya debían estar reservados. Unos datos difíciles de digerir en un área de un kilómetro cuadrado, algo más de 16.000 habitantes y por debajo de los 9.000 pisos y locales censados. 

Están por debajo de los 1.500 calculados hacia varios veranos, pero coindice con los 740 localizados y “en seguimiento”, según el consistorio.

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Culpa repartida

Manel Martínez, un vecino que se alineó con la rebelión del 2014 y ahora es uno de los vicepresidentes de la asociación de toda la vida del barrio, resume el asunto como "dejadez" municipal. Aprecian un recital de "parches" en lugar de soluciones firmes y bien implementadas. Pero pone el dedo acusador sobre todo en la "falta de recursos". "Nos lo dice la propia policía local y sus sindicatos, no hay efectivos, no llegan a todo. Haces una denuncia nocturna y acuden dos horas después", se queja. "Falta seguridad, vigilancia, limpieza, un plan integral de movilidad, un plan para potenciar el comercio local, combatir el incivismo..., hay que limpiar la imagen y el prestigio del barrio", apunta. No arremeten contra todo el turismo -"siempre ha sido importante para nuestra economía"- sino contra "el invasivo" y quienes se creen que la zona es la selva. 

Como prueba, han ido de la mano con el Gremi d'Hotels en un reciente manifiesto donde se reivindica turismo de calidad y se aboga por los turistas en los hoteles (con crecimiento controlado) y las viviendas para los vecinos.

Según Montse López, la presidenta de la asociación de vecinos -que recogen y articulan las quejas del barrio desde las redes sociales y su local en la calle de Guitert-,  la situación va "a peor". Los agentes cívicos no tienen capacidad de reconducir esas actitudes, opina. El barrio lamenta que solo se haya fichado a parados de la Barceloneta en el refuerzo de limpieza "¿Quién va a conocer mejor lo que pasa aquí?".

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El ayuntamiento defiende con un mar de datos su tarea en la Barceloneta. El eje clave es el llamado Pla de Veïnatge y que funciona todo el año en el distrito, con una dotación de 2 millones de euros pagados casi al 50% por la tasa turística, ya que el objetivo es velar por la convivencia y el descanso vecinal, haciendo cumplir las normas del espacio público también desde la prevención. Incluye zonas prioritarias en el barrio, como la plaza de la Barceloneta. El barrio se trata de mantener bajo control con cuatro agentes cívicos (centrados en movilidad), tres equipos diurnos y dos nocturnos de auxiliares del espacio público y otros seis de técnicos de intervención social. Se han detectado 208 situaciones de pernocta en sus calles (algunos son sintecho o nómadas urbanos, no incívicos), 51 incumplimientos en locales de ocio (el 20% de todo el distrito) y un aumento de consumo de alcohol en la calle. Se han reforzado buses efectivos de la Guardia Urbana (un cabo y cinco agentes) y hay una unidad de policía de barrio. En todo el litoral este año hay 85 en distintos turnos, afirman. Y la limpieza se dota en verano con un 10% más de presupuesto. También hay dos inspectores de pisos turísticos y cuatro agentes de ruidos (de las 22.00 a las 3.00 horas).