BARCELONEANDO

La palmera William Wallace

En la avenida de Sarrià hay un ejemplar de 'phoenix canariensis' que ya ha soportado dos ataques del temible picudo rojo

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Carlos Márquez Daniel

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El maldito picudo rojo se está cargando nuestras palmeras canarias. No es ninguna novedad porque este escarabajo, con aspecto de mariquita pero armado hasta los dientes, fue avistado por primera vez en Catalunya en el 2005. Sucedió en el Baix Penedès. A Barcelona llegó al año siguiente. Desde entonces ha perpetrado un auténtico palmericidio en todo el litoral mediterráneo sin que nadie haya dado con su kriptonita o con un depredador que añada este insecto a su menú. Por eso lo que aquí se explica adquiere tanto valor, casi más emocional que natural. Hay una palmera en la avenida de Sarrià, justo por encima de la Diagonal, que ha sido atacada en dos ocasiones por este despiadado bicho. Ha salido adelante, y en su tercera vida ya le están saliendo las nuevas hojas. De momento no es más que una cresta, pero tiene buen color y todo indica que volverá a lucir melena. 

Joan Guitart es el hombre que nos va a resolver todas las dudas, que son muchas. Es el alcalde de los árboles de Barcelona, el hombre del ayuntamiento encargado de su gestión. Nos contará el caso de esta heroica palmera y de paso nos explicará qué papel juegan estas plantas, que no árboles, en nuestra ciudad.

Nuestra protagonista vegetal sufrió una primera ofensiva a principio del 2014. Tengan en cuenta que para cargarse una de estas enormes creaciones de la naturaleza basta con un solo picudo rojo, que va comiendo como si no hubiera un mañana, como la rata que se cuela en una estación transformadora y ella sola deja a oscuras una ciudad entera. "Ataca el ojo de la palmera, que es el núcleo del que brotan las hojas". Como quitarle a Neptuno su tridente. O a Messi su balón. Al cortar la alimentación, generan una suerte de fallo multiorgánico. De ahí que uno de los síntomas de un abordaje de insectos sea el aspecto endeble de las hojas. Del tallo (el tronco) o de sus raíces no quieren saber nada. Son de gustos caros.  

Un bicho que no da tregua

En marzo de ese año fue sometida a curas intensivas. Se salvó, y desde ese momento fue pasando exhaustivos controles que incluían la administración de un insecticida que como mínimo le dejara mal aliento al malvado animal. El tiempo demostró que con el picudo rojo no te puedes relajar. Volvió a envestir en noviembre del 2017 y en esta ocasión no bastó con una actuación de mínimos: hubo que cortarla al cero, dejando a la vista la valona, la zona rugosa justo por debajo de las hojas. "Se comprobó que todavía tenía vida y se procedió a podarla para que volviera a brotar". Y así ha sido. La cresta de mohicano. 

Este diario les contaba en el 2014 que la ciudad había decidido renunciar a las palmeras. El consistorio capituló ante la plaga del prolífico coleóptero a pesar de que esta hierba gigante ha estado en nuestras calles desde finales del siglo XIV. Muchos las relacionan con los Juegos del 92 y con las rondas de Dalt y Litoral, pero lo cierto es que más allá de la presencia medieval, se hicieron célebres en el siglo XIX, cuando los indianos regresaban a casa y en su jardín quisieron recrear un pedazo del paraíso que habían saboreado en América. Como quien va hoy a Finlandia y de regreso se instala una sauna entre el recibidor y el baño de cortesía. 

Lo cierto es que ahora se vuelven a plantar. Ya en el 2017 se colocaron 110, y para este año están previstas otras 70. En total, en Barcelona hay 9.439 palmeras. Son muchas, pero si se tiene en cuenta que solo en las calles hay 201.700 árboles, ya no parecen tantas. Si se unen los parques y Collserola, en el municipio hay 1,5 millones de unidades, "la envidia de Europa", sostiene Guitart, que recuerda que la vida vegetal reduce la temperatura y limpia el aire. La 'phoenix canariensis' no es la más común (hay 1.335 unidades). Le superan en número la washingtonia robusta (2.522), la datilera (2.268) y la washingtonia filifera (1.622). Ahora, por precio, disponibilidad y adaptación al entorno, se planta básicamente el modelo syagrus. "Pronto habrá unas 200", concreta nuestro experto.

Palmeras calientes

El control de las palmeras no es tarea fácil. No basta con verlas desde la calle, básicamente porque la corteza, que no se regenera si sufre heridas, no permite hacerse una idea de su estado. Hay que subir al ojo. Para ello son necesarias plataformas. Eso implica tiempo y dinero. El ayuntamiento, relata Guitart, está experimentando con unas cámaras térmicas. Si la temperatura es más elevada de lo que debería, es altamente probable que el picudo rojo se esté poniendo las botas. En la palmera de avenida Sarrià con Doctor Fleming ya lo ha intentado en dos ocasiones. Ahora seguirá creciendo a una media de entre 10 y 20 centímetros por año. El escarabajo, herido en su orgullo, quizás lo vuelva a intentar. Ella podrá emular a William Wallace y decirle aquello de "todos morimos, lo que importa es el cómo y el cuándo". Seguiremos la batalla con atención.