BARCELONEANDO

Maldición, me tocó Aramburu

El escritor opacado por un súper ventas es una categoría en sí misma del día de Sant Jordi

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Mauricio Bernal

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Hay un papel no del todo grato que Sant Jordi reserva a algunos escritores que es el de estar sentados al lado de un colega que firma y firma sin parar. Al súper ventas yuxtapuesto le nace prácticamente en el regazo una fila de lectores que da la vuelta a la manzana; mientras tanto, el escritor en cuestión mira melancólico su nicho vacío, visitado esporádicamente por algún leal devoto, las más de las veces invadido por las hordas del vecino. No tiene nada que ver con la calidad literaria. En general, poco tiene que ver Sant Jordi con la calidad literaria. Pero sí tiene que ver con firmar libros, de ahí que aprender a mirar al infinito con estilo es condición sine qua non si se tiene la suerte de caer al lado, por ejemplo, de Fernando Aramburu.

"¡Es aterrador!", decía Begoña Oro, que compartía mesa con el autor de 'Patria' en Abacus

En la agenda matutina del escritor vasco figuraba firmar a las 11 en la Casa del Llibre, a las 12 en La Central y una hora más tarde en Abacus. En todas partes se encontró con una fila larga y entusiasta de lectores, la gran mayoría con su 'Patria' (Tusquets) bajo el brazo, unos pocos con su último trabajo, 'Autorretrato sin mí'. Pero el tema no era Aramburu. El tema era el escritor de al lado. Alguien que, acaso, al mirar la lista de compañeros de caseta se llevó las manos a la cabeza al ver que lo que Sant Jordi le iba a deparar era un súper ventas al lado, ¡un firmador compulsivo! Siempre en las crónicas de Sant Jordi ha aparecido ese personaje, el opacado, y siempre de refilón, como si fuera una anécdota. Y resulta que no, que es una categoría de la fiesta. Así que, estar al lado de Aramburu cuando Aramburu firma y firma sin parar, ¿es bueno o es malo?

Algo de rebote

"¡Es aterrador!", decía Begoña Oro, autora y traductora de literatura infantil que presentaba la colección 'Misterios a domicilio' (Editorial Molino). Era su primer Sant Jordi. "Pero también te pone en tu sitio. Y además, seamos sinceros: siempre es mejor que estar sentado al lado de otro 'loser'". El sentido del humor nos salvará, decía alguien. Oro estaba en el tenderete de Abacus no exactamente al lado de Aramburu, sino dos o tres escritores más allá. Quien estaba al lado, realmente al lado, era Andrés Barba, el autor de 'República Luminosa' (Anagrama), el último ganador del Premio Herralde de Novela, que lo veía de esta manera: "Pues mira, yo creo que es mucho mejor estar sentado al lado de un súper ventas literario que al lado de una actriz que se ha hecho famosa con un libro sobre cómo bajar 34 kilos en 10 días. Por lo menos de rebote te toca algo". Como la situación remite a otras, Barba recordó la Feria del Libro de Madrid donde presentó su primer libro y le tocó sentarse al lado de Mingote, el dibujante. "Fue bochornoso. Al final se acercaron dos señoras y me dijeron: ‘Te vamos a comprar un libro porque nos das mucha pena’".

A todas las filas al lado de la del escritor vasco les pasaba lo mismo, que eran filitas tristes

Es difícil decidir qué es más embarazoso, si no firmar en soledad o no firmar al lado de un escritor que firma. Los que no firman solos son otra especie del Sant Jordi, también expertos en mirar al infinito, pero huérfanos del contraste. Es la gran diferencia. Entre la nada y el mucho, entre interactuar y no interactuar, entre emplear los dedos para tamborilear sobre la mesa y emplearlos para sujetar la pluma. "Bueno, no sé. Digamos que la propia situación de estar sentada en una mesa firmando ya es cómica en sí misma", decía Belén Gopegui, autora de 'Quédate este día y esta noche conmigo' (Literatura Random House). En la caseta de La Central la habían sentado a dos o tres escritores de Aramburu, que seguía y seguía firmando. Ella, a otro ritmo. "Una ya tiene su mapa de lectores". Que no componen, venía a decir, los que compran un libro al año, en Sant Jordi.

Allí, en La Central, quien estaba al lado, realmente al lado de Aramburu era el 'exconseller' de Cultura Santi Vila. A su fila le pasaba lo que a todas las filas al lado de la de Aramburu: que era una filita triste, achicopalada. Pero el sentido del humor nos salvará. "Bueno, yo estoy encantado porque yo a Aramburu lo admiro mucho y ya sé que me llevaré un ejemplar firmado de su libro", decía. Pero luego admitía: "En realidad, es lo único bueno que tiene". Y luego remataba: "Que haya tanta gente en esa fila es un indicador de que la gente tiene criterio y aprecia la buena literatura". Luego tamborileaba, charlaba con alguien o miraba al infinito.