BARCELONEANDO

Paparazi de alquiler

Francisco Blanco es fotógrafo documental, pero se presenta como "paparazi personal". Persigue a famosos-por-un-día por el Gòtic, el Born y la Ciutadella

BARCELONEANDO PAPARAZZI

BARCELONEANDO PAPARAZZI / periodico

Ana Sánchez

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Una chica se pasea por el Gòtic con andares de Kardashian. Lleva pegado un paparazi disparando a discreción. Los transeúntes se giran sin disimulo, la miran con cara de Sálvame deluxe, se dan codazos de cotilla, “¿quién es?, ¿quién es?”. Es asiática, veintitantos, dirías. Nada, no te suena de nada. La chica camina con sonrisa domesticada, se para, mueve el pelo como si estuviera en un anuncio de champú. Clic, clic, clic. “Es una cantante famosa de Australia”, susurra el fotógrafo entre ráfaga y ráfaga. Mira de reojo a ver si alguien ha picado el anzuelo rosa. “Hay gente que ha llegado a decir: ‘Creo que sé quién es’”, se ríe. Porque Pory, la chica a la que persigue hoy con la cámara, es en realidad una turista anónima de Taiwán. Y él, un paparazi con el que estás más a salvo de preguntas indiscretas que en casa de Bertín Osborne. Es paparazi de alquiler.  

"Es una cantante famosa de Australia", susurra el paparazi de alquiler mientras persigue a una clienta por la calle. "Hay gente que ha llegado a decir: ‘Creo que sé quién es’", se ríe

Francisco Blanco, se llama. Tiene labia venezolana, cumple 48 años esta semana. Es fotógrafo documental –habrá hecho fotos por 30 países, calcula-, aunque desde agosto se presenta como “paparazi personal” en la plataforma de experiencias de Airbnb, que es como ahora se hace turismo inmersivo. En EEUU se pueden alquilar hasta packs de “megaestrella”, que incluyen seis paparazis, guardaespaldas, publicista y limusina.

“Recordad –dice el fotógrafo-, no estoy aquí”. Francisco hoy persigue a tres famosos-por-un-día: Pory, la cantante fake de Australia, y Michelle y Danny, de Arizona, que están de “babymoon”, una luna de miel prebebé. “Trabajo mucho con parejas –cuenta Francisco-. Dicen que están hartos de selfis o que le tome alguien la foto y les corte la cabeza”.

Se abre la veda de robados. Las tres celebrities de pega miran de reojo al paparazi con timidez sonrojante. Terminarán ignorándolo con la profesionalidad de Chabelita. Son grupos de máximo cuatro personas. Pasean seis kilómetros entre flasazos por el Gòtic, el Born, la Ciutadella. Son tres horas de ruta que siempre terminan siendo cuatro. A veces les acompaña su mujer con una segunda cámara, lo que da aura de celebrity plus. 59 euros por persona. Incluye tapeo con vistas y una selección de 50 fotografías.

Postureo de Instagram

“Hay quien se ha traído diferentes cambios de vestuario o pamelas grandes”, cuenta el fotógrafo. A la gente le encanta el postureo de Instagram, asegura. La felicidad con filtros. Le piden muchas fotos de espaldas, con la mano hacia atrás, como la serie viral #followmeto, de Murad Osmann, el instagrammer ruso que sigue a su novia de la mano por el mundo.

“Te pillé”. Francisco te fotografía a traición. Está apuntando a la pareja y de repente se da la vuelta a velocidad de jugador de básket. Ya lo advierte al presentarse: “Voy a ser tu paparazi fastidioso”. Le gusta “robar momentos”, que dice él. Entre tanto disparo compulsivo, te sientes un poco Chenoa en chándal: carnaza de aargs del Cuore. Pero no, aquí no hay peligro de terminar en la prensa rosa, se ríe Francisco. Una hora más y te entrarán ganas de firmar autógrafos.

“He vivido experiencias muy bonitas”, confiesa el venezolano. Ha fotografiado dos pedidas de mano –recuerda con carne de gallina-, hincando rodilla, “muy americano”. También a una pareja asiática que nunca había visto el mar remojando los pies en la playa. Por su ruta paparazi han pasado desde yogis haciendo el puente hasta boxeadores dando puñetazos al aire, influencers neoyorquinas, exmodelos rusas, atletas de triatlones, “los que manejan las fotos de Google Earth”, apunta el fotógrafo. “Todas son conversaciones tan increíbles –confiesa-. Aprendo muchísimo”. Hoy tiene en el punto de mira a un arqueólogo, una ingeniera de software y una educadora en prevención de delitos. ¿Lo que más le ha sorprendido? “La cantidad de mujeres que viajan solas”, responde.

Plaza de Sant Felip Neri. Es el oasis urbano favorito del paparazi de alquiler. “Tiene mucha magia para mí”, confiesa. “Es la iglesia donde venía siempre Gaudí”, cuenta a sus tres famosos temporales. El grupo continúa con su turismo de posado por las callejuelas del Gòtic. Saltan, se abrazan, bajan escaleras con dignidad medieval, ahora un golpe de melena. Ya ni miran al paparazi. Terminarán jugando con burbujas en la Ciutadella más emocionados que Rajoy con el himno de Marta Sánchez. “Todo el mundo –garantiza Francisco- tiene un modelo dentro”.