BARCELONEANDO

Guía rápida de Barcelona para policías en tránsito

Los miles de agentes de la Policía Nacional y de la Guardia Civil que se hospedan en barcos serán también turistas accidentales

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Carlos Márquez Daniel / Barcelona

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Este es un barceloneando de servicio pensado para los miles de agentes de la Policía Nacional y de la Guardia Civil que estos días visitan nuestra ciudad. Puesto que el barco de los Looney Tunes y el navío Rhapsody en los que se hospedan están lejos de ofrecer las comodidades de cualquier ‘Crucero of the Seas’, es de esperar que la tropa salga a tomar el aire a la mínima que pueda. Siempre y cuando el deber y España lo permitan. Turistas accidentales.

En una de las entradas del puerto, un agente de la Guardia Urbana que controla el tráfico de camiones confirma que ya son muchos los agentes que se han instalado en los buques. "Supongo que sí, que podrán salir y hacer un poco de vida normal. Pero les recomiendo que vayan de paisano...". 

Los hombres de verde y de azul deben tener presente, antes de nada, que estamos en septiembre, mes de clima traicionero. A pesar de que la temperatura media sea de 22 grados, un jersey o una rebequita no vendrá mal si salen por la noche o a primera hora de la mañana para ver salir el sol sobre el Mediterráneo. Se les recomienda, si el Gobierno no se las facilita, hacerse con una tarjeta T-10 de bus y metro. No sería prudente barcelonear con el coche patrulla en estos tiempos convulsos. Los más agoreros pueden apostar por la T-Mes. El Bicing no pueden usarlo porque no están empadronados. En cualquier caso, deben saber que es ciudad de distancias cortas. Y de miras anchas. 

Una vez fuera del recinto portuario, y si su intención es aplicar el viejo dicho de ‘allí dónde fueres, haz lo que vieres’, sepan que el saludo local más común es un ‘bon dia'. Si ya han comido pueden bascular al ‘bona tarda’. Al anochecer pasaremos al ‘bona nit’. En cualquier caso, un ‘buenos días/tardes/noches' será igual de bien recibido. Ya lo sabrán, pero repasemos un clásico de las costumbres. Un botellín es aquí una mediana. Y un mixto, un biquini.

Lo previsible es que los policías no vayan más allá de Ciutat Vella, no fueran a recibir una alerta que les pille visitando el laberinto de Horta o la sala de los espejos del Tibidabo. Dejen lo más alejado del mar para una futura visita en familia. En el distrito más canalla de Barcelona, además, encontrarán todo el ocio que puedan necesitar para matar el tiempo entre registros y vigilancias. Tengan en cuenta que su visita coincide con las fiestas de la Mercè, una de las patronas de la capital catalana. La otra es Santa Eulàlia, pero cae el 12 de febrero y con ese frío cualquiera sale a la calle a celebrar algo.

Este lunes pueden empezar a degustar un poco el folklore local presenciando, a las 11.30 horas, el carrusel de la unidad montada de la Guardia Urbana en Montjuïc, al ladito del barco de Piolín. La entrada es libre. También es gratis el piromusical de la plaza de Espanya, que este año rinde homenaje a las víctimas de los atentados del 17 de agosto. Empieza a las 22 horas. Suelen ser puntuales porque lo echan por la tele. Como las habaneras de Calella de Palafrugell.

Teatros, tapas y noche

El martes se recupera la normalidad. Los agentes pueden darse una vuelta por el Paral·lel, donde disponen de una amplia variedad de espectáculos en directo. Quizás prefieran tapear por el Born o visitar el anillo olímpico de Montjuïc. Los más chisposos pueden cerrar la noche en el Bagdad, donde la empresaria Juani de Lucía lleva más de 40 años brindando espectáculos eróticos de lo más variados.

Imprescindible subir por la Rambla y callejear. Y si se va en busca de un remanso de paz, a pesar de que esta es ciudad de escaso jardín, pueden acercarse al parque de la Ciutadella, donde quizás pillen a un músico ensayando. No se alteren con la numerosa gente corriendo. Son 'runners'. Que aquí hay muchos y muy variados

El desembarco de policías en Barcelona trae a la memoria los marines americanos que a partir de los años 50 empezaron a usar el puerto de la capital catalana (y otros seis del resto del Estado) para abastecerse. Mientras el barco cargaba víveres, alimento y carburante, la sexta flota de Estados Unidos tomaba las calles con sus vistosos trajes blancos y oscuros y sus inconfundibles gorras. Eran los reyes del mambo.