BARCELONEANDO

La ópera no es cara ni aburrida

Amics del Liceu apuesta por romper clichés y acercar el bel canto a los jóvenes, además de ilustrar el libro de la temporada con obras de Francis Lisa Ruyter

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Natàlia Farré / Barcelona

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La ópera no es cara. Ni aburrida. Tampoco es pesada por larga. Y mucho menos algo que no puede gustar a los jóvenes. Todo son clichés. Lo aseguran desde la asociación Amics del Liceu. Nada que ver con el Círculo del Liceu. A veces los confunden. Cosas que pasan con las instituciones cercanas al gran teatro.

El segundo es un club privado de estilo inglés que comparte espacio y parte del nombre con el coliseo. Punto. La independencia del uno del otro es total. Cierto es que muchos de sus miembros son aficionados a la ópera. Pero ya está. Ahí acaba la relación con el teatro y con el bel canto. Y ya que estamos, vale la pena recordar que en el Círculo también son muy dados al modernismo. El conjunto de pinturas que custodia de Ramon Casas, con 'La Sargantain' a la cabeza, es de aúpa. Dicho queda.

Los más pequeños sí van a la ópera, cosa que no hacen los que están entre los 18 y los 35 años

En cambio los primeros son una asociación sin ánimo de lucro que vive por y para el Liceu. Y la ópera. Lo suyo es fomentar el bel canto, y por ende el coliseo barcelonés. En eso está. Goza de buena salud. Suma 1.150 socios. Una cifra similar a la de otras entidades hermanas del resto de Europa. Así que se puede afirmar que la tradición lírica en Barcelona sigue en pie. Aunque con una excepción: los jóvenes que no niños. Los más pequeños sí van a la ópera, el programa El Petit Liceu es un éxito, cosa que no hacen los que están entre los 18 y los 35 años. De manera que hay que meterles el gusto por el género. La asociación lo intenta, o intentará, esta temporada. Hará campaña en las universidades con el objetivo no tanto de conseguir que los jóvenes entren en el Liceu como de crearles interés por el bel canto. Si hay apego, habrá público, afirman.

30 años y 40 euros

La querencia se consigue enseñando. Vamos, que uno no puede ir al Liceu como va al cine. La ópera requiere cierta preparación, explican. Hay que ir informado para disfrutar: saber qué se va a ver, cuál es el argumento, el contexto histórico en el que se escribió la pieza... O lo que es lo mismo: ir con los deberes hechos permite poder poner todos los sentidos en la música y en la escena. Y así espantar clichés. De ahí, las conferencias, charlas y demás que Amics del Liceu organizan antes de los estrenos de la temporada.

Son para todos los socios, sin importar la edad. Pero los menores de 30 años tienen ventajas: pagan solo 40 euros de cuota anual, la mitad de lo que aportan los que pintan canas. Montante que no solo les da derecho a llegar preparados a la platea sino que también les permite acudir a dos ensayos generales, que a efectos líricos es como ir a una función al uso.  Lo dicho, con estas cifras en la mano no se puede decir que la ópera sea cara. Pero hay más: todos los espectáculos cuestan lo suyo. O ¿acaso los jóvenes, y no tan jóvenes, no paga 120 euros para ir a un concierto? Por el mismo precio se puede tener asiento en el segundo piso del Liceu, siempre que no sea fin de semana y no cante Jonas Kaufmann, por supuesto.

Todo ello lo defendían este martes los Amics del Liceu con la misma pasión que apoyaban el bel canto, en la galería Senda, durante la presentación del libro 'Temporada d'òpera'. Volumen que la asociación edita cada año con el programa en curso y que llega siempre con valor añadido: las ilustraciones corren a cargo de un artista plástico de renombre. Han colaborado desde Ràfols Casamada hasta Luis Gordillo, y este año ha sido el turno de Francis Lisa Ruyter. La treintena de alegres y abstractas ilustraciones que ha realizado (todas verticales, el diseño obliga) lucen en el libro y en la galería, en la que es la primera muestra del creador por estos lares.

¿La vinculación entre el artista y la ópera? No es necesaria pero a Ruyter le sobra. Vive en Viena y tiene su principal galería en Salzburgo. Así que afirma que respira bel canto a todas horas. No es lo único. De joven dudó entre dedicarse al arte o a la interpretación, asegura. Decidió que lo primero no excluía lo segundo. La prueba de ello, en la galería y el libro.