El crecimiento

A los 11 años, menos deberes y más emociones

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María Jesús Ibáñez

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Algo de razón tienen los estudiantes de entre 10 y 12 años de Barcelona cuando protestan porque no disponen de tiempo libre y porque sus padres apenas les dan autonomía para decidir sobre qué hacer. A su edad, entre quinto y sexto de primaria, es cuando suelen alcanzar su apogeo las actividades extraescolares, que irán abandonando más adelante, al ingresar en el instituto. Y si no fuera ya bastante con tener que estar yendo y viniendo de lunes a viernes, una vez terminado el colegio, entre la academia de inglés, la escuela de música, las aulas de danza y el entrenamiento deportivo, al llegar a casa, ¡encima les toca ponerse a hacer deberes!

La agenda de los niños, lamentan los pedagogos, está marcada en exceso por los adultos, ya sean profesores o padres. "El espacio extraescolar debería contar con ciertas condiciones: la primera de ellas, que los niños puedan escoger lo que les gusta", indica Edgar Iglesias, profesor de Pedagogía Aplicada en la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB) y miembro del equipo de la Associació Educativa Integral (AEI) del Raval. "Cualquier decisión sobre las extraescolares debe pasar por el diálogo con el niño y, a esa edad, a los 10, los 11, los 12 años, cualquier escenario que suponga más de dos actividades a la semana puede considerarse una sobrecarga", advierte Iglesias.

Entonces, si el niño no quiere hacer una actividad ¿hay que dejar que no lo haga? ¿Debe imponer el menor su criterio al de los padres? "La oferta de programas educativos fuera del horario lectivo es, hoy por hoy, muy amplia y rica... Seguro que encuentra alguna actividad innovadora que le permite aprender y crecer en valores", responde el investigador de la UAB. "Pero estas actividades no deben ser algo homogéneo, lo más importante", agrega, es que los chavales "vean que hay un aprendizaje emocional en lo que hacen". 

Deberes nocivos para la salud

La OCDE calcula que en España los estudiantes dedican una media semanal de seis horas y media a hacer tareas escolares fuera del horario del colegio, dos horas más que la media europea. A los 11 años, un 34% de los niños y un 25% de las niñas afirman sentirse fuertemente presionados por las tareas que les ponen en la escuela, según una encuesta hecha pública el pasado 2016 por la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Eso colocaba a los menores españoles en el cuarto lugar de la lista de estudiantes más estresados de Europa (por detrás de malteses, escoceses e islandeses). Esa presión, señala la misma OMS, se traduce muchas veces en "un incremento de patologías como los dolores de cabezadolores de espaldamalestar abdominal y mareos", así como de los "estados de ánimo que llevan a los chicos a sentirse tristes, tensos o nerviosos".

La alternativa planteada por los padres de las escuelas públicas, la Ceapa, que el año pasado organizaron una huelga de deberes, fue la de que, en lugar de las tareas individuales, los menores participaran en actividades educativas junto a sus familias. Pero eso, se quejan los niños, tampoco significa poder ser libre para elegir.

Los niños son, además, víctimas indirectas de la caída en picado que han sufrido los presupuestos destinados por las familias a actividades de ocio. Si en el 2008, cada hogar catalán invertía de 2.494 euros anuales a asistir a consumos culturales (espectáculos, conciertos, cine, libros), en el 2014 ese importe se había reducido a 1.782 euros, un 28% menos. Otro tanto sucedió con los denominados consumos deportivos y recreativos, que bajaron de los 525 euros de media del 2008 a los 417 de seis años después (un 20,5% de reducción), según los datos de la Encuesta de Presupuestos Familiares del 2014 del Instituto Nacional de Estadística (INE).