PERFIL
Itziar González, la primera de los 'comuns'
La arquitecta intentó resolver como independiente desde el ayuntamiento todo lo que no podía abordar desde el activismo vecinal
La exconcejala intentó maridar vida vecinal y negocios, pero topó con la corrupción y la soledad política

Itziar González, rodeada por miebros del equipo que se encargará de transformar la Rambla, este martes. /
Entrar en política fue para Itziar González (Barcelona, 1967) la culminación de una carrera vecinal. El remate de una trayectoria que basculaba entre la profesión de arquitecta y la lucha social basada en el urbanismo como herramienta para resolver conflictos en el espacio público. Probó su receta con la discutida reforma de Lesseps. Lo que hizo entonces como mediadora fue preguntar más allá de la plaza, pues cuanto más lejos recababa impresiones, mejor moldeaba la solución. Debió de ser entonces cuando el socialista Carles Martí se fijó en aquella mujer contestataria y convenció al alcalde Jordi Hereu para que la incluyera como independiente en las rocosas listas municipales del PSC. Era mayo del 2007. Pasó del discurso crítico externo a meterse en un impredecible caballo de Troya. Sin querer, quizás fue la primera de los 'comuns' en Barcelona.
Asumió la concejalía de Ciutat Vella con el reto de reanimar y recuperar una zona de la ciudad que empezaba a presentar síntomas de lo que hoy es el pan de cada día, como el 'boom' de los pisos turísticos, la deshumanización de la Rambla o los problemas de convivencia en la Barceloneta. Los socialistas fueron listos al entregar este trozo del pastel de la ciudad a una vecina con voz propia. Una mujer con abuela y bisabuela del barrio. Aunque quizás no tuvieron en cuenta que el personaje tenía sus propias reglas. Sus propios principios. Es lo que tiene fichar a un independiente. Que le pregunten hoy al líder socialista Jaume Collboni sobre el edil Daniel Mòdol. También arquitecto. Curioso.
Equilibrar vida y negocios
González pronto descubrió cierto descontrol a nivel de licencias. Fueron muchos los tics administrativos que no le gustaron. Y poco a poco, asistida por su propio equipo al margen del que venía de serie con el distrito, fue asumiendo el timón y revisando uno por uno todos los expedientes que llegaban a su mesa. El objetivo: evitar el monocultivo turístico y conseguir que los residentes volvieran a ocupar y hacer suya la calle para equilibrar más y mejor la vida vecinal y los negocios.
Ese cambio de rumbo empezó a generarle enemigos. Hasta el punto de que en abril del 2009, unos desconocidos entraron en su piso de la calle de Petritxol. Solo se llevaron ordenadores. Ni una joya. Hacía solo tres días que había ordenado cerrar el primer piso turístico en Ciutat Vella.
Comenzaron las amenazas, para nada sutiles, y tuvo que empezar a vivir con escolta. Todo se complicó cuando se interesó por un proyecto hotelero junto al Palau de la Música. Intentó parar la operación, pero sus compañeros de gobierno no mostraron el mismo ímpetu. La soledad política y la presión terminaron por derribar su ánimo. Dimitió "por motivos personales" en abril del 2010. El caso de las amenazas se resolvió con un ciudadano paquistaní en prisión que prefirió el traje a rayas antes que delatar a los que le contrataron. El asunto de la corrupción con las licencias se sigue instruyendo.
"La verdad se defiende sola"
Noticias relacionadasGonzález necesitó un cierto tiempo para recuperarse. Se marchó año y medio al Poble Sec, pero regresó. Aquello coincidió con el fallecimiento de su madre, que meses antes le dijo algo que le vendría bien para salir adelante: "Itziar, la verdad se defiende sola". En estos años ha seguido trabajando la participación vecinal. En el 2012, tras el Fòrum Social Català, impulsó el Parlament Ciutadà, una plataforma que busca orillar la democracia representativa para alentar la democracia directa. En el ámbito profesional, ha tenido proyectos en Francia, Terrassa y la comarca de Osona.
Pero siempre con un ojo en Ciutat Vella, donde ahora podrá poner en práctica lo que en el 2014, en una entrevista con este diario, definía como buena política: "Conocimiento, empatía y acción conjunta de transformación". Este martes, con perspectiva, asegura que el proyecto de la Rambla es un "acto de justicia poética". La oportunidad de volver a ensuciarse las manos con la resolución de conflictos en la calle. A través del urbanismo. Como en Lesseps.
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