BARCELONEANDO

Muerte entre las flores

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Toni Sust / Barcelona

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Todos moriremos y hace mucho tiempo que la gente se muere, pero los hábitos cambian. Nuestros bisabuelos no fueron incinerados, muchos todavía fueron velados en su casa, donde no pocos ya habían nacido. Quizá en la misma cama. Todo eso ya no sucede y la tendencia creciente es la incineración. En la actualidad, un 58% de los difuntos catalanes llegan enteros a su sepultura y el 42% pasa antes por el crematorio.

Las familias tienen varias posibilidades cuando ya han recogido la urna. Muchos la guardan en casa, por lo menos durante un tiempo. Otra es el mar o cualquier lugar querido. Desde septiembre, existe en el cementerio Parc de Roques Blanques, en El Papiol (Baix Llobregat) el ‘Camí del bosc’, que una vez acabado será, dicen sus promotores, el mayor espacio destinado a cenizas mortuorias en España. Un camino de un quilómetro en el que uno puede colocar los restos de su difunto en una urna de madera, que es enterrada. Solo queda a la vista la parte superior, una corteza en la que se inscribe el nombre, fecha de nacimiento y de muerte del interesado.

El primero del camino

Ya están disponibles 100 metros de camino. En casi dos meses de funcionamiento se han instalado cinco urnas. La primera, así lo indica el número 1, corresponde a un varón cuya familia, cuentan en Roques Blanques, quería, eso, que fuera el primero. Nació el 1 de enero de 1945 y falleció el 14 de marzo del 2015. Dentro de un tiempo, la madera ya no será visible: el terreno la engullirá. Para que su familia sepa siempre dónde está, el cementerio les entregó un certificado en el que se precisan las coordenadas. Así, mediante GPS, siempre podrán encontrar la parte del bosque está él. El coste: 250 euros, urna aparte. Un único pago.

Los familiares del difunto obtienen las coordenadas del lugar dónde está para hallarlo mediante GPS

Todo ello lo comenta flemático Joan Ventura, el director general de Cementerios de Àltima, una de las dos grandes empresas del sector funerario. Ventura, cuya familia lleva tres siglos dedicándose al sector de la muerte, y que se confiesa un admirador de la serie ‘A dos metros bajo tierra’, calcula que la elección de la incineración crecerá hasta pasar del 42% actual a un 60% de los casos: “Ahí se estabilizará”.

En Francia y Alemania, subraya, es ilegal tirar las cenizas dónde uno quiera. Por eso, en Alemania se da el llamado “turismo funerario”: desplazarse a Suiza para tirar las cenizas mortuorias a salvo de persecución legal.

El nicho va de baja

“Aquí hay 6.000 nichos. Hace 10 años que no construimos ninguno. Y no volveremos a hacerlo”, declara Ventura. Para las cenizas, más allá del camino en construcción, existen en Roques Blanques por lo menos cinco opciones más. Una, emplear los nichos tradicionales: 1.180 euros por 50 años de concesión. Otra, los columbarios, por casi 1.000 euros (sin contar la urna) la concesión de 50 años. Otra es el ‘Bosc de la calma’, abierto hace ya 10 años. Se planta un árbol en el lugar el que se pone la urna: o un pino, o una encina, o un alcornoque. Cuesta 823 euros, más 96 euros si se desea inscripción del nombre del fallecido en un trozo de madera. La urna, biodegradable, se paga aparte.

En el caso del ‘Bosc de la calma’ surgió un contratiempo: cuando pasados unos años fallecía un pariente que quería ser enterrado junto al familiar que ya yacía bajo el árbol, resultaba imposible: no se puede plantar un árbol al lado del otro ni desenterrar el que ya está para juntar las urnas. Por eso nació el ‘Arbre familiar’: un espacio en el que hay un árbol y caben cinco urnas. Son 2.500 euros por el primer difunto y 215 euros para cada uno que se añada.

La opción más económica es la del ‘Jardí del repós’ y la fuente que se encuentra en él. Se vierten las cenizas en unas piedras (el jardín) y unos sensores activan unos aspersores que las llevan a un estanque subterráneo (72 euros y 195 más si se inscribe el nombre en el muro del espacio). Si la familia quiere, puede optar por una urna especial que se coloca en una fuente: el agua la disuelve en 15 minutos y todo va al mismo estanque. Cuenta Laura Escobedo, gerente de Roques Blanques, que muchas familias incineran a difuntos que llevan décadas en nichos para trasladarlos a las partes previstas para las cenizas.

Estas tarifas no incluyen la parte del león de un entierro, así que no computan en la polémica abierta cuando el Ayuntamiento de Barcelona anunció la creación de una funeraria pública –por ahora, un proyecto en pausa por falta de apoyos- para rebajar los precios de los entierros, que cifró, de media, en más de 6.000 euros. El sector lo rebaja a algo más de 3.000 euros. Ventura, flemático, defiende la segunda cifra.