BARCELONEANDO

Los Indiana Jones del arte funerario

Montse Oliva y Andrés Paredes defienden los cementerios como espacios de creación. Su pasión exploradora les ha llevado a documentar todos los detalles del de Horta

El panteón de la familia de Sans Bernet con la escultura de Enric Clarasó.

El panteón de la familia de Sans Bernet con la escultura de Enric Clarasó. / JOAN CORTADELLAS

Natàlia Farré

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Andrés Paredes Úbeda, (APU) en el mundo virtual, es un apasionado de Barcelona y de la fotografía. Empezó cazando Hermes por la ciudad, hay un montón (solo en la plaza de Catalunya se pueden ver 47 representaciones de la deidad griega), y ha acabado siendo un experto en cementerios. Montse Oliva Andrés vive por y para el arte, a eso se dedica, y también ha acabado paseando por los camposantos de Barcelona. Se conocieron a través de las redes y ahora juntos defienden el arte funerario. Y es que "el arte funerario engancha", afirman al unísono. Tiene sus ventajas: lo conoce poca gente, está realizado por las mismas firmas que uno encuentra en los museos y encima puede contemplarse gratuitamente. Hay algo más: el arte funerario les despierta su instinto explorador, a lo Indiana Jones.

Lo suyo es apartar maleza para encontrar firmas o inscripciones y subir a las alturas para conseguir el mejor ángulo fotográfico

Basta con acompañarlos para comprobarlo. La cita es en el cementerio de Horta, el más pequeño de la ciudad. Se disputa el título con el de Sarrià, pero el primero tiene menos extensión y menos sepulturas. Aunque el segundo tiene más gracia, con permiso de los dos rastreadores, pues se puede cruzar como el famoso cementerio Brompton de Londres por el que atajan los hinchas del Chelsea, en respetuoso silencio, eso sí, para llegar a Stamford Bridge los días de partido. En Sarrià los que acortan camino son los alumnos de las escuelas de la zona, lo que no está tan claro es que lo hagan con la boca cerrada. Pues eso, con Paredes y Oliva en el cementerio de Horta lo suyo es apartar maleza para encontrar firmas o inscripciones y sortear plantas de generación espontánea que aparecen donde no deben y dificultan la visión o la entrada a los mausoleos. También encaramarse a las escaleras para conseguir el mejor ángulo fotográfico y sacudirse telas de araña de encima.

"Hay que que documentarlo todo porque el patrimonio se deteriora y, además, hay robos, así que es importante tenerlo en imágenes", afirman 

"Hay que documentarlo todo porque el patrimonio se deteriora y, además, hay robos, así que es importante tenerlo fotografiado". Lo cuenta Paredes frente al mausoleo de la familia Marcet. Los mismos que mandaron construir el Palau Marcet de paseo de Gràcia, ahora local del cine Comedia, y el Palau Marcet de Horta, en el terreno donde en la actualidad se levantan los Salesianos. El panteón tiene la firma de Enric Sagnier, el arquitecto más valorado por la burguesía catalana de finales del XIX y principios del XX, y le faltan las laudas. "No creo que se trate de un robo, seguramente se rompieron al vaciar las tumbas y nadie les dio el valor que se merecían", apunta Oliva. Las lápidas en cuestión tenían esculpidas coronas de siempreviva, una de las muchas plantas que aparecen en la simbología de los sepulcros de Horta. Ahí están también la pasiflora, la amapola, la hoja de palma y las rosas, además de un numeroso número de animales como el buho, el perro, la rata y el lagarto.

A hombros para no pagar impuestos

Paredes y Oliva  se conocen el cementerio palmo a palmo, tanto que dan charlas sobre su historia y arte y organizan visitas guiadas pues, o por pequeño o por lejano, el camposanto no entra en las rutas oficiales de Cementiris de Barcelona. Y arte e historia tiene un rato, y enterrados ilustres, también, como los ya citados Marcet, los Marsans, de la banca homónima, o el que fue presidente del Barça Francesc Miró Sans. No en vano Horta fue lugar de veraneo de la burguesía del Eixample. Algunos de estos prohombres consiguieron incluso dar nombre a una vía, como la calle Consorts Sans Bernet: un homenaje a Francesc Sans y Magdalena Bernet por su labor caritativa y cuya tumba tiene una escultura con firma de renombre: Enric Clarasó.

"Es una pena que nuestra cultura tenga un tabú en torno al arte funerario. Hay países donde en los cementerios se pasea, se lee, se descansa, se come...", sostiene Oliva. "Y es una pena que los jóvenes del barrio no sepan que existe este cementerio", lamenta Paredes. Un espacio con más de 150 años de historia y que por su situación, en la falda de Collserola, se salvó de desaparecer bajo la presión urbanística como pasó con los de Sant Martí y el de Gràcia. Y un cementerio en el que durante años los muertos llegaba a hombros para no pagar el impuesto de mercancías  de la aduana de la carretera de Cerdanyola.