NATURALEZA URBANA

La colonia de golondrinas más pujante de Barcelona se refugia en el Banc de Sang

Nido de avión común en el Banc de Sang i Teixits.

Nido de avión común en el Banc de Sang i Teixits. / ALBERT BERTRAN

Ernest Alós

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El edificio del Banc de Sang i Teixits, en el paseo Taulat de Poblenou, no solo administra las reservas de plasma o células madre que necesitan los hospitales y centros de investigación catalanes. Desde hace un par de años protege también la que se ha convertido rápidamente en la colonia de avión común ('oreneta cuablanca' en catalán) más pujante de la ciudad de Barcelona. Unos visitantes estacionales que, aunque este año han llegado más tarde, y diezmados, por los temporales de la primavera, han encontrado en las ventanas del edificio diseñado por los arquitectos Sabaté, Cazurra y Espeche un lugar ideal para instalar sus nidos. Este año, 33, que junto a los de los edificios cercanos suman una colonia de casi 60 parejas, una quinta parte de las 300 censadas en toda Barcelona, cuando hace cuatro años no llegaban a la decena. Estas pequeñas aves devoradoras de insectos (unos 50 kilos al año), y rigurosamente protegidas por la ley, también han encontrado unos gestores sensibilizados: el Banc de Sang ha decidido no limpiar sus ventanas, desde marzo hasta octubre, para no perturbar el periodo de cría de los aviones, los autores de esas cazoletas de barro que se alinean bajo los aleros de las casas.

En el edificio de Poblenou, los aviones han encontrado una combinación de factores perfecta. Barro para construir sus nidos e insectos voladores en el parque del litoral y el resto de zonas verdes cercanas, y una configuración idónea en el edificio del Banc de Sang: un edificio rectangular con ventanas hundidas, como nichos, que no se abren hacia el exterior. Rosalía García, responsable de mantenimiento del edificio, recuerda que las aves empezaron a llegar en el 2016. Inicialmente dieron órdenes, a los operarios de limpieza que se descuelgan con una góndola por la fachada, de que no tocasen los nidos. Pero el año pasado su actividad pudo malograr la segunda pollada del año. Este año, el Banc de Sang ha tomado medidas más radicales, para no molestar y estresar a las aves: evitar la limpieza de las ventanas de las plantas superiores durante ocho  meses.

“Hace más ilusión tener a todas estas golondrinas volando que tener los cristales más limpios”, dice Rosalía García. Las golondrinas revolotean alrededor del edificio y desde el interior pueden verse la actividad de los nidos. El personal se ha sensibilizado. “Un pollo cayó a la rampa del párking, lo recogió el jefe de mantenimiento y tras consultar a los Agents Rurals lo dejamos en una clínica veterinaria”, dice. Después de bautilizarlo como ‘Rampa’. Para quien se encuentre con un caso similar, este es el procedimiento a seguir: lo de hacer engullir al pollito pan o agua en casa, no.

Cuatro grandes colonias

La colonia de aviones comunes del litoral de Poblenou es una de las cuatro grandes de la ciudad. junto a las del cuartel del Bruc (59 nidos), la de los Salesianos de Horta (43) y la estación de Les Planes, explica Sergi García, de la asociación Galanthus, que controla la población en la ciudad). Posiblemente su origen está en los pocos ejemplares que empezaron a anidar en los antiguos bloques del Patronat Municipal de l'Habitatge situados al final de la Rambla de Poblenou, los ‘Tupolev’. Aunque allí no han encontrado la misma acogida que en el edificio propiedad de la empresa pública dependiente del Departament de Sanitat: hace unos días podía verse a cinco parejas intentando reconstruir nidos rotos, sea por un vecino (seguramente desconocedor del multazo que puede caer), sea por el desgaste invernal. Al cabo de unos días, uno había prosperado, y de los otros cuatro solo quedaba una huella. Con todo, en un radio de apenas 150 metros, esta primavera están activos y en buen estado casi 60 nidos: 33 en el Banc de Sang, 23 en cinco bloques de Rambla del Poblenou / paseo Calvell, especialmente en el número 23-25, y al menos dos más en edificios situados a su lado.

Es decir, casi 60 parejas, un centenar de aviones a las que se puede sumar al final de la temporada uno o dos centenares de ejemplares que convertirán esa pequeña zona de Poblenou, en septiembre, en un festival aéreo (y si todo va bien, cuando regresen el año que viene, una vez restadas los caídos en la migración hivernal a África). Aunque la concentración de aviones ha provocado en los últimos días el interés de algunos depredadores: puede llegarse a ver simultáneamente rondando el Banc de Sang una pareja de cernícalos y un trío de urracas. Si el encuentro acaba en un banquete de pollos, mala suerte: naturalizar la ciudad incluye tanto a los comedores de insectos como a al pájaro grande que se come al chico.

Pero no basta con la sensibilidad de los propietarios de un edificio. El área de Biodiversidad del Ayuntamiento de Barcelona aspira a poner en marcha en breve un sistema de alerta que avise de cualquier licencia de obras que afecte a los 700 edificios de Barcelona en los queya  está identificada la nidificación de alguna especie protegida, para evitar destrucciones y planear medidas compensatorias, explica el biólogo de este departamento Octavi Borruel.

“Uno de los problemas es que la ciudad cada vez tiene menos edificios viejos y las reformas cierran los huecos en los que anidan los vencejos, que también desaparecen cuando se construye y se elimina una medianera”, explica Borruel. ”Y los nuevos edificios, precisamente por criterios de sostenibilidad y eficiencia energética, son cada vez más herméticos”, añade Sergi García.  También cuesta encontrar barrizales donde aviones y golondrinas recojan material para construir sus nidos: por ese motivo se estudia instalar algunos artificiales, en lugares como el parque de la Trinitat y Poblenou.

Esta reducción de los espacios donde anidar está limitando la población de aves en las grandes ciudades, pero en cambio se está detectando un incremento de la población de avión común en Barcelona. “Es posible que la naturalización de los espacios verdes, con balsas y la eliminación del uso de pesticidas y herbicidas esté aumentando la población de insectos y que las aves insectívoras ahora encuentren más alimento”, apunta García.

La destrucción de nidos es un delito

Las aves insectívoras son especies protegidas en la legislación española y catalana. Arrancar los nidos conscientemente puede comportar multas de 100 a 200.000 euros. A las más graves se pueden enfrentar quienes destruyen colonias importantes, como el Hospital Comarcal de Vinaròs, denunciado por derribar 200 nidos, la colonia más importante de la Comunidad Valenciana. Pero desde la reforma del Código Penal del 2015, además de la sanción administrativa, que en Catalunya depende de la Conselleria de Territori i Paisatge, la destrucción de nidos de aves protegidas o perturbar su periodo de cría pasó a ser considerada un delito, que en Catalunya investigan los Agents Rurals de la Conselleria d’Agricultura y puede llegar a comportar penas de hasta dos años de cárcel.  Eso sí, si los nidos comportan problemas irresolubles en una estructura pueden ser retirados, pero siempre con permiso de la Generalitat y fuera del periodo de cría. Agricultura concede al año unas 20 autorizaciones de este tipo.

No todo son golondrinas

<span style="font-size: 1.6rem; line-height: 2.6rem;">Aunque en catalán tanto el <strong>avión común</strong> (Delichum urbicum) como la <strong>golondrina común</strong> (Hirundo rustica) sean ‘orenetes’, corresponden a géneros distintos. Pero a los ojos de muchos profanos, todo pájaro negro, pequeño, de alas largas y que revolotea incesantemente empapuzándose de insectos es una golondrina. ¿Cómo distinguir a las que lo son y las que no? Quienes no lo son, ni en catalán ni en castellano, son los <strong>vencejos</strong> (<strong>común,</strong> con 3.200 parejas en Barcelona según el 'Atles d'ocells nidificants a Barcelona', <strong>real,</strong> con 700, y <strong>pálido,</strong> con unas 15). El común y el pálido ('falziots' en catalán) son oscuros, gritones, ápodos (no son capaces de posarse) y tienen alas en forma de guadaña. El real ('ballester'), más grande y de vuelo más elevado, sí tiene la barriga blanca, como las golondrinas. Pero los tres hacen nidos en huecos de los edificios. El avión común (300 parejas en Barcelona) y la golondrina común (unas 125) tienen también la barriga blanca: pero el primero tiene las alas más cortas, un vuelo más directo, una cola triangular y el obispillo, o rabadilla, blanca, y su nido, en aleros y ventanas, es una gran bola de barro con una pequeña abertura. Mientras, la segunda tiene la garganta roja, toda la espalda negra, una cola muy ahorquillada, un vuelo más bajo y ondulante y hace sus nidos, una cazoleta abierta, bajo cubierto. Otras especies (el <strong>avión roquero, </strong>abundante en cambio en Badalona y Santa Coloma de Gramenet, la expansiva <strong>golondrina dáurica </strong>o el<strong> avión zapador </strong>de los ríos cercanos a la ciudad) pueden verse en Barcelona aunque no se consideran aún nidificantes en la ciudad. </span>