SEGURIDAD VIAL

"Hijo, tú siempre de la mano"

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Carlos Márquez Daniel / Barcelona

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Primer día de cole. Padres y madres saliendo de las escuelas con una sonrisa para nada disimulada, después de casi tres meses que han asilvestrado a sus hijos hasta límites inimaginables. Liberación. Pero también la inquietud de cada año. ¿Es segura esta ciudad para que los niños anden a sus anchas?

 No se trata de que la chavalada camine por el medio de la calle de Aragó mientras intercambia cromos. O que cojan solos el metro con cinco años. Tampoco hace falta que vayan al cole en bici o en patinete, aunque tampoco sería ninguna tontería. Eso es decisión de cada familia. La cuestión de fondo es si Barcelona brinda el marco suficiente para que los menores se muevan sin que peligre su integridad. Empecemos por los caminos escolares, cuya definición es cuanto menos perversa: crear una red de itinerarios seguros para llegar a los colegios. De algún modo se está admitiendo que hay caminos inseguros, lo cual no es muy tranquilizador.

Cambio de tendencia

Ole Thorson, presidente de la Asociación de Prevención de Accidentes de Tráfico (APAT), sostiene que el problema de fondo es el prisma bajo el que la capital catalana toma las decisiones ligadas a la movilidad. “Todo se hace y se decide desde la visión del conductor, aunque debo admitir que vamos a mejor, que hay un cambio de tendencia positivo”. El propio RACC ha realizado una auditoría en el entorno de cinco escuelas. Con conclusiones poco alentadoras: poca visibilidad de los pasos de peatones, escasa señalización que advierta de la presencia de colegiales o escasez de carriles bici seguros en la zona.

Cada día se registran en Barcelona 26 accidentes con heridos. Es, en palabras de Thorson, una “cifra espeluznante e inadmisible que exige una actuación contundente” por parte de la Administración. Este experto receta lo que en algunas ciudades europeas ya es habitual: “Limitar la velocidad a 30 kilómetros por hora en el 80% de las calles”. Suena muy ambicioso, pero no lo es tanto si se echa una ojeada al mapa de la ciudad. Y a la ordenanza. Según el reglamento municipal que dicta las normas de circulación de peatones y vehículos, todas las calles con un solo carril tienen la velocidad limitada a 30 km/h, lo ponga o no en el suelo. El problema, como sucede con muchos otros edictos públicos, es que la gente lo desconoce. Si la velocidad al volante se reduce, muchos carriles bici dejarían de ser necesarios -estima Thorson-, con lo que los ciclistas podrían compartir calzada con el coche y abandonar para siempre la acera”.

Cuidado, padres

¿Pero al margen de un urbanismo históricamente más pensado para el auto que para el ser humano, a quién más debemos señalar como culpable de que la ciudad no sea segura? El presidente de la APAT señala sin reparos. “Son los propios padres de los niños. Las estadísticas demuestran que los accidentes de tráfico los causan hombres y mujeres de entre 30 y 60 años. Es decir, la gente que más va en coche y moto. Esto requiere de una reeducación de los adultos, que en muchas ocasiones se encuentran que es su hijo quien les recuerda que deben abrocharse el cinturón de seguridad”.

Barcelona es una de las ciudades más densas de Europa, y sin margen para crecer si los 36 municipios del área metropolitana no acaban generando la primera superciudad del sur del continente. También es una de las que más coches tocan por ciudadano y además alberga uno de los distritos con mayor concentración de escuelas de Europa.  

Agnès Barba, directora de la escuela Els Encants de Barcelona también vincula la seguridad vial con la educación. Y con los hábitos. Son muchos los alumnos de este colegio que llegan en patinete o en bici. Sucedió después de que en clase realizaran varias actividades ligadas a la movilidad sostenible. “Normalmente van de la mano, escuchando las órdenes de sus padres a la hora de cruzar o moverse por la ciudad. Pero de este modo, desde pequeños, se acostumbran a estar atentos, a ser más conscientes del peligro”.

Para conseguirlo, sin embargo, hay que llegar al cole. “Hay muchas calles que llevan a colegios con aceras estrechas pero con dos carriles para coches. No tiene sentido”, remara Thorson.