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Las tapas favoritas del Señor Topo

Al paseante que camine cabizbajo le asombrará la variedad de tapaderas de registro sobre el asfalto

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Olga Merino

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Hoy el asunto va de tapas. No de los aperitivos infectos que sirven en ciertos bares del centro a precio de guiri --las bravas zapateras ahogadas en kétchup, el pulpo gomaespuma, la flor de sartén de unas croquetas cien veces refritas--, sino de las tapaderas, en su mayoría de hierro fundido, que cubren el dédalo de túneles, pozos y galerías de los servicios públicos. Tapas de registro, las llaman. El agua corriente, el teléfono, los semáforos, el gas, la luz… Toda esa tripería oculta a los ojos del viandante.

Alcantarillado, agua, luz, gas, teléfono y los viejos tranvías: toda esa tripería se esconde en el subsuelo

Ya que los tiempos invitan a caminar cabizbajo, al paseante no le costará fijar la atención a ras de suelo y, por tanto, sorprenderse por la variedad de formas y época de procedencia: hay cubiertas redondas, cuadradas, rectangulares, de antes y después de la guerra, del año del catapún, con erratas y anécdotas varias en la trastienda. Pero deberíamos empezar por el principio.

El mérito de las fotografías que ilustran estas líneas corresponde a la cámara y la mirada corsaria de Miquel Cartisano, autor del blog totbarcelona.blogspot.com.es. Tal vez el lector recuerde su nombre porque ya apareció en esta gavilla de estampas urbanas hará poco más de un año, con motivo de su magnífica colección de picaportes, atesorada en innumerables caminatas por todo lo largo y ancho de la geografía barcelonesa. Y es probable que regrese, vaya que sí: acceder al disco duro de este explorador urbano supone un inmenso privilegio para el cronista hambriento de historias porque en él se acumulan unas 25.000 fotografías de curiosidades barcelonesas. Las que pasan desapercibidas al ojo con prisas.

Mejor sin dar pistas

En esta ocasión, les toca el turno a las tapas de registro, de las que Cartisano habrá retratado cerca de 500. Algunas han sucumbido a la piqueta, como la que se encontraba frente a la fuente del Portal de l’Àngel con la inscripción “Aguas de Barcelona Derecha del Besós”. Aun así, todavía pueden encontrase tapaderas de Aguas del Ebro, del Llobregat, de la compañía Aguas de Barcelona de la década de 1940 y alguna con la inscripción “Mina”, por el simple motivo de indicar que en el subsuelo fluía una veta; en el paseo de Sant Joan, por ejemplo, queda una de esta guisa, pero, al objeto de evitar que pase lo sucedido con las excavaciones en Egipto, nuestro arqueólogo urbano prefiere obviar el emplazamiento concreto. Por si acaso. Porque nunca se sabe con los amigos de lo ajeno.

El agua y sus conductos subterráneos dan mucho juego. En el barrio de Sarrià, puede localizarse una tapa de registro de la Compañía de Aguas de Barcelona con la ene a la inversa; es decir, como si una i soviética o en cirílico. Una errata de imprenta —¿o debería decirse de forja?— que pasó por alto. O tal vez no. El corre, corre, que no llegamos viene de antiguo.

Cuando la Exposición Universal de 1929, cuando llegaron riadas de murcianos a excavar el metro y levantar otros grandes proyectos públicos, también hubo que llevar la acometida de agua hacia los pabellones, claro, y todavía se conservan cubiertas de entonces en castellano y curiosamente también en catalán, aun cuando las obras se realizaron durante la dictadura de Primo de Rivera. La mayoría de estas arquetas se encuentra en lo que fue el circuito de Montjuïc.

El explorador urbano Miquel Cartisa habrá retratado unas 500 cubiertas en sus caminatas

Durante una larga década de paseos, Cartisano también ha hallado otras curiosidades como alguna cubierta fabricada en una fundición de París, tapas de la vieja red de tranvías, de la Dirección General de Tráfico, de los servicios que llegan al Puerto Autónomo, de la compañía Telefónica con todos sus cambios de logotipo (con y sin acento) y otras, localizadas en el Rec Comtal, de la distribución primigenia del gas, hechas de hormigón y tan antiguas que se les practicaron agujeritos para la ventilación. La colección incluye asimismo tapaderas de la fugaz Cooperativa del Fluido Eléctrico, constituida en 1920 y muy ligada al capital de la industria textil catalana.

Señor Topo

De todas formas, esta cronista siente una debilidad especial por los albañales, tal vez por un empacho de pelis de espías y de presidiarios en su huida hacia luz. Las tapas del callejero barcelonés, indefectiblemente redondas, están grabadas tanto en castellano (“alcantarillado”) como en catalán (“clavagueram”). La colección de Cartisano conserva unas cuantas, y contemplándolas una no puede menos que acordarse de los tebeos y de aquella 13 Rue del Percebe donde la dueña de la pensión había alquilado la alcantarilla frente a la portería a un individuo llamado Señor Topo. Tal como se están poniendo los alquileres, no sería de extrañar que volviésemos a las andadas, a las viñetas de Ibánez, donde las ratas fumaban sentadas en la acera.