URBANISMO

Con la petanca a otra parte

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Carlos Márquez Daniel

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El sol en el paseo de Sant Joan, a estas alturas de enero, se esconde poco después de mediodía. Son los problemas de un Eixample que se alineó con el mar pero no con el sol. Hay que tener la piel muy dura para quedarse en un banco a la sombra a partir de esa hora. La madera no guarda el calor, tampoco los traseros de Antonio y Francisco, jubilados y testigos de los primeros compases de lo que será el mercado provisional de la Abaceria Central. Estará listo en primavera, y genera sentimientos encontrados. Ellos están a favor. Y un poco en contra. 

Aunque en las encuestas sale que Barcelona es una ciudad moderna, progresista y de izquierdas, a la hora de la verdad, en la cercanía, subyace el perfil conservador: a nadie le gusta que le muevan un centímetro la parada de bus, que le abran la calle, que le corten sus paseos o que le cambien de sitio la carne, la fruta, la verdura o el pescado. Eso pasará en breve en Gràcia, con una de las lonjas más 'nostradas' de la ciudad, que está a punto de reiniciar una reforma integral.  Se traslada a Sant Joan, entre Indústria y Sant Antoni Maria Claret, durante un plazo aproximado de dos años y medio. Aquí nadie se cree los plazos.

Asidos al banco

Francisco y Antonio observan el vaivén de vallas y hombres de amarillo. "Nos han quitado todos los bancos y este es el último que nos queda". "Nos cogemos fuerte por si nos echan". Se ríen. No les da miedo quedarse sin asiento, pero sí que estas obras se alarguen más de lo prometido. "Mira lo que ha pasado con Sant Antoni; todo el mundo sabe que esto no va a estar terminado en menos de tres años".

Misma opinión un poco más arriba, junto a la fuente. Aquí todavía pega el sol porque se cuela por la perpendicular, y antes de cruzar, Alfonso y Carmina suspiran al comentar los plazos. "Lo mejor que podemos hacer es acostumbrarnos a la nueva situación". 

En el Bar Canteira toma una copa de vino Juan, miembro del Club de Petanca passeig de Sant Joan. En la explanada que servirá para levantar el mercado provisional aún pueden verse las pistas en las que los aficionados a este deporte se congregan cada día. Desparecerán. Se las han trasladado más arriba, detrás de la escultura dedicada al compositor y director de orquesta Anselm Clavé. Juan, que empezó a lanzar las bolas hace 42 años, dice que las nuevas instalaciones "tienen buen drenaje y buena tierra". Pero hay algo que no ha gustado nada a la parroquia: "Las pistas son cortas y estrechas". Messi se sentiría raro en un campo de futbito. A ellos les pasa lo mismo.