en el raval

Wasaps contra los narcopisos

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Beatriz Pérez

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Hace meses que la lucha contra los narcopisos en el Raval es incesante. El vecindario es el que mejor conoce los puntos de venta y consumo. En el barrio existe todo un movimiento para hacer frente a una problemática que expulsa a los vecinos de sus hogares. Los grupos de WhatsApp se han convertido en una herramienta imprescindible en la disputa, casi diaria, contra el narcotraficante.

"Aquí tenemos un problema crónico que la Administración no resuelve", sentencia Antoni Salas, vecino de la calle de la Riereta. "La pregunta que tenemos que hacernos es qué pasa cuando los narcos se marchan. Si estuviera garantizado que no entran otra vez, iríamos bien". Pero esto no ocurre porque a menudo los pisos vacíos (que, en su mayoría, pertenecen a bancos o fondos de inversión) vuelven a ser ocupados por otros traficantes.

Ante un intento de ocupación, un vecino envía un mensaje y, a los 30 minutos, aparecen todos los demás

"Esto se está salvando por las intervenciones vecinales que se gestionan por WhatsApp", relata Salas. Ante un inminente intento de ocupación, un vecino envía un mensaje vía móvil. En 30 minutos el resto del vecindario está plantado frente al piso en cuestión. Según él, desde septiembre los habitantes del Raval impidieron siete reocupaciones. De las fachadas de aquellos pisos de los que se expulsó a narcotraficantes cuelgan pancartas inequívocas: 'Espacio liberado de traficantes'.

V., vecina de la calle de Sant Vicenç que pide mantenerse en el anonimato, comparte esta sensación de abandono por parte de la Administración. "Cuando desaparece un punto de venta de droga, se abre otro", comenta con hastío. En su calle hay, como mínimo, tres narcopisos. En Sant Gil y en Sant Erasme, perpendiculares, seis en total. "Estamos hasta las narices y con miedo. He tenido un incidente en mi escalera con un traficante. No podemos vivir así", clama esta vecina. 

Migración de la venta

Barcelona ha experimentado, en los últimos tiempo, un auge del tráfico de heroína. Lo demuestra, por ejemplo, la incautación por parte del Cuerpo Nacional de Policía (CNP) de 331 kilos de heroína la semana pasada en el puerto. La mercancía iba dirigida al Raval.

Y en medio de esta certeza, paradójicamente, algunas calles como la Riereta, Vistalegre o En Roig, tan afectadas por la plaga de narcopisos meses atrás, han experimentado una reciente y leve mejoría. "Es una sensación subjetiva -matiza Antoni Salas-, pero desde septiembre veo una bajada de toxicómanos en las calles y menos gente tirada por el suelo".

Él lo atribuye a la estacionalidad ("en verano vienen italianos y ciudadanos de Europa del Este a vivir a la calle") y a la desocupación de varios narcopisos en el barrio. "Entre vecinos, por ejemplo, se comenta el silencio que hay por las noches", dice Salas. En las calles de Riereta y Vistalegre hay ahora mismo cuatro pisos ocupados por familias y estudiantes que anteriormente estaban tomados por traficantes. Cuentan con el beneplácito de los vecinos.

Algunas calles viven una leve mejoría por la fluctuación de la droga a otros puntos y por la "estacionalidad"

Pero esto, advierte Salas, no significa que la plaga se esté erradicando. Ni siquiera que esté mejorando globalmente. "Los puntos de venta van fluctuando. Ahora hay puntos nuevos en Sant Vicenç, por ejemplo". Lo certifica V.: "Quizá vea menos adictos de aquí para allá con el 'mono', pero la venta sigue igual".

Carlos, uno de los vecinos más activos de En Roig, también observa menos toxicómanos deambulando por su calle desde el cierre del famoso narcopiso del número 22. "Ha habido una migración a otras calles y un descenso del consumo por la menor masa de turistas", reitera. Ahora mismo el consumo en esa zona se concentra en un bajo de la vía de Agustí Duran i Sanpere. El problema se traslada, pero está lejos de solucionarse.