BARCELONEANDO

El árbitro de las 100 Copas Davis

El juez Javier Moreno creció a tres calles del club Barcino y allí aprendió a querer el tenis

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Mauricio Bernal

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El chico que de pequeño se pasaba las tardes en el club de tenis, entre otras cosas porque estaba a tres calles de su casa; el chico que se dio cuenta que no era muy bueno jugando y acabó tomando el camino de juez y árbitro, porque de una manera u otra quería que su vida fuera eso –que fuera el tenis; ese chico tantos años después ya no es chico, pero ese deporte lo sigue disfrutando igual que entonces. Su nombre es Javier Moreno Pérez, tiene 57 años y hace unos meses llegó a donde muy pocos han llegado: a arbitrar su centésima eliminatoria de Copa Davis. Sí, ha sido juez en Roland Garros y en Wimbledon y en EEUU y en Australia, y en la Copa Federación y en mil sitios más, pero 100 Copas Davis tienen un sabor especial.

El chico se dio cuenta que no era muy bueno jugando y acabó siendo árbitro

Si hay algo llamado destino, en el caso de Moreno se fraguó en la posición que ocupó en el orden de los hermanos: nació el sexto de 11, y su llegada al mundo propició la mudanza de la familia porque ya no cabían todos en la casa de siempre. Se trasladaron a Balmes con Tibidabo, y lo que había a tres calles del nuevo hogar era el Club Tennis Barcino. “Fue mi jardín de infancia”, cuenta el juez en una sala de reuniones, a la que ha llegado después de un recorrido de saludos cálidos por las instalaciones. Lo abordan con respeto, alguien le dice “maestro”. Moreno, de buen carácter, responde siempre afable, a todos les obsequia una sonrisa.

Que se suba alguien a esa silla

El chico que cada tarde después del colegio bajaba por Balmes o Forasté para rodearse de tenis al cabo del tiempo fue un pionero: el primer árbitro español profesional. El camino para llegar allí lo empezó a pisar en el Barcino, en unos tiempos en que había menos reglas y más espacio para la imaginación. “¡Que se suba alguien a esa silla!”, gritó quién sabe quién y quién sabe cuándo, y Moreno se subió. Era un adolescente todavía. Más tarde, en el Trofeo Godó que se celebra anualmente en el club, un día hizo falta un juez de línea y le dijeron que se pusiera. “Antes era así, todo era más relajado”, zanja. Hoy es el juez árbitro del torneo.

En el año 82 empezó a arbitrar en torneos internacionales. En el año 84 acudió a su primera Copa Davis como juez de silla, un España-Holanda en Vigo, y en el 86, como juez árbitro, fue llamado para un Luxemburgo-Turquía. Un año después, en el 87, ya arbitraba en Wimbledon y Roland Garros. “Del año 85 al año 89 combinada la labor de árbitro con la de entrenador, porque, por cierto, yo iba para entrenador, me había sacado el título y todo, pero en el año 90 decidí hacerme árbitro profesional, dedicarme solo a eso”. Ningún español lo había hecho antes.

La centésima eliminatoria fue en septiembre, un Colombia-Croacia en Medellín

La centésima eliminatoria de Copa Davis de este árbitro barcelonés afincado en Granollers fue un Colombia-Croacia celebrado en Medellín en septiembre pasado. Habían transcurrido 34 años desde la primera, aquel España-Holanda, habían tenido lugar 98 eliminatorias entremedias, pero Moreno lo asumió con templanza y sin sentimentalismo. “Sobre todo es un orgullo personal, porque no lo ha conseguido mucha gente. Demuestra que llevo muchos años en el primer nivel, pero eso es todo”. Croacia ganó la eliminatoria gracias al punto conseguido por Marion Cilic sobre Santiago Giraldo. En la cena oficial, Moreno recibió una placa de la Federación Colombiana de Tenis. Es el único homenaje que le han hecho.

Un gorrión muerto

Moreno ha participado en cuatro Juegos Olímpicos y 65  torneos de Grand Slam, pero la Copa Davis es otra historia, es otro mundo. “En La Davis hay algo que tienes que calibrar que son las diferencias culturales. Por ejemplo, cuando los europeos van a América se sienten un poco descolocados, pues allí el ambiente es, cómo decirlo: más futbolero. O la eliminatoria 101, hace unas semanas, en febrero: un Japón-Italia. De un lado los japoneses, discretos, hablan bajo... Y del otro los italianos, que gritan, que son folloneros… Son choques culturales a los que el árbitro debe adaptarse”.

Hay un momento que habla con elocuencia del carácter de este hombre en la pista. Ocurrió en unas semifinales de dobles del Abierto de Australia, cuando un gorrión se atravesó en la trayectoria de la bola y cayó fulminado junto a la línea de dobles. Moreno era el juez de silla. Como nadie hacía nada y nadie sabía qué hacer, bajó de su pedestal, cogió una toalla, envolvió el cadáver con cuidado y lo dejó en la papelera.