EL MERCADO INMOBILIARIO

Cuando el inquilino vale menos que el ladrillo

La venta de viviendas con arrendatarios (temporales o vitalicios) deriva en un macabro cálculo de pérdidas o beneficios

abuso económico ancianos

abuso económico ancianos / periodico

Patricia Castán

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La escena tuvo lugar en una "oportunidad" inmobiliaria (ni se habla de vivienda ni mucho menos de hogar) en la calle de Provença. Siete inmigrantes suramericanos de diversas edades formaron fila en el microsalón de un piso de 55 metros cuadrados para saludar al candidato a comprador del piso donde residen y donde esperaban poder hacerlo los 27 meses que les quedaban de contrato. Los pobres no ponían mala cara, al contrario, se deshacían en sonrisas y casi reverencias, tratando de caer bien al "inversor", no vaya ser que les diera la patada tan pronto adquiese la modesta vivienda que consiguieron por 675 euros al mes. La situación se enmarca en el creciente segmento de  de pisos en venta que no están destinados al uso y disfrute del comprador, sino a su rentabilidad. Ese mantra que se traduce en torno al codiciado 5% que ya no proporciona ningún depósito bancario.

Esa es la versión light y más cotidiana del asunto. Alguien alquila un piso, pero de pronto necesita liquidez, así que decide vender con arrendatario incluido. Si el alquiler es alto, "el precio será ligeramente inferior al de mercado", por aquello de que la vivienda no se puede ocupar. Si es bajo, habrá que ajustar más la tasación, para que al comprador le compense. Los dos han de conocer la situación y sobre el inquilino prevalece el derecho a ejercer su contrato de alquiler, incluso a ejercer un tanteo preferente, destacan fuentes legales. Pero otra cosa es que el nuevo comprador quiera liberar el piso y trate de negociar a golpe de talonario. Tal vez haya un feliz acuerdo, pero es posible que el morador se sienta angustiado ante la presión para sacárselo de encima, sutilmente o con acoso incluido.

El tic tac del inquilino

Pero mucho peor es la versión del inquilino de renta antigua. O sea, el que paga desde 100 hasta unos 400 euros por un piso con derechos adquiridos hasta que decida irse... o morirse. En un mundo perfecto, bromea un agente inmobiliario consultado, podría establecerse una bonita relación: A compra un piso baratito a cambio de dejar vivir a B hasta el fin de sus días en perfecta calma. Ejemplo: en la calle de la Independència, un piso de 70 metros cuadrado con inquilino indefinido se vende a 175.000 euros. Aunque solo proporcione 148 euros de renta, el precio se convierte en tentador al saber que la moradora tiene 93 años. Es tremendo imaginar que algún comprador salive imaginando un funeral a corto plazo. Otro agente apunta que esta situación irá a menos, porque al ir muriendo la población de más edad con viejas rentas indefinidas, la figura desaparece. No obstante, la web pisosconinquilinos.com da fe de la vigencia del sector.

Una web especializada ofrece pisos incluso con inquilinos de 93 años. Si tienen 64 años casi hay que hacer algoritmos

Los portales inmobiliarios ofrecen decenas de pisos con lo que en tiempos de la despiadada burbuja se llamó "bicho". El proceso es más brutal si se vende una finca completa y el inquilino pasa a sentirse como una hormiga ante un todopoderoso fondo especulador. Pero hasta en las compras de pequeños inversores y patrimonialistas, la salud o características inquilino pasan a poner precio al ladrillo.

En la calle de Nàpols, en Gràcia, una vivienda de 85 metros se ofrecía a 255.000 euros, con inquilino vitalicio por 114 euros mensuales y... 80 años. Se necesita casi un algoritmo para ver si la operación es rentable. Aunque la esperanza de vida media al nacer es de unos 80 años en los hombres, una vez cumplida esta edad las tablas (en Catalunya) le atribuyen posiblemente 8,6 años más. Muchos euros en juego.

A varias paradas de metro, en la calle de Rosès, en Sants, un coqueto pisito de 57 metros cuadrados se vende por 140.000 euros. Mmmm, hay que hacer cábalas. Su arrendataria paga 455 euros, pero tiene 64 años. Si Dios quiere, mucha vida por delante, aunque un posible comprador seguro que la escrutara tratando de adivinar su salud. Posiblemente con malos pensamientos.