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Visita a la 'nursery' de los tritones
El Zoo de Barcelona pasa en cinco años de criar sanguinolentos komodos a alumbrar decenas del único vertebrado endémico de Catalunya
Cuando Anita Ekberg se bañó de noche en la Fontana de Trevi al grito de “Marcello, come here”, y él, aunque sobrepasado por las circunstancias, se descalzaba y se adentraba en la fuente escultórica de Nicola Salvi, el agua estaba fría de mes de enero, y menos mal, porque entre las esculturas de mármol que contemplaban tan icónico momento de la historia del cine estaba nada menos que el mitológico Tritón. Lo de menos mal viene al caso porque el Zoo de Barcelona acaba de estrenar una nursery para los tritones del Montseny y, una vez visitada de la mano de Manuel Aresté, responsable de los reptiles y los anfibios del parque, se sale siempre con algo recién aprendido, en este caso que los tritones saben cuando es hora de responder a la llamada del amor porque sube levemente la temperatura del agua. Intuyen así que ya es mayo o junio y que por lo tanto es hora de la disipación, de ir a por la Ekberg con más arrestos que Marcello Mastroianni en La dolce vita.
El mundo es pero este tritón vive solo en siete arroyos del Montseny y en el zoo los crían ahora a decenas
Pues eso, que después de que Aresté y su tropa hace un par de meses hicieran subir pillamente la temperatura de los acuarios cual celestinas del reino animal, en la nursery anfibia del zoo hay estos días más de 40 larvas de tritón del Montseny, un dato que que parecerá poca cosa, pero es un éxito científico estupendo, sobre todo si se tiene en cuenta que se trata del único vertebrado endémico de Catalunya, es decir, que no lo hay en ninguno otro lugar del mundo, una animal muy amenazado que vive exclusivamente en siete riachuelos muy concretos del Montseny. Los del zoo no se crían en realidad para goce de los visitantes, aunque se exhiban cara al público, sino para repoblar esas siete pequeñas cuencas de agua en caso de que sea necesario.
Cinco años del Everest sexual
El reencuentro con Aresté, viejo amigo de la casa, es algo extraño, sintomático de los tiempos municipales que corren. La primera vez con él fue en abril del 2012, cuando con la simple ayuda un brevísimo manual de instrucciones sobre la cría en cautividad de dragones de Komodo (la literatura científica al respecto era y es aún muy escasa) decidió que ya era hora de que Guntur y Asmara hicieran lo que desde tiempos de los dinosaurios no se veía en estas latitudes, sexo prehistórico, vamos, lo que ni por asomo se ha visto en ninguna de las entregas jurásicas de Hollywood. Lo logró. Fue un 11 de abril. La pareja de amantes eligió como catre una zona del terrario pegadita al cristal, con tal coincidencia de casualidades que justo en aquella hora que duró el apareamiento, en los que Guntur las pasó canutas para apartar la brutal cola de Asmara, un arma capaz de tumbar a un buey, pasó por ahí una visita escolar de primaria que se lo pasó en grande. Fue un miércoles inolvidable, para Aresté y para aquellos infantes que serán hoy unos adolescentes, confiemos en que sanotes y sin traumas.
Desde entonces, sin embargo, mucho ha llovido en el Zoo de Barcelona. Aresté cría tritones del tamaño de un dedo meñique. Es la nueva línea política. Se pretende que los animales sean como las frutas y verduras, de kilómetro cero. El tritón lo es. Y más este, que hasta el 2005 nadie se dio cuenta de que era endémico del Montseny. Hasta entonces se creía que era una tribu apartada de la especie que habita en los Pirineos, a pesar de que una y otra se parecen muy poco. Aquel descubrimiento multiplicó la importancia de la cría en cautividad que lleva a cabo el zoo, que tiene su qué. La cita con Aresté, por ejemplo, coincide con la hora del almuerzo en uno de los acuarios. Los tritones no se saltan una francachela ni que le suban la temperatura al agua. El menú del día son larvas de mosquito congeladas. Lo primero que apetece decir es ¡ecs!, pero en realidad no tienen mal aspecto. Parecen azafrán rojo. Pero, en honor a la verdad, aquello no tiene la emoción de un komodo hincándole el diente a una cabra. Lo dicho. Son los nuevos tiempos. Los zoológicos son la piedra en el zapato del equipo de Ada Colau. El día menos pensado algún concejal dirá que los animales salvajes tienen que empoderarse. Tiempo al tiempo
Con el golpe de timón político que le han dado al zoo, el día menos pensado algún concejal dirá que los animales deben empoderarse, 'palabro' de moda
La nursery de los tritones es fenomenal. Eso es cierto. Pero es también un paradigma de la encrucijada en la que se haya este equipamiento centenario, donde la bestia salvaje tarzanesca tiene de repente mala prensa y de lo que se trata es de primar la fauna cercana.
Posdata de última hora. Informa un padre, sabedor de que iba a publicarse este texto, que estos días ha hecho cola con Colau en la Ciutadella, porque también lleva a su hijo al casal del zoo. Causó sensación entre los niños no el tritón catalán, sino el hipopótamo, que pese a su aspecto bonachón es el animal más peligroso de África. No es una fiera de proximidad.
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