barceloneando

Los simios gobernarán Barcelona en 1.960 años

El 50 aniversario de la película de Charlton Heston invita a conocer de primera mano en el zoo los preparativos de tan morrocotuda revolución

zentauroepp23934359 zoo180222184605

zentauroepp23934359 zoo180222184605 / periodico

Carles Cols

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Han pasado 50 años del estreno de El planeta de los simios, aunque solo 44 años desde que Charlton Heston despegó a bordo de un cohete en la ficción (el viaje al espacio se fecha en la película en 1974) con rumbo a (nada menos qué) el año 3978, cuando parece que la Tierra la gobernarán tres de las cinco especies de grandes simios, gorilas, orangutantes y chimpancés. La cuarta, el hombre, menudo susto se lleva el astronauta Heston, ha retrocedido evolutivamente hasta perder el habla. La quinta, los bonobos, no aparece en escena, seguramente para evitar que tan notable film teminara con una calificación de mayores con reparos o, peor aún, directamente de cine porno. Los bonobos son así, tipos capaces de sonrojar a Susana Estrada. Total, que una ocasión así, 50 después años del estreno de la película de Franklin Schaffner y a solo 1.960 de que el hombre ceda la cúspide la cadena trófica, qué mejor que ir a visitar a la familia de grandes simios del Zoo de Barcelona de la mano de Maria Teresa Abelló, nuestra doctora Zira avant la lettre, no solo una destacadísima primatóloga, sino además una mujer capaz de sorprender a cada visita con nuevas anécdotas, siempre inéditas. Ahí va una antes de entrar en materia.

Maria Teresa Abelló es un pozo sin fin de historias simiescas, esta vez la del orangután que confundió a un cuidador con un macho alfa

Los machos orangutantes –recuerda Abelló— solo desarrollan esas características protuberancias faciales cuando toman el mando del grupo, vamos, cuando toman posesión del harén, algo que, desde la perspectiva de estos forzudos pelirrojos, será poco menos que un umhlanga, esa ceremonia en que el rey de Suazilandia elige esposa entre miles de jóvenes que bailan medio desnudas. El caso es que hubo en el zoo un ejemplar con todo a favor para pasar a protagonizar ese rol, pues no había ya macho alfa en el grupo, pero no se decidía. Sus mofletes no crecían. Dejó el zoo uno de sus cuidadores y todo cambió. Parece que, por lo que sea, le intimidaba, le parecía más alfa que él. Aquel hombre, si llama, que sepa que tiene garantizada una entrevista en la contrapartada del diario. Que pregunte por Mauricio Bernal.

A lo que íbamos. En el Zoo de Barcelona viven actualmente 25 grandes simios (13 gorilas, cinco orangutanes y siete chimpancés), tatarabuelos de aquellos que en el año 3978, glups, gobernarán el planeta. La chispa de ese cambio no se cuenta en la primera versión de la película (sí en alguna de sus precuelas y secuelas), pero no está de más recordar que Copito, cuyo adn circula por media Europa gracias los programas de reproducción, no solo fue criado en un piso del Eixample y pasó una estupendas vacaciones en Menorca como el hijo de un burgués de los 60, sino que incluso un día, de visita al Ayuntamiento de Barcelona, hasta se sentó en el sillón reservado al alcalde José María de Porcioles. ¡Ay!, a saber si allí, en aquel acto inocente, cavó su tumba la especie humana para pasmo posterior de Heston.

Copito sentó su culo blanco en el sillón del alcalde Porcioles allá por 1963 y a saber si lo de Heston viene de aquello

En la novela de Pierre Boulle en que está inspirada la película, por cierto, el futuro al que viaja el protagonista, George Taylor, es una sociedad simiesca muy avanzada, el equivalente a un siglo XX humano, pero por razones de presupuesto se optó por algo más primitivo y rural. En contrapartida a ese ahorro en decorados, el guion cinematográfico lo bordó con dos detalles inolvidables, el desolador final, por supuesto, y la lesión vocal de Taylor, que recupera la voz a media y grita aquello de “¡quita tus sucias zarpas de encima, mono asqueroso!”.

Abelló confiesa que ella, de niña, era más de Chita que de Cornelius y Zira, la pareja de peludos amantes de El planeta de...  Es igual. El caso es que fue en esa infancia de celuloides emocionantes cuando cayó en tierra fértil su semilla de la curiosidad científica y hoy, pasados los años, es una de las responsables de la cría en cautividad de grandes simios en Europa, un programa de celestinaje que es muy fácil censurar desde numantinas posiciones animalistas, pero del que depende a medio plazo la supervivencia de estas especies en sus lugares de origen. Gorilas y, sobre todo, orangutanes, andan a día de hoy muy amenazados. Sus poblaciones son tan reducidas en algunos casos que corren el riesgo de una consanguinidad que ríete tú de Carlos II.

En los zoos de Europa e Israel, que a efectos científicos compite en la UEFA animal, viven actualmente 728 chimpancés de cuatro especies distintas, 487 gorilas, 342 orangutanes de Borneo y Sumatra, más otros 20 híbridos por errores del pasado y 122 descarados bonobos. En total, 1.699 individuos, una legión llegado el caso, pero desde el punto de vista de lo que interesa, conservar la biodiversidad, un tesoro. Clausurar los zoos, como algunos sugieren, sería poco menos que dinamitar la esperanza de estos  compañeros de viaje de los humanos que hace 50 años dieron pie a un peliculón inolvidable.