BARCELONEANDO

El angelito negro de Sarrià

La iglesia de Sant Vicenç pone al día su patrimonio con la restauración de sus obras principales

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zentauroepp43450171 barcelona 22 05 2018 barcelona barceloneando by natal180605203400 / JORDI COTRINA

Natàlia Farré

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No es habitual encontrar un ángel negro en un retablo. Pero la iglesia de Sant Vicenç de Sarrià lo tiene. En la capilla de la Puríssima, justo a la izquierda de la virgen, a la altura de la cara. Lo talló Josep Maria Camps i Arnau siguiendo el estilo barroco, ahí están las columnas salomónicas y todo su recargamiento, en la década de los 40, cuando el templo tuvo que curar las heridas dejadas por la furia iconoclasta de la guerra civil. Las llamas del 36 arrasaron con todo. Solo se salvó, y por los pelos, el retablo del Roser, una de las joyas del barroco catalán con la firma de Agustí Pujol. Tampoco fue pasto del fuego la gran pieza que custodió la iglesia hasta 1902: el retablo de Sant Vicenç realizado por Jaume Huguet, uno de los grandes del gótico del país, en el siglo XV. La pieza salió para una exposición y ya no volvió. Quedó en los depósitos de los museos municipales y acabó en el MNAC, donde luce ahora. Su retención fue su salvación.    

El equipo de Isabel Pi acaba de recuperar el esplendor de las capillas de la Purissima y del Baptisteri 

Pero pese a la importancia de los retablos del Roser y de Santa Clara, este último barroco y con un largo peregrinaje a sus espaldas (del destruido convento de la Ciutadella a la iglesia de Sant Jaume pasando por el Saló del Tinell hasta llegar a su emplazamiento actual en la década de los 60 a cambio de 200 pesetas), a una le llama la atención el angelito negro de la Puríssima. Es como en la canción de Antonio Machín. Tema que triunfaba en 1947 cuando  Camps i Arnau ejecutaba la obra, quizá a ritmo de bolero... De hecho, Andrés Eloy Blanco, autor del poema que luego fue canción, creó la letra viendo el cuadro de la virgen de Coromoto que hay en la basílica sevillana de la Macarena. La tela tiene ángeles rubios, morenos e indios, pero no negros. En Sarrià sí lo hay, pero se veía poco. Hasta mayo.

Técnica del estofado

El mes pasado Isabel Pi y su equipo acabaron la restauración del retablo, y ahora los colores, los claros y los oscuros, lucen mucho más. La pieza está realizada con una gran técnica, no en vano para recuperar el patrimonio tras la guerra civil, la parroquia de Sarrià escogió a los mejores, y Camps i Aranu era un maestro de la imaginería religiosa. "Lo hemos limpiado, hemos eliminado el polvo y nutrido la pintura. Y así se ha puesto en valor la obra", explica Pi, que añade: "Se ve mucho mejor la talla y toda la decoración floral: las guirnaldas, los jarros de la parte superior... Estaba tan sucio que los colores no se apreciaban".  Ahora sí. Se aprecian perfectamente los matices que da la técnica del estofado, que nada tiene que ver con un guiso sino con dar una base plateada o dorada al retablo para luego pintar encima y rascar la pintura. Una manera de dar luz a la talla, luminosidad ahora recuperada.

La restauración ha abarcado también el esgrafiado que rodea el retablo, antaño invisible. Y los frescos de la capilla dedicados a la virgen y realizados por Francesc Fornells-Pla en 1954. Aquí el problema residía en la sal provocada por la humedad: ensucia y destruye. El mismo contratiempo que presentaba la capilla del Baptisteri, también con decoración del pintor, y también restaurada por el equipo de Pi. Son las últimas intervenciones hechas en la iglesia con la idea de ponerla al día. Antes, otro equipo, liderado por Gisela Bosom, trabajó en la capilla del Santíssim y en el retablo del Roser. También se ha acondicionado lo que no se ve: el tejado, los desagües... "El objetivo es arreglarlo todo", asegura mosén Salvador Bacardit, rector de Sarrià.

Vitrales y órgano de lujo

Queda mucho por hacer, pero falta dinero y tiempo. Lo próximo será recuperar las pinturas de Josep Obiols del altar mayor. Pero se hará en invierno, cuando los andamios no estropeen las fotografías de las bodas y comuniones. Y en el programa figura también enriquecer la iglesia con unos vitrales de Joan Vila-Grau, el mismo que ha creado los de la Sagrada Familia, y con un órgano de Albert Blancafort, autor del de Montserrat. Todo ello se sufraga con los donativos de los feligreses. Y con un dulce: una parte del precio de los barquillos de la vecina pastelería Foix se destinan a la construcción del órgano. Mucha historia por escribir para una iglesia ya milenaria.