la gran batalla municipal

Corbacho, el Valls de L'Hospitalet

El acercamiento del exalcalde a Ciudadanos pone en alerta a Núria Marín, por si la campaña degenera en un choque identitario

zentauroepp18713824 corbacho marin180504191435

zentauroepp18713824 corbacho marin180504191435 / .18713824

Carles Cols

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Por favor, que la batalla de Barcelona, en la que está aún por ver si Manuel Valls es un zorruno mariscal Rommel o más bien un imprudente general Custer, no eclipse el combate por la segunda ciudad de Catalunya, L’Hospitalet, una plaza a la que el calificativo de feudo socialista hasta se le queda corto y que, sin embargo, baila, en el sentido electoral del término, claro. En Barcelona, el elemento de distorsión es Valls, un socialista francés con tendencias derechonas, y en L’Hospitalet, Celestino Corbacho, exalcalde de la ciudad, exministro de Trabajo y durante nueve años el sueldo público más alto de Catalunya, el de presidente de la Diputación de Barcelona, que a un año de las elecciones municipales asegura que, por mucho que digan, no será ni se ha ofrecido como cabeza de lista de Ciudadanos. La olla de los rumores hierve desde que en enero rompió el carnet de su partido. La tesis oficiosa del partido es que andan en busca de un perfil clónico de sus líderes, joven, fotogénico, preferentemente mujer. Aunque Corbacho no sea el cabeza de lista, hay inquietud en la alcaldía. El indisimulado apoyo de Corbacho al partido de Albert Rivera podría poner L’Hospitalet a tiro de Ciudadanos.

Uno vive en París y el otro en Altafulla. No es lo mismo. Pero ambos amenazan con alterar cualquier previsión demoscópica

Las cifras de las últimas cuatro convocatorias electorales (dos autonómicas, una municipal y otra más general) son como el poso de una taza de té o las entrañas de una gallina. Dicen lo que cada cual desee. De ahí la angustia de Núria Marín. Corbacho es el Valls hospitalense sin necesidad ni siquiera de postularse como cabeza de lista. El presunto alcaldable por Barcelona vive en París y el exalcalde de L’Hospitalet, en Altafulla. Ni siquiera conserva piso en la que fue su ciudad. No se trata de buscar coincidencias. Son casos distintos, más allá de que con una idéntica procedencia socialista han virado hasta el otro lado del centro político. Es la mujer de Corbacho -cuentan sus adversarios políticos y antes compañeros de partido- la que simpatiza más con Ciudadanos, pero es él quien ha pasado a la acción por la vía más inesperada. Critica sin disimulo a su sucesora. Lamenta que Marín no cuente con él para nada.

La cuestión de fondo, no obstante, es el reto de Rivera de convertir los augurios de la taza de té en resultados palpables.

En 1983, y esto es ir muy atrás, cierto, el PSC gozaba en L’Hospitalet de una mayoría abrumadora. Cuatro de cada cinco votos en las municipales eran socialistas. Jamás desde entonces ha cedido el primer puesto en unas elecciones locales, pero en la cita con las urnas de mayo del 2015 esa ventaja se había reducido a un mínimo sin precedentes. Uno de cada dos votos fue para la candidatura de Marín, una cifra, incluso así, muy respetable. Lo preocupante para la alcaldesa es lo que ha sucedido con posterioridad a esa fecha.

El fantasma de la polarización

A saber. Las elecciones generales de diciembre de aquel mismo año las ganó de forma inapelable la candidatura de En Comú. La ola podemita aún no había muerto en la orilla. Fue un revés para los socialistas. Jamás habían perdido unas elecciones legislativas en la segunda ciudad de Catalunya. Podía haber sido un episodio puntual, fruto de un contexto único, pero entonces el llamado procés hizo aquello por lo que nadie apostaba, que cambiara de marcha. Aceleró y, desde el punto de vista demoscópico, polarizó el voto, mal asunto para el PSC.

Ciutadans ha ganado las dos últimas elecciones autonómicas en L’Hospitalet, la de septiembre del 2015 y la de diciembre del 2017. En la primera cita fue por menos de mil votos. Lo simbólico ya dolió en las filas socialistas. En la segunda, la ventaja ya fue clara. 45.572 votos cosechó Ciutadans y 31.343 el socialismo.

Son estos antecedentes los que dan margen para la sorpresa electoral en mayo del 2019. O no. Los barómetros municipales que encarga periódicamente el Ayuntamiento de L’Hospitalet conceden un aprobado muy alto a Marín (6,4) y revelan una notable satisfacción de los vecinos con la gestión de la ciudad. El problema es, como dicen los periodistas de política en su singular argot, en qué clave se vota, es decir, si las municipales erán solo otro enfrentamiento entre los de una bandera y la otra, o se votará un modelo de ciudad.

Sin encabezar la lista naranja, el equipo de Marín cree al exalcalde capaz de arrastrar un pellizco de votos que dañe al que fue su partido hasta enero

Es ahí donde CelestinoValls Corbacho aparece como una figura fantasmal capaz de alterar el curso de los acontecimientos, como la sombra del padre de Hamlet. El equipo de Marín sopesa que en el peor de los casos puede ser capaz de arrastrar entre 4.000 y 5.000 votos del PSC a Ciudadanos por su condición de exalcalde de la ciudad. Puede que no sea una cifra determinante como para decantar las elecciones, pero sí para que el consistorio del próximo mandato se divida en tres bloques de distinto tamaño. El primero, el más pequeño, es el del universo del soberanismo. Esquerra parece de convertirse en el planeta alrededor del cual orbite el voto indepe. A diferencia de en Barcelona, no tiene opción alguna de ganar. Los otros dos planetas son el PSC y Ciudadanos. Compiten por ser Júpiter y Saturno. Gobernará Júpiter, pero puede que con una minoría mayoritaria que ya conocen otras ciudades.

El origen de la fricción entre Corbacho y Marín es incierto. Incluso extraño. La alcaldesa ha continuado la obra de su antecesor. El modelo de ciudad es idéntico. El primero sembró el proyecto de la plaza de Europa, corazón económico de la ciudad, y ella lo ha regado y lo ha visto crecer. Sin embargo, en una de sus reciente visitas a la ciudad, Corbacho ha preferido dejarse ver en un acto con el que fue su mentor, el exalcalde Juan Ignacio Pujana, que saltó del cargo acusado de corrupción, antes que con Marín.