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'La furgo': la vida en el alambre en la Barcelona de los alquileres imposibles

Oso, el protagonista del cómic de Tognola y Pardina, malvive en una furgoneta después de su desahucio

Martín Tognola (izquierda) y Ramon Pardina (derecha), autores del cómic 'La furgo'.

Martín Tognola (izquierda) y Ramon Pardina (derecha), autores del cómic 'La furgo'. / DANNY CAMINAL

Olga Merino / Barcelona

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Un buen día, a la vida se le cruzan los cables y de la noche a la mañana, sin saber muy bien cómo, terminas cocinando metanfetaminas dentro de una furgoneta, plantada en el desierto de Nuevo México, por puro instinto de supervivencia, igual que Walter White, el peculiar profesor de química de 'Breaking Bad'. Exagerando mucho, algo de eso le sucede a Oso, el personaje que protagoniza 'La furgo' (La Cúpula, 2018), primera novela gráfica de Martín Tognola (ilustración) y Ramon Pardina (guion).

Tognola y Pardina, autores del cómic, son también cuarentones encadenados a la espiral del presente

Dado que algunas series televisivas, como la mencionada, aparecen de refilón en el cómic, constituidas en las peores pesadillas del prota, los autores deciden posar para la foto en Gràcia, en la calle de Manrique de Lara, donde el artista AXE Colours dedicó un grafiti que aún pervive a los zombis de 'The walking dead'. A Oso le aterran esos muertos vivientes, ataviados con americana y corbata, cuya mordedura contagia el virus de la rutina y los horarios fijos. A Oso el sistema lo expulsa, pero en el fondo él se deja expulsar: desahuciado de su piso, malvive en el interior de una Nissan blanca, de las que usan los albañiles para ir a la obra, en esta Barcelona de alquileres demenciales.

Cuando se pusieron manos a la obra, hará cosa de cuatro años, dibujante y guionista temieron que el asunto de la especulación inmobiliaria se les hiciera viejo, que las cosas se arreglaran, pero, mira por dónde, está tan fresco como el primer día, si se permite la broma. Les ha costado unos cuantos meses culminar el trabajo porque ambos son autónomos y porque se toman su oficio muy en serio: no hay más que ojear las viñetas de 'La furgo', impresas en una acertada combinación de naranjas y grises, para deleitarse con el trazo impecable de Tognola, ilustrador en medios como 'The Washington Post',  y sonreír con la frescura que imprimen a la historia los giros dramáticos de Pardina, guionista de televisión ('Buenafuente', 'Polònia', 'Crackòvia',' El foraster') y autor de cuatro libros de relatos; el último se titula 'El club dels homes amb bigoti' (El Petit Editor, 2016) .

“Todos somos Oso”, dicen con bastante retranca. Ambos son cuarentones y, aunque no pernoctan en el interior de una furgona, la concatenación de pequeños encargos, que en eso consisten las delicias del pluriempleo creativo, los mantiene encadenados a la espiral del presente. Oso es también autónomo, pero autónomo de la chapuza: el pobre sobrevive con la reparación de pequeños electrodomésticos -la tostadora, un secador- y organizando rutas piratas para turistas por la ciudad de postal, la misma que oculta los ejercicios de funambulismo de sus habitantes para llegar a fin de mes.

El prota se ducha en el gimnasio (con un pase si no robado, sí distraído), se lava los dientes en la fuente, se engancha al wi-fi de algún vecino y recorre cada día varias decenas de kilómetros hasta encontrar una plazoleta sin vados donde estacionar su casa sin temor a ser denunciado. Por lo demás, sus cuitas consisten en esquivar como puede las llamadas de la ex reclamándole la pensión de la niña y en seguir manteniendo a la chica en el engaño de que vive en un loft justito pero “con muchas posibilidades”, según la abominable jerga inmobiliaria. Todo su afán radica en que la hija, Violeta, no pase fatiga.

Aunque el tono es divertido, cierta melancolía asoma a veces en la certeza de que lo que iba a ser una solución provisional, el apaño de vivir en una furgoneta, acaba convirtiéndose en una losa categórica ya al filo de la madurez. Y así, un personaje le pregunta en una viñeta: “¿No te cansas de vivir a la aventura?”. A lo que Oso responde con su barba de tres días: “Encontrar piso en Barcelona sí que es una aventura”. Cotidianidad pura, sin estructuras épicas, una cuestión pintiparada para el cómic social. Será por eso que cada vez está más en boga.