UNIVERSIDADES

El 1968 de Bellaterra

La UAB celebra su 50 aniversario con la publicación de un libro que recoge la historia de una universidad nacida en tiempos convulsos

El campus de Bellaterra de la UAB, en 1976.

El campus de Bellaterra de la UAB, en 1976. / periodico

Ernest Alós

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En sus últimos años, el reformismo franquista tenía esas cosas: decidir la creación de varias universidades fuera de los grandes centros urbanos para dar cabida al aumento de población universitaria y alejar, controlar y aislar la agitación estudiantil y, al mismo tiempo, utilizar un principio tan poco del Movimiento como el de ‘autónoma’ (en el nombre, pero también en el funcionamiento, planes de estudio y formas de contratación) que hiciese de ellas una alternativa a las encorsetadísimas universidades históricas. Las universidades autónomas de Barcelona, Madrid y Bilbao (esta, más tarde, Universidad del País Vasco) fueron creadas a través de un decreto publicado en el BOE el 6 de junio de 1968. Las clases empezarían el siguiente octubre en el monasterio de Sant Cugat y el Hospital de Sant Pau. 50 años de historia de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), desde sus inicios combativos hasta los rotundos efectos de los recortes de la última década, de los que hace balance un libro, ‘L’audàcia del coneixement’, coordinado por los historiadores Borja de Riquer y Carme Molinero, presentado este martes por la rectora Margarita Arboix  y en el que han participado hasta 100 autores.

Amenaza de cierre

Por cierto, cuando el régimen vio cómo le había salido esa nueva universidad, que parecía que iba a ser un feudo del Opus, tras incorporar a profesores sancionados o con carrera internacional, durante el gobierno de Arias Navarro se planteó cerrarla. "Pronto –recuerda Borja de Riquer, con 49 años de UAB a las espaldas- se vio que esa autonomía entraba en contradicción con los principios autoritarios del régimen”. El 68 en España no era el mismo que en París o California: primer rector hermano del ministro de Educación, terrenos inadecuados y comprados a una duquesa, esposa de un excapitán general… Pero la UAB también tuvo el primer rector elegido democráticamente, Josep Laporte, apostó por la investigación y en ella nace, en 1975, el Manifiesto de Bellaterra, carta de navegación de una futura universidad pública en democracia. “Que una institución pública, aún en el franquismo, hiciese una reclamación pública a favor de las libertades y la lengua catalana es insólito”, apunta Borja de Riquer.

La historia de la UAB es la de una particularidad desgastada al cabo de las décadas por las sucesivas y uniformizadoras leyes universitarias. Acabar con esas trabas para reaccionar, distinguirse y adaptarse (“un plan de estudio pasa por la Agència de Qualitat, por la dirección general, por la secretaría de Universidades, por el Consejo de universidades… total dos años”) sería la principal petición de Margarita Arboix a los nuevos gobiernos. Pero aun así, algún rastro queda de aquellas señales distintivas de la UAB. “Que tenga campus es el gran rasgo específicio: que los alumnos pasen el día en él”, dice Carme Molinero. “Eso hace que haya mucha más relación también entre profesores de distintas facultades. Y con los alumnos, con los que desde el principio hubo una relación más distendida la de esa ‘vieja universidad’ de ponerse de pie y hablar de usted”, añade De Riquer.

Menos debate

Las imágenes de la UAB de los 70, 80, 90… se corresponden a la efervescencia reivindicativa de estudiantes, profesores y personal de administración, asambleas, ocupaciones y claustros y juntas de gobierno interrumpidos con pancartas (o, en ‘aquellos tiempos’, retenes de grises preparados para disolver un claustro si era necesario).  Ese clima de debate ha sufrido un retroceso, opina la rectora. Pero no solo porque aquel espíritu del 68 quede lejos. “Había más debate, sin ninguna duda. Una universidad debería ser un lugar donde pudiésemos tener al alcance diferentes posturas, culturas e ideologías en un debate abierto, pero si interviene en un acto alguien con una postura independentista o españolista, el otro grupo pide que se impida. No hay ningún debate, o es muy pobre”.