Personaje de la noche barcelonesa

Prince Jamal, el hombre de luz que ilumina la Rambla

Carlo Padial

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Su desconcertante presencia le sonará a cualquiera que se mueva de noche por los alrededores de la Rambla: subido en una bicicleta cargada de luces de colores, como una especie de árbol de Navidad en movimiento, o de atracción itinerante de una feria, Prince Jamal es desde hace un tiempo una figura casi legendaria para los que transitan de noche por el centro de Barcelona.

"Las luces y los colores me rodean siempre, ese es mi símbolo. La paz y el amor", dice Prince Jamal. "No trabajo solo para turistas. A los españoles y los catalanes también les gusta encontrarse conmigo. Traigo alegría y fiesta pacífica", añade.

Encuentro alucinógeno y onírico

Nadie sabe muy bien a qué se dedica Prince Jamal ni cuáles son sus objetivos. Supuestamente es un reclamo y una atracción para los peatones, como las estatuas de la Rambla, pero por lo insólito de su propuesta, tan abigarrada y barroca, centrada en este vehículo extraño, cruzarse con Prince Jamal por Barcelona tiene algo de encuentro alucinógeno y onírico.

"Yo soy un artista de sangre", afirma Prince Jamal. "Eso no puede aprenderse, se nace y ya está. Dios me dio el talento que ves. Todo lo que ves, me lo he confeccionado yo mismo. Las bicicletas, los gorros, mis trajes, la peluquería, mi pelo, la barba, todo. Soy un espectáculo andante. Antes vivía en Suiza, y tenía dos taxis, una limusina y hasta un 'rickshaw', pero abandoné todo eso para venir aquí. Me encanta la Rambla, ¡es el lugar más maravilloso del mundo!", declara.

Aspiraciones musicales

Prince Jamal aspira "a representar al hombre en Barcelona, y al hombre en el mundo, sin fronteras". Un mensaje poco claro que, sin embargo, él defiende con muchísima convicción. Nos cuenta que cuando vivía en Suiza intentó labrarse una carrera musical, incluso llegó a aparecer numerosas veces en la televisión y a grabar un disco, del que es imposible encontrar rastro en ningún sitio.

Ahora, desde hace seis meses, vive en los bajos de un local del Gòtic de Barcelona reconvertido en vivienda, junto a varias personas más, y se gana la vida montado en su bicicleta tuneada por él mismo, fotografiándose con turistas a cambio de dinero y predicando mensajes de paz y de amor.

"Nunca hay que rendirse"

"Es difícil concretar cuánto gano al mes", afirma.  "Poco, mucho,… da igual. No me interesa el dinero, solo me interesa ganarme la vida. Ayudar a gente, traer alegría a la ciudad, y en concreto a la Rambla. Eso es más importante que el dinero. Mi mensaje cuando me transformo en Prince Jamal es 'never give up' [nunca hay que rendirse], siempre hay que luchar. La vida es maravillosa".