PLAN DE REDUCCIÓN DE DAÑOS

"Aquí remontamos el 100% de las sobredosis"

La responsable de los educadores de calle del CAS Baluard denuncia el daño que los narcopisos hacen a los hábitos seguros

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Helena López

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Gran parte de su trabajo es velar por la salud de los drogodependientes a pie de calle, donde muchos de ellos viven (duermen y consumen). Acompañarles en el camino hacia el consumo seguro e higiénico, senda que iniciaron en el año 2004 con la apertura del Centro de Atención y Seguimiento a las Drogodependencias (CAS) Baluard, donde los adictos no solo disponen de espacios habilitados para consumir sino también de recursos psicológicos y sociales, así como de "un equipo médico que remonta el 100% de las sobredosis", apunta Gemma Balaguer, responsable del equipo de educadores de calle. "Con el auge de los pisos [los conocidos como 'narcopisos'] hemos notado un desaprendizaje. Hemos perdido a usuarios que antes consumían aquí, en condiciones, y ahora lo hacen allí, sin ellas", prosigue.

Es la percepción de quien pasa horas en la calle hablando y observando al colectivo (y compartiéndolo con el resto de educadores de calle). "Cada vez que cierran un piso aquí lo notamos; vemos cómo muchos vuelven y trabajamos por volver a vincularlos aquí", indica la educadora. Las cifras oficiales sobre el número de usuarios del principal CAS de Ciutat Vella, recientemente trasladado al número 13 de la avenida de las Drassanes, confirman esta percepción. De los 712 usuarios mensuales registrados en enero de este año se pasó a los 588 de agosto, en pleno 'boom' de los narcopisos. 

Para hacer frente a ese desaprendizaje por el bien de todos -por la seguridad de los consumidores y del resto de vecinos, muy preocupados por la presencia de jeringas en sus calles-, el consistorio ha doblado el número de educadores de calle. "Ahora son 14 entre semana y ocho [antes no había ninguno] los fines de semana", indica Gemma Tarafa, comisionada de Salud.

Talleres a pie de calle

El trabajo de estos educadores es, también, "adaptarse a la realidad de la calle", prosigue Balaguer. Y la realidad es la que es. Por eso ahora imparten los pequeños talleres de intervención en sobredosis que ofrecen de forma regular en Baluard también en calle, para aquellas personas que no quieren vincularse al CAS, y les reparten naloxona, la sustancia que deben administrar para recuperar a alguien que sufra una sobredosis. "Por si les pasa en la calle o un piso". "Aunque el 70% de nuestro trabajo es escucharles. Hablar con ellos. Suelen ser personas con una autoestima muy baja, que entran en el bucle de no socializarse", continúa Balaguer.

En eso, ayudarles a socializar, consiste otra de las grandes tareas de estos técnicos que los vecinos ven pasearse por el barrio con un chaleco rojo, una suerte de caña de pescar y una mochila en la que van guardando las jeringas que encuentran por la calle (unas 2.400 al mes en toda la ciudad). Intentan que puedan participar en pequeñas actividades de barrio, como poner un puesto en Sant Jordi, en el que vender rosas de papel hechas por ellos.

(Intentar) tejer comunidad

Estos educadores hacen también de intermediarios a nivel comunitario. Tienen un teléfono de atención directa al que los vecinos pueden llamar para advertirles de la presencia de jeringas. Con esta información, y la que recogen a diario en la calle, el equipo de profesionales se sienta cada semana para redefinir el mapa y distribuirse las zonas en las que actuar. Su presencia es también constante en los pomposamente llamados -de jardines, tienen poco- Jardins de Dolors Aleu, frente al CAS, para evitar posibles conflictos en la puerta y para tranquilizar al vecindario, trabajo que han tenido que reforzar también con la reciente mudanza.