BARCELONEANDO

La culpa fue de una serpiente barbuda

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Mauricio Bernal

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La dedicación con que el agente comercial Jesús Avilés se entregó al estudio de las serpientes brotó naturalmente una tarde de domingo, cuando tomaba café en casa de un amigo y este le habló del día en que se había topado con una cuando tenía 14 años. No era una serpiente cualquiera: tenía la cabeza del tamaño de la de un perro, le dijo el amigo, y además tenía pelo y una abundante barba. Avilés reaccionó como lo habría hecho cualquiera ante semejante descripción: "Tío, ¿me estás tomando el pelo? Yo no sé si fumabas porros a los 14 años, pero…" Su amigo era de una especie inmune al escepticismo: le dijo que no se estaba inventando nada, y que sabía de más gente en el pueblo que había visto serpientes raras. Que preguntara si no creía. Avilés, especialista en la venta de maquinaria para la madera, un hombre que jamás había demostrado un especial interés por temas zoológicos, volvió a casa con la imagen de la serpiente barbuda en la cabeza. La charla le había abierto la curiosidad.

El libro consigna los avistamientos de una serpiente con pelo y barba en Torrelles de Llobregat

El pueblo es Torrelles de Llobregat, y una de las personas que también había visto serpientes raras era una empleada del ayuntamiento. Avilés fue a hablar con ella. "Hablé con esta mujer y con su suegro y me contaron cosas muy interesantes", recuerda. "Ella me dijo que de niña también había visto una serpiente de estas características. Que estaba en familia, y que alguien la había matado y se la habían llevado a la casa porque era una serpiente rara, muy rara. Y que la mantuvieron en casa hasta que empezó a oler". Una persona avistando a la serpiente barbuda era una cosa; dos, a Avilés se le abrieron los ojos. Empezó, más que a simplemente preguntar por ahí, a investigar. Se armó de una libreta, una cámara y empezó a hacer entrevistas por todas partes por donde había pistas de avistamientos de serpientes extrañas. Mucha gente mayor, muchos campesinos, muchos pastores. Empezó a leer, a buscar serpientes en el bestiario local, a impregnarse de mitología. Hizo acopio de una información que empezó a ser ingente y un día decidió que debía compartir todo eso. Escribir un libro.

Amamantar a una serpiente

Para hacerlo, buscó la ayuda de su amigo Feliu Torrents, que tenía experiencia en asuntos editoriales y -pensó- la capacidad de ayudarlo a estructurar la investigación. Se sentaron, y lo que inmediatamente saltó a la vista fue que había dos tipos de información: por un lado, la que Avilés había recabado haciendo trabajo de campo ("me recorrí el Baix Llobregat, el Priorat, la Ribera d’Ebre, el Alt Urgell…") y por otro lado la documental, la de las leyendas, el folclore y la mitología. La pregunta que surgió fue: ¿podían establecerse las debidas correspondencias entre unas y otras? Mejor dicho: ¿hay serpientes barbudas en la mitología? Hay casos en que pudieron cerrar el círculo. Por ejemplo, existe una leyenda según la cual las campesinas que recién han parido no deben pasearse por el campo porque a las serpientes les gusta la leche de las mujeres y son capaces de colgarse de sus pezones y mamar. Avilés no encontró a ninguna mujer que hubiera dado de mamar a una serpiente, pero sí a un pastor que le aseguró que un día había visto a una que se colgada de la ubre de una cabra para robarle la leche.

Avilés recorrió parte de Catalunya en busca de historias de serpientes raras

Han sido siete años de investigación, luego un volumen considerable de historias que contar. La de aquella masía, por ejemplo, que había antes en el lugar donde está ahora la estación de metro de Fontana, en Barcelona, conocida durante mucho tiempo como la casa de la serpiente porque los dueños colgaron en la entrada un ejemplar enorme que habían encontrado en el jardín; la historia de la Festa del Serpent de Manlleu, basada en la leyenda que protagoniza un ejemplar dotado con una cabellera coronada por un diamante; o de la serpiente 'estricadora' de Olesa de Montserrat, o de la cucafera de Begues. Pero no todo se ciñó a Catalunya. "Empezamos por Torrelles y luego la investigación se fue desbordando, ampliamos el radio a la comarca, a Catalunya, a España y hasta nos metimos en otros países de Europa y Suramérica". El comercial de maquinaria para la madera se ha convertido en un experto en ofidios, y lo que sabe lo ha volcado en ese ejemplar de próxima aparición: 'Les serps impossibles'.

Investigando, Avilés descubrió la existencia de un dios serpiente de origen macedonio, el Glycos, representado siempre con una larga cabellera rubia. Fue lo más parecido que encontró a la serpiente barbuda de Torrelles.