EXPERIENCIA DE INNOVACIÓN SOCIAL EN EL EJE BESÒS

La pequeña revolución de Baró de Viver

Curso para enseñar a ir en bicicletas a mujeres de Baró de Viver con voluntarios de Sinèrgics.

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Helena López / Barcelona

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Un día, Yara y las trabajadoras de Coeducacció, compañeras de coworking, compartían escenas cotidianas de acoso machista. Coincidían en que tenían que hacer algo para visibilizarlas. Para no normalizarlas. Tras varias ideas, se les ocurrió crear unas pegatinas en las que se leyera algo así como "en este lugar una mujer ha sufrido un acto de violencia machista" para que las vecinas las peguen en aquellos puntos en los que algún hombre les ha hecho un comentario fuera de lugar. "Este verano le daré vueltas al diseño", explica la joven ilustradora en la plaza de Baró de Viver, vestida con un chaleco amarillo tras participar como voluntaria en un taller para aprender a ir en bicicleta a mujeres migradas del barrio, para empoderarlas y ofrecerles algo más de autonomía en un enclave encerrado entre el polígono, el río, las rondas y las vías del tren. "Experiencias como estas solo son posibles en espacios como Sinèrgics. Sería imposible tejer estas complicidades dibujando en casa, sola. Creo, además, que es especialmente importante para las mujeres tener estos espacios comunes", reflexiona la joven artista, una de las más de 50 'coworkers' de Sinèrgics, quien está trabajando en un bestiario fantástico.

Este no es un coworking al uso. No solo por encontrarse en Baró de Viver, un barrio en el que cuesta imaginarse espacios como este. "Sinèrgics supone un impacto cultural. Rompe una parte del imaginario de la profecía autocumplida. Rompe con la creencia de muchos vecinos de que nadie querría venir aquí", cuenta Isaac Arriaza, uno de los coordinadores del proyecto, el primer coworking municipal de la ciudad en el que los coworkingcoworkers trabajo que va desde los talleres de bici con visión de género hasta el diseño del programa y el cartel de las fiestas populares del barrio.

Ramona, presidenta de la comisión de fiestas y persona muy presente en la (escasa) vida social del barrio, confiesa que al principio fueron bastante reticentes. No entendían de qué iba el proyecto. Quiénes eran esa gente a quienes el ayuntamiento había entregado ese espacio del barrio largamente reivindicado. Los bajos en los que el distrito de Sant Andreu abrió Sinèrgics en el verano del 2016 llevaban cerrados -concretamente tapiados- desde la construcción de los pisos del patronato, hace 30 años.

"Fue en el centro cívico, donde colaboro mucho, donde me dijeron que por qué no iba a hablar con ellos. Que ellos nos podían ayudar a hacer los carteles y los programas. Que estaban para eso. Y la verdad es que fui y desde el primer día, supermajos y encantados de ayudar. Y los diseños de los programas han dado un cambio radical, claro. Nada que ver", señala la mujer mientras muestra en su móvil el profesional cartel de la fiesta mayor de este año.

"Aquí apenas tenemos tejido comercial, y vivimos con la paradoja de tener La Maquinista a un minuto caminando. Aquí solo tenemos la ferretería, la panadería, dos farmacias y dos colmados y muy poca vida. Por eso que abrieran aquí esto nos ha dado un poco de aire", prosigue la mujer, quien explica que ella misma envía a cualquier vecino que le pregunta al espacio a pedir ayuda. "Allí son emprendedores y tienen recursos. Isaac sabe siempre a quien dirigirte. Lo mismo mando a alguien a que le ayude con algo de la declaración de la renta que para una duda legal", cuenta la vecina.

Sensación de degradación

La concejala de Sant Andreu, la teniente de alcalde Laia Ortiz, recuerda que Sinèrgics fue uno de los primeros proyectos que pusieron en marcha en el distrito al llegar al ayuntamiento. "En la primera reunión con la asociación de vecinos me entregaron una lista de prioridades, y una de las principales era la falta de cohesión y la sensación de inseguridad que provocaba la falta de tejido comercial y la presencia de tantos locales tapiados, que daban una gran sensación de degradación", señala la concejala, muy satisfecha del resultado de esta experiencia de innovación social para dinamizar (no solo) económicamente el deprimido barrio. Muchos de los proyectos de retorno social con el que los coworkers pagan el alquiler del espacio están relacionados con el colegio del barrio con el que comparten plaza.