LA BARCELONA QUE VIENE

El mercadeo de Sant Antoni

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Carlos Márquez Daniel

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Enero del 2017. El portal inmobiliario Idealista publica un artículo titulado 'Así es Sant Antoni, el nuevo barrio de moda de Barcelona'. Arrancaba de esta manera: "El atractivo y gentrificado barrio del Born ya tiene quien releve su fama". Y terminaba: "Mientras a algunos les preocupa si la evolución borrará la identidad del barrio, otros se alegran de que en Sant Antoni se disfrute y dé vida a la ciudad". Lo que sigue aquí es el relato de unas calles en transformación, de un nuevo orden social, comercial y también vecinal, porque de fachadas adentro se vive una lucha invisible que se repite en todos los distritos en mayor o menor medida: la de querer pero a menudo no poder vivir donde te gustaría. Es la historia del mercado de Sant Antoni. Pero también la del mercadeo de Sant Antoni.

Un poco de demografía antes de entrar en materia. La población extranjera en el barrio ha crecido casi un 17% desde el 2010. Solo zonas como el Gòtic o la Barceloneta han experimentado aumentos tan destacados. En porcentaje, los forasteros han pasado del 18,4% al 21,4% del total de censados, mientras que en el conjunto de la capital catalana el incremento ha sido mucho menos espumoso, del 17,6% al 17,8%. Los expertos coinciden en que aquí, en el triángulo que dibujan ronda Sant Antoni, Paral·lel y Gran Via, han coincidido varios fenómenos.

Tendencia de ciudad

Ana Menéndez es la presidenta de la Federación de Asociaciones de Vecinos de Barcelona (FAVB). Sostiene que lo que sucede en este extremo del bajo Eixample es "una tendencia de ciudad que la reforma del mercado ha acentuado y acelerado". No ayuda, prosigue, la cercanía con Ciutat Vella. Todo tiene su lógica: un monumento como la lonja, un edificio terminada por Antoni Rovira i Trias en 1882, será un imán asequible y muy a mano para cuantos visiten el distrito más canalla de Barcelona. Y aunque hoy son una anécdota los turistas que pasean por el mercado provisional de la ronda de Sant Antoni, a Menéndez no le cabe duda de que en el equipamiento definitivo serán multitud. "Puede ser una Boqueria 2".

Se impone también hablar de urbanismo. De esas trasformaciones en la vía pública que no hace tanto eran vistas como una oportunidad para mejorar la calle y que ahora son temidas por todo lo que traen consigo. En el caso de Sant Antoni, lo que viene, al margen de la recuperación de su emblema, es una supermanzana. Algo descafeinada por su tamaño inicial (Tamarit y Comte Borrell), pero supermanzana al fin y al cabo. Eso significa restricción de coches, más espacio público, zonas de ocio y descanso y, en definitiva, un lugar cómodo que, con la lonja como paisaje de fondo, no tengan duda de que será pasto de Instagram. Pero entonces, ¿debe renunciar Barcelona a la modernidad para evitar los efectos indeseados que provoca cualquier transformación urbana? Casi nadie dará un 'sí', pero habrá muchos "depende".

Hay síntomas de lo que podría pasar. Porque, de hecho, lleva algún tiempo sucediendo. Empezó en la calle Parlament, con bares de esos que se echan a la calle, con cojines en los ventanales. Le siguió el comercio, que pasó de sufrir la crisis a pensar en las chancletas, que nada quieren de botones, ni de material de papelería, ni de animales de compañía. El consistorio se dio cuenta del problema y decidió impulsar un plan de usos de Sant Antoni que pusiera coto a todo lo que huela a turismo. La aprobación definitiva debería llegar en los próximos meses, pero desde febrero del 2017 ya están suspendidas todas las licencias.

Poca franquicia

Por eso Vicenç Gasca, presidente de Sant Antoni Comerç niega que la zona esté tan mal como algunos piensan. "Seguimos manteniendo un tejido de barrio muy importante". Según un estudio de la Fundación Barcelona Comerç, el nivel de franquicias está por debajo de la media de la ciudad (el 3,5% de los 1.713 comercios del barrio) y la cifra de 'botiguers' asociados duplica también la tendencia de la ciudad (30,94% respecto al 17,68% del resto de la ciudad). En cualquier caso, Gasca ve complicado que las grandes marcas, sobre todo de ropa, se interesen por el barrios, ya que los locales son muy pequeños para las pretensiones de estas multinacionales.

La vivienda es un asunto a parte, con una demanda desbordada de alquiler que ha superado la oferta y disparado los precios, amén de eso contratos de tres años que dejan a cualquier arrendatario a merced de la selva inmobiliaria: el primer año te sirve para acomodarte, el segundo para disfrutar y el tercero para empezar a agobiarte y a pensar dónde irás si no te renuevan o te multiplican la renta. No son pocos los que han tenido que anidar lejos de Sant Antoni tras ser notificados sobre el incremento inasumible del coste del piso. "Todo esto también se está trasladando al Poble Sec", alerta la presidenta de la FAVB. Son las cosas de la nueva Barcelona.