HISTORIAS DE LA CIUDAD INACABADA

El pueblo 'abandonado' que lucha por sobrevivir en Montjuïc

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Helena López / Barcelona

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El Pas de Valls lo forman dos hileras de casitas bajas, cada una de su madre y de su padre, aunque primas hermanas. Conservan mucha de la esencia de lo que en su día fue este rincón del barrio, levantado, como muchos otros núcleos en la ciudad, para acoger a trabajadores, aquí mayoritariamente gallegos, llegados a Barcelona para poner los cimientos de la Exposición Internacional de 1929 que se celebraría a escasos metros. El Turó de la Font de la Guatlla es ese lugar en el que, por sus calles rústicamente asfaltadas, sus frondosas macetas junto a las puertas de las casas, sobre la acera, y sus gatos tomando el sol bajo un enorme cactus, uno no diría jamás que está en Barcelona; pero si levanta solo un poco la vista, allí, a pie de calle, sin necesidad de subir a ninguna azotea, ve la Torre Agbar, la de Collserola, las Venecianas y hasta la Sagrada Família, que despejan toda duda.

En este enclave semioculto en la montaña de Montjuïc, cuya entrada norte está justo frente al acceso principal al concurrido Poble Espanyol, y la sur llega casi casi hasta la transitada Gran Via, quedan ya solo 39 familias. En el 2000 y en el 2010, la ejecución de las dos primeras fases del plan urbanístico que lo condena a la desaparición expulsó ya a decenas de familias. Algunos de las cuales fueron realojadas muy cerca, en el edificio construido para ello a pocos metros del Turó. En pisos, claro, con un estilo de vida muy distinto al que estaban acostumbrados. 

El trozo de fachada aún en pie del 36 de la calle de la Guatlla, caída en la primera fase de la ejecución del plan urbanístico, firmado en 1976, hijo del Plan General Metropolitano (PGM), es todo un símbolo para la asociación de vecinos Salvem el Turó!, creada hace un par de años con el empeño de salvar lo que queda del barrio. "Esta casa la tiraron hace 17 años y ahí siguen los muros. Representa muy bien lo que no queremos para el barrio. Nuestra reivindicación es clara, que desafecten las 39 viviendas que quedan y que dignifiquen la zona. Es obvio que un plan urbanístico diseñado hace 40 años no puede ser vigente hoy en día", resume Álex Casero, uno de los fundadores de la asociación, que trabaja codo con codo con la asociación de vecinos del barrio.

En la entrada principal de la casa familiar de Casero se lee: 'Villa Victoria'. "Es el nombre de mi bisabuela. Ellos construyeron esta casa", señala el joven mientras muestra la pequeña terraza que en su día sirvió a su bisabuela de corral.

La Constitución del urbanismo

La citada afectación urbanística contra la que luchan dictamina que las 39 casas que quedan en el Turó están levantadas sobre unos terrenos que el PGM califica como zona verde, la madre de (casi) todos los problemas en el barrio, pero ni mucho menos el único problema. El hecho de saberse condenados a desaparecer, pero desconociendo cuándo (y cómo), además de la inestabilidad que ha generado en el vecindario, ha hecho que sus vecinos hayan sufrido durante años un abandono absoluto por parte del ayuntamiento (no parece lógico invertir en una zona sin futuro).

Así, además de en las casas, algunas con importantes deficiencias ante la imposibilidad de tramitar los permisos de obra pertinentes (quedan aún tejados de uralita), el abandono es también evidente en el espacio público. Calles a medio asfaltar, farolas y palos de la luz de madera, pendientes imposibles sin barandillas o con barandillas lejos de toda normativa...

Pequeñas victorias

Desde la joven asociación se hizo casi desde el primer día un importante trabajo para identificar las necesidades del vecindario y reivindicar soluciones. El primer año (el pasado), entregaron al consistorio una batería con 22 medidas, y este año, otras 22. "La verdad es que nos han hecho bastante caso, en esas peticiones más de urgencia", apunta Casero mostrando una de las nuevas barandas instaladas recientemente.   

Al margen de lo urbanístico, pese a que no lo parezca esto es Barcelona, y no se libran de los problemas tan vinculados a su marca. El Poble Espanyol es una zona de ocio nocturno que genera en los vecinos las quejas clásicas. El parque construido en los solares abiertos en la segunda fase del plan es carne de botellón fin de semana sí, fin de semana también. En los terrenos de la primera hay una zona de huertos urbanos que salieron a concurso en la primera edición del Pla Buits, pero que ahora son ya autogestionados y socios de la asociación de vecinos del Turó.

Además de demoler las casas, el plan del 76 planea abrir un vial de tráfico rodado que cruce la zona (verde) afectada, uniendo la Gran Via con el Poble Espanyol sin pasar por la plaza de Espanya. "Es disparatado meter más coches aquí con la excusa de crear zona verde, con los problemas de movilidad sin resolver que aún sufre el barrio cada vez que hay una gran feria y se corta Maria Cristina", resumen los vecinos.

Fuentes municipales aseguran que darán una respuesta al vecindario antes de terminar el año.

Masía Cervera, último vestigio del pasado rural

Las <strong>39 casas del Turó de la Font de la Guatlla </strong>no son las únicas afectadas por la tercera fase del plan urbanístico. Está también condenada a muerte la <strong>Masía Cervera,</strong> construida en 1801, propiedad municipal y actualmente en estado semiruinoso. La construcción, abandonada desde que el ayuntamiento desalojó de ella al <strong>Esplai Turons</strong> por su pésimo estado, es el último vestigio del pasado rural de la zona, por lo que los vecinos piden también que se salve del derribo, se rehabilite y se convierta en un equipamiento. En el barrio no tienen ni biblioteca, ni ludoteca, por ejemplo, así que al vecindario ideas no le faltan para sus posibles usos.