LA PENETRACIÓN DE LA DROGA

'Narcovida' de barrio

Los narcopisos se han convertido a la fuerza en parte de la rutina del Raval

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Mauricio Bernal

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Es posible que quien rara vez baje por el Raval piense que los narcopisos son una especie de sórdida realidad al margen, pero lo que resulta llamativo cuando se pasea por ahí es comprobar lo admirablemente que se han incorporado a la vida del barrio. No es solo que grupos de traficantes hayan reventado las porterías de varios edificios, ocupado pisos a mansalva e instalado allí una venta de productos ilegales que ni se molesta en ser clandestina, sino que al cabo del tiempo han acabado por formar parte del paisaje: las madres que pasan con sus niños se mezclan con los turistas que pasan con sus maletas que se mezclan con los adictos que entran y salen por las puertas reventadas. Es normal que los vecinos estén desesperados.

A la misma hora a la que el ayuntamiento celebraba un pleno monográfico sobre el tema –llamativamente corto también–, las cosas en el Raval seguían el curso que tomaron desde que se instalaron los primeros narcopisos en el barrio. En la calle de Ferlandina había movimiento. También en la calle de Sant Climent. Gente que cruzaba los umbrales llenos de grafitis y suciedad y desaparecía por escaleras estrechas y oscuras, para volver a aparecer al cabo de cinco minutos o menos. Gente que dudaba y daba vueltas por la calle antes de decidirse a entrar. Un comerciante explicaba que hay narcopisos en los números 28, 53, 55 y 57, es decir, al menos cuatro narcopisos en menos de 10 metros de calle.

Jeringas, sangre y turistas

"Hay movimiento todo el día. Ahí atrás se están pinchando y por aquí no dejan de pasar guiris con maletas". El comerciante contaba que llega por las mañanas y siempre hay jeringas y sangre en el suelo, y que por las noches cuando cierra lo que se encuentra es “a esa pobre gente tirada en el suelo”, que “más que nada dan pena”. Las puertas del 28, el 53, el 55 y el 57 tenían en común que estaban reventadas y abiertas de par en par, que los rellanos no eran un dechado de limpieza y que las paredes estaban llenas de pintadas, seguramente porque los grafiteros encontrarán irresistible la tentación. Entraban los que salían enseguida, presumiblemente con una dosis en el bolsillo, y entraban los vecinos, las madres con sus niños, esa sana mezcla. En el rellano del 28 había un detalle conmovedor: un cochecito de bebé.

En la calle de las Egipcíaques no hay narcopisos, pero 'ravalmente' hablando está reconocida como una calle donde los heroinómanos van a pincharse. Tiene cierto aire señorial y quizá tiene un punto extra drogarse a la sombra del Institut d’Estudis Catalans, la Biblioteca de Catalunya y la delegación del CSIC en Catalunya. Allí, a la misma hora en que la concejala de Ciutat Vella, Gala Pin, respondía a la andanada de los grupos de la oposición con un: "Seguiremos trabajando por los vecinos", tenía lugar una de esas escenas que resumen la integración de la droga en las dinámicas del barrio: un hombre claramente de viaje por el más allá yacía sobre un colchón dispuesto en la acera mientras por su lado pasaban turistas, niños, familias, etcétera. Vida de barrio. Había un barrendero trabajando que explicaba que viajeros de sí mismos se había encontrado unos cuantos en esa calle. Y jeringas. "Aunque para ser sinceros, últimamente menos que hace unos meses".

Trapos rojos, trapos amarillos

Mientras tenía lugar el pleno, las banderas rojas seguían ondeando en la calle de la Riereta. "Trapos rojos si venden heroína, trapos amarillos si venden cocaína…", explicaba un comerciante de la zona. Hay un narcopiso plenamente identificado por los vecinos en el número 13, cerca del cruce con Aurora. Y mientras la concejala Pin decía en el salón de plenos que no se puede acusar al ayuntamiento de no tener un plan, el comerciante decía que “el ayuntamiento no ha hecho nada”, que “lo normal si alguien rompe porterías, rompe puertas y se dedica a delinquir es que el ayuntamiento vaya y lo eche”, y que no se cree que “no se pueda hacer nada contra ellos”. “Aquí hay muchos intereses en juego y quieren que nos vayamos todos. No se explica de otra manera”.