BARCELONEANDO

Luz y color para llorar de emoción

La Sagrada Família va cerrando etapas 135 años después de poner la primera piedra, como la finalización de los vitrales realizados por Joan Vila Grau

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Natàlia Farré

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En el gótico, tiempo de analfabetismo, la resurrección de Cristo había que explicarla de una forma comprensible y gráfica. Así que nada mejor que realizar vitrales con la figura del Salvador elevándose sobre un sarcófago abierto en actitud triunfante y sosteniendo el estandarte de la resurrección. En la Sagrada Família hay uno sobre el tema, justo encima de la puerta de la fachada de la Passió, la de Josep Maria Subirachs, la criticada, vamos. Pero el vitral no muestra nada de esto. Todo lo contrario. No hay figuras. Solo luz y color. Más intensos o menos en función de su ubicación. Tonos oscuros, en la parte baja, y una elipse que es una eclosión de blancos, arriba. Es el triunfo de la vida sobre la muerte. Y el de la luz sobre la oscuridad. Lo cuenta Joan Vila Grau (Barcelona, 1932), y lo cuenta a raíz de la finalización de todos los vitrales que acoge el templo. Todos por él firmados. 

El conjunto crea una coreografía casi mística que ha arrancado y arranca más de una lágrima 

Sí, la obra magna de Antoni Gaudí va cerrando etapas 135 años después de la puesta de su primera piedra. Increíble pero cierto. Como increíble pero cierto es que algo relacionado con la basílica despierte consenso. Y los vitrales lo hacen. Nadie duda de su belleza y de la emoción que producen. Para comprobarlo basta con verlos en un día de sol: es una explosión de colores y de luminosidad. Lo que quería Gaudí, que pocas indicaciones dejó sobre el tema más allá de que la Sagrada Família debía "ser una sinfonía de colores". Lo es. Tanto que la coreografía que crean los vitrales emociona y produce una experiencia sensorial casi mística. Han arrancado y arrancan más de una lágrima. Vila Grau afirma haberlo visto. El modernista también apuntó que quería que los ventanales superiores fueran blancos para que iluminaran el techo. Lo contrario a lo que marca la tradición. Pero Vila Grau ha roto con la Academia con nota. Ha conseguido crear 14 texturas transparentes: la luz pasa y, además, vibra. No se puede pedir más. 

Simfonía perfecta

Pero llegar a esta sinfonía perfecta no ha sido fácil. Ha requerido 17 años de dedicación plena. Empezó con el ventanal de la resurrección y continuó por imaginar todo el proyecto a tamaño 1:50. "Necesitaba una guía porque con un trabajo de esta envergadura corres el riesgo de perderte", afirma el artista desde su estudio, el mismo en el que su padre, Antoni Vila Arrufat, pintaba murales. No en vano, la familia lleva el gen de la creación. Además de su progenitor, estuvo su abuelo, acuarelista, y  están sus hijos, todos artistas.  Y él le dio indistintamente al pincel, a la cerámica y al vidrio hasta que llegó el encargo del templo de Gaudí.

El artista finaliza su trabajo tras 17 años de dedicación plena y exhibe  todo el proceso en la Sala Parés

Fue en 1999, cuando estaba más cerca de la jubilación que de otra cosa. Pero no dudó. Aunque reconoce que una propuesta "tan importante y trascendente causa tal complejidad de sentimientos que es imposible de definir". Pero se siente "satisfecho". El conjunto "mantiene una armonía y una unidad", algo imprescindible para no caer en la "monotonía". Así, cada ventanal tiene su personalidad cromática pero además tiene un denominador común que lo liga al resto, cada uno debe estar en consonancia con los que tiene al lado, encima y enfrente. Y tener en cuenta la luz del sol y sus movimientos. 

Estallido de fuego

"La salida del sol sugiere colores más tiernos y delicados, azules y verdes; en cambio la luz de poniente es muy cálida por lo tanto trabajo incluso con rojos, de manera que cuando le da el sol es un estallido de fuego". Tonalidades cromáticas que concuerdan con fachada del Naixement, un hecho delicado, y con la de la Passió, una cosa mucho más trágica. Así, que de alguna manera todo liga. El cierre del círculo es la fachada de la Glòria, cuyas vidrieras están pintadas pero no serán montados hasta que la construcción esté acabada. 

Es decir, Vila Grau ya ha hecho las acuarelas y ha pintado el plomo encima de ellas, eso que no solo une los cristales sino que además da el ritmo compositivo. El mismo proceso que han seguido todos los ventanales del templo y que por primera vez, tras casi dos décadas de trabajo, expone en la Sala Parés.